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El anillo de bodas que provocó un desastre radiactivo

Una pequeña capsula de metal que provocó más de doscientos afectados y queria ser usada para hacer un anillo

Imágenes de la miniserie sobre la catástrofe de Chernóbil
Imágenes de la miniserie sobre la catástrofe de Chernóbillarazon

La radiactividad es un fenómeno físico que ha sido capaz de mostrar lo mejor y lo peor de la ciencia. Ha sido posible lograr la fisión nuclear para crear bombas atómicas, pero también permitir obtener electricidad a través de centrales nucleares o usar tintes radiactivos para detectar enfermedades cardíacas y posibles tumores.

Pero estas ventajas solo son posibles si llevamos un control estricto de la radiactividad y usamos las protecciones y regulaciones adecuadas. Un error en los protocolos de seguridad puede provocar accidentes de gran envergadura como el que sucedió en Goiânia, un municipio situado en el centro de Brasil.

Una negligencia provocó que cuatro personas murieran y más de doscientas sufrieran secuelas por culpa de la radiación. Prácticamente la ciudad entera se volvió radiactiva por querer aprovechar un misterioso polvo azul para hacer un anillo.

Lo que nunca se debió quedar

El terrible incidente sucedió en 1987. Unos años antes, Goiânia contaba con el Instituto Goiano de Radioterapia, una clínica privada situada a las afueras de la ciudad especializada en el tratamiento del cáncer. En estos centros, es posible tratar ciertos tumores superficiales con una pequeña dosis controlada de radiación, que se incide sobre el tumor para provocar mutaciones en las células tumorales provocando su destrucción.

Sin embargo, la clínica no tuvo mucho éxito. El alto coste de sus tratamientos y la falta de pacientes acabo provocando su cierre, y todo el material médico de su interior fue vendido para reducir las deudas. Solo quedaron unas pocas máquinas en su interior, que le daban al edificio un aspecto fantasmal. Los lugareños solo entrarían buscando cobijo o una prueba de valor.

No quedaba mucho material en la clínica, pero hubo algo que sorprendentemente se había quedado dentro. Una máquina de teleterapia. Mientras seguía operativa, era la encargada de hacer radioterapia, aplicando radiación gamma al tumor.

Tratamiento de radioterapia
Tratamiento de radioterapialarazon

La máquina ya no funcionaba, pero en su interior, seguía generando radiación. Incluía un pequeño cilindro con cesio-137, un isótopo radiactivo. Los átomos de este elemento son inestables, y se desintegran paulatinamente hasta formar otro elemento más estable, el bario-137. Mientras se produce la fisión, se generan partículas beta negativas, electrones que salen despedidos con gran energía y que son los responsables de la radiación gamma de este material.

Para evitar que las partículas beta se dispersen, el cesio está encerrado en una cápsula de plomo y acero, que actúa como escudo y retiene la radiación en su interior. Esta incluye una pequeña ventana de iridio, que se abre o cierra girando la cápsula. En estas máquinas la radiactividad no se enciende ni apaga, sino que la ventana de iridio se abre o se cierra, dejando pasar la radiación gamma para incidir en el lugar que queremos de manera controlada.

Hay un punto en el que el cesio-137 dejaría de emitir partículas beta: cuando todos sus átomos se hayan vuelto estables. Pero ese momento no llegaría hasta treinta años después de la fabricación de la máquina, y prácticamente estaba nueva. El cesio del interior seguía desintegrándose y emitiendo radiación, ignorante del abandono del instrumento.

El hospital abandonado empezó a recibir visitantes inesperados. Gente sin hogar y curiosos empezaron a vivir en él. Muchos vieron la máquina de teleterapia pero la ignoraron, hasta la llegada de como gente sin hogar o curiosos. Hasta la llegada de Alberto Alves y su socio Wagner Pereira, dos chatarreros que aprovecharon en un viaje para visitar el hospital y ver que podían aprovechar.

El instrumento no les pasó desapercibido. Trataron de desmontarlo y quedarse con todas las piezas que pudieran. Entre ellas, por supuesto, estaba el núcleo de cesio. El cilindro del tamaño de una capsula de café que estaba caliente al tacto. Estaba cerrada pero intentaron hacerla girar sin mucho éxito. Se encogieron de hombros, echaron la cápsula a la carretilla, y lo llevaron con el resto de metales a la ciudad.

