Ciencia
Una máquina completamente hecha con flores: el reloj de Linneo
En el siglo XVIII el naturalista Carl Linnaeus planetó la construcción de un reloj capaz de dar la hora utilizando solo flores.
Tenemos una extraña costumbre convertir en padre de una disciplina científica a alguna de sus figuras más prominentes. Si no fuera porque el psicoanálisis no tiene evidencia científica diría que hay en ello algo de complejo de Electra. El problema es que cuanto más buceamos en la historia más difusos los avances de la física, la biología o la informática. Si Turing fue el padre de la informática ¿qué fueron Babbage o Lovelace? En las ciencias de los seres vivos Darwin parece erigirse como padre ante el imaginario popular, pero antes de él hubo titanes, igual que seguiría habiéndolos tras su muerte. Un ejemplo de ello es Carl Linnaeus, más conocido como Carlos Linneo.
No exageraríamos al decir que tras ese nombre se esconde una de las figuras más influyentes de la biología, de hecho, todos hemos visto los frutos de su trabajo, aunque no seamos conscientes de ello. Los aficionados a los pescados sabrán que en cada costa reciben nombres diferentes. De hecho, en algunas zonas son incluso renombrados en función de su tamaño: no es lo mismo una merluza hecha y derecha, que una pescadilla o una carioca. Todas ellas son de la misma especie, Merluccius merluccius, pero en distinto momento de su vida. Precisamente esa fue la genialidad de Linneo, crear un sistema para nombrar sistemáticamente a las especies del mismo modo allá a dónde fuera y que permitiera clasificarlas en función de ello. Ese primer Merluccius (siempre con mayúscula) es el género al que pertenece el ser vivo, pero el merluccius que le sigue (nunca con mayúscula) designa a la especie en concreto. Canis lupus es el lobo, Homo sapiens nosotros, por ejemplo.
La otra cara de Linneo
Gracias a Linneo podemos clasificar los objetos de estudio de la biología, no solo en especies, sino en grupos cada vez mayores: género, familia, orden, clase, filo, reino y dominio. No obstante, que esta fuera la contribución más relevante de Linneo a la humanidad no quiere decir que fuera la única. Su trabajo estuvo plagado de ideas curiosas, algunas más aplicables, otras que simplemente se han quedado en la anécdota. Y hoy, precisamente, queremos hablar de una de ellas. Porque en su obsesión por catalogar decidió aprovechar sus conocimientos sobre las distintas especies que nutren la botánica para crear un reloj hecho, enteramente, con flores.
El trabajo de clasificación es complejo y poner los nombres a cada especie es solo el final de la carrera. Antes de eso hay que determinar qué es una especie, o qué es tan solo una variante de una especie ya clasificada, una subespecie. ¿Qué seres vivos están más emparentados y comparten género? ¿Qué otros forman órdenes diferentes? Todas esas fronteras son complejísimas de trazar y,
nos acercamos, más se convierte en un acuerdo por conveniencia.
Pues bien, para marcar esas líneas que separan unas especies de otras es necesario basarse en sus pequeñas diferencias y similitudes. A veces es su aspecto lo que da pistas, pero otras se fundamentan en su comportamiento, de sus costumbres. En el caso de las plantas, Linneo se fijó en que no todas las especies abrían sus flores a la misma hora. Posiblemente te hayas fijado que algunas son más madrugadoras que otras, pero no hablamos de minutos de diferencia, sino de horas. Según lo que Linneo pudo observar, las amapolas nos acompañan desde los primeros rayos del Sol, poco después de las 5 de la mañana. Los lirios solo tardan un par de horas más, pero las margaritas no amanecen hasta las 9 de la mañana.
Pero la diferencia es mayor con otras, que, como si fueran René Descartes, no abren los ojos hasta bien entrado el mediodía y otras, como el dondiego de noche que van a pie cambiado cual crápula, desplegando sus pétalos desde la tarde-noche hasta que la madrugada se vuelve día. Teniendo en cuenta estas diferentes costumbres entre unas especies y otras, Linneo comenzó a garrapatear un folio, tratando de cuadrar todo para diseñar un reloj completamente biológico.
Horologium Florae
El Horologium Florae vio la luz en 1751, pero tan solo como una idea plasmada en el libro Philosophia Botanica. En él describía un reloj dividido en dos mitades. A un lado, las franjas horarias iban avanzando a medida que las flores, plantadas por sectores (como quesitos de un Trivial) se abrían. Al otro lado, en las horas vespertinas, el avance era según se cerraban hasta llegar la noche. Por ejemplo, la flor más madrugadora del reloj de Linneo era la barba cabruna o salsifí (Tragopogon pratensis), que se abría a las 3 de la madrugada. La última en cerrarse era el lirio de día (Hemerocallis lilioasphodelus) a eso de las 7 de la tarde. Por desgracia, no se tiene constancia de que el reloj se llegara a llevar a cabo, pero es teóricamente posible.
Si bien es cierto que algunas plantas pueden verse influenciadas por las de su entorno a la hora de abrir o cerrar sus pétalos, esto no cambia mucho el horario y siempre podría calibrarse. En cuanto a los claros huecos en que ninguna flor de Linneo se abría ni se cerraba indicando la hora, es cierto que hace cojear el plan, pero tampoco creo que hubiera mucha vida en las calles suecas del siglo XVIII entre las 8 de la tarde y las 3 de la madrugada. Y lo más importante, por mucho que el reloj no fuera del todo útil, habría sido un espectáculo interesante.
Pero ¿por qué? Tras tanto hablar de flores que se abre y se cierra, es normal que te preguntes cuál es el propósito de estos movimientos florales. Parece normal pensar que por lo general se protegen de las adversas