El anillo azul profundo

En su casa, los dos socios examinaron su botín. La capsula captó su curiosidad y empezaron a tratar de romperla para ver su contenido. Consiguieron retirar la carcasa externa, y al girar la cápsula vieron como salía un curioso brillo azul por la ventana de iridio, recibiendo una inadvertida dosis de radiación gamma.

Durante los dos días siguientes, intentaron abrir la cápsula de todas las maneras. Lo máximo que lograron fue quebrar la ventana de iridio, pero no lograron alcanzar el cesio en su interior. Mientras, empezaron a sufrir síntomas ligeros por culpa de la radiación. Los dos socios experimentaron dolor de cabeza y náuseas, aunque lo asociaron a un resfriado y no al objeto que manipulaban.

Esto es debido a que la radiactividad tiene un efecto muy perjudicial en el cuerpo humano pero no actúa inmediatamente. Las partículas beta liberadas por el cesio tienen tanta energía que son capaces de romper e interferir con las moléculas que se encuentran en su camino, como si fueran bolos en una bolera. Y las que forman nuestras células no son una excepción.

Por suerte, tenemos en nuestras células procesos de reparación, que nos permite fabricar repuestos de proteínas a partir de la información de nuestro material genético. Si el daño es en alguna proteína, podremos generar proteínas nuevas. El problema es que si el daño es nuestro material genético, no seremos capaces de crear nuevas copias y la proteína se quedará afectada. El ADN tiene algunos mecanismos de reparación, pero puede que el daño sea irreversible.

Los síntomas, a partir de ese momento, serán una cuestión de suerte o mala suerte. Si el daño es en alguna región del ADN importante para la supervivencia de la célula, está morirá rápidamente. Si es en alguna región de nuestro ADN que no tiene información relevante, no tendrá efecto. El peor escenario es si el daño afecta a algún gen implicado en la división celular, provocando que las células se multipliquen de manera descontrolada formando un tumor.

Al recibir radiación, tenemos una primera fase en la que algunas células morirán y otras no, sustituyéndolas rápidamente y dejando algún efecto secundario leve. El problema es que las células que se dividen de manera descontrolada seguirán ahí, ocultas durante unos meses hasta empezar a formar múltiples tumores y los síntomas asociados a ellos.

La radioterapia funciona porque se incide mucha radiación sobre las células del tumor, provocando tantas mutaciones que no les queda más remedio que morir. Pero en el caso de la cápsula de cesio, la radiación gamma de la luz azul estaba descontrolada, y todos los que se situaban bajo ella acumulaban mutaciones en su ADN y problemas médicos futuros. Y cuanto más tiempo estuvieran bajo ella, peor.

Los socios vendieron la cápsula de cesio a una chatarrería cercana, dirigida por Alver Ferreira y su familia. Él se quedó prendado por la luz azul de la cápsula. La consideró una curiosidad química, y la llevó a su casa para exhibirla, mostrando la luz azul a su familia y a los amigos que pasaban de visita.

Trató de abrir la cápsula por todos los medios que disponía. Su objetivo era hacer un anillo para su mujer que mostrará ese color extraño en la oscuridad. Por suerte, el metal de la cápsula era rígido y aguantó los golpes, pero la ventana de iridio ya debilitada acabó cediendo, y logró liberar el cesio radiactivo al exterior.

Una representación de una desintegración beta, en la que el núcleo emite un electrón y, a cambio, un neutrón se transforma en un protón. En este dibujo hemos representado los neutrones como bolas de color rojo y los protones como bolas de color azul.
Una representación de una desintegración beta, en la que el núcleo emite un electrón y, a cambio, un neutrón se transforma en un protón. En este dibujo hemos representado los neutrones como bolas de color rojo y los protones como bolas de color azul.Alberto Aparici / Inductiveload / Font Awesome (Wikimedia)

A simple vista, lo que Ferreira se encontró fue un polvo azul que brillaba en la oscuridad. Pensó que sería un metal, pero ahora que descubría que era polvo no le vio sentido a usarlo para forjar un anillo. Decidió guardarlo en un recipiente de vidrio para mostrarlo a las visitas. Todos los que lo veían recibían tanta radiación que emitían radiactividad por toda la ciudad al volver a sus casas.

El polvillo azul causó sensación en la familia. El hermano de Alver decidió hacer una broma y cogió un poco del polvo para pintarse una cruz azul en el abdomen. Cuando se fue a su granja, provocó la posterior contaminación y muerte de todos sus animales.

Lo peor vino cuando Alver, cansado de guardar el cesio en casa, decidió esparcirlo por el patio de su casa para darle un aspecto fantasmagórico por la noche. Era el mismo patio en el que jugaba su hija de seis años, que fascinada por el color azul del suelo, untó su cuerpo con el polvillo.

Los síntomas llegaron a la familia y a la población. Muchos empezaron a sentir irritación en la piel como la de una alergia, hinchazón, náuseas y dolor de cabeza. Pero la familia Ferreira se llevó la peor parte, dos semanas después de obtener la cápsula, todos estaban prácticamente incapacitados sin poder salir de la cama. La esposa de la familia, Gabriela, empezó a sospechar que sus síntomas no eran una intoxicación alimentaria sino algo provocado por el misterioso polvo azul. Guardó la cápsula casi vacía en una bolsa de la compra y montó en autobús para ir al hospital.

La radiactividad no es lo primero que se le pasó por la cabeza al médico para hacer el diagnóstico, pero el veneno sí. Pidió analizar la cápsula y descubrió, para su asombro, que era similar a la que debía estar en el interior de la máquina de radioterapia de su hospital. Alertado, dejó a Gabriela ingresada en el hospital y le pidió llamar al resto de su familia. El diagnóstico: exposición a radiactividad.

El incidente de Goiânia acabo causando la muerte de cinco personas. La familia Ferreira y dos empleados de la chatarrería que intentaron obtener el plomo de la capsula. Las dosis que habían recibido al manipular y vivir cerca del polvo azul eran demasiado grandes para hacer nada para salvarlos. Tras 6 años de tratamientos para amortiguar los síntomas, acabaron falleciendo.

Pero el número de afectados era muchísimo más grande. Más de doscientos habitantes sufrieron síntomas debido a la radiación. Entre ellos estaban los invitados y amigos de la familia Ferreira, pero también sus propias familias, que recibieron una dosis mucho más leve por parte de ellos. Los síntomas y gravedad cambiaban mucho entre caso y caso, debido a la diferente exposición que habían recibido.

Otro problema fue la propia ciudad. La alta radiactividad del cesio había sido esparcida por todas partes. Hizo falta rociar las calles con azul de Prusia, un colorante que tiene la capacidad de reducir el tiempo en el que el cesio permanece en el cuerpo. Incluso hizo falta cambiar los tratamientos de las aguas residuales debido a la alta concentración de radiactividad presente en la orina.

Fue un desastre enorme, y se considera uno de los mayores incidentes radiológicos de la historia. Los médicos de la clínica abandonada fueron acusados por homicidio por negligencia. En el año 2000, la Comisión Nacional de Energía Nuclear de Brasil fue condenada a pagar una indemnización a todos los afectados y sus familias por daños y perjuicios.

Gracias a este incidente, se puso de manifiesto la necesidad de que se mantenga una regulación en el material radiactivo. Hoy en día, nadie puede tener material radiactivo en su casa con facilidad, ya que en la mayoría de países hay controles sobre la localización y eliminación de cada material radiactivo disponible. El caso de Goiânia marcó a sus habitantes, pero por lo menos se puede evitar que vuelva a pasar.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • Los efectos de la radiactividad pueden ser muy diferentes según la intensidad y su tiempo de exposición. Por ejemplo, en el caso de la radiación solar, el peligro está en la exposición prolongada y continúa al estar muchas horas bajo el sol. Por ese motivo conviene usar protección solar para evitar el cáncer de piel.
  • Las medidas de seguridad radiológicas en la actualidad son mucho más estrictas y precisas que en el pasado. Tanto el uso como el almacenamiento de material radiactivo solo pueden ser realizados en zonas aisladas, enterradas bajo varias capas de plomo y hormigón, y debidamente señalizadas.

REFERENCIAS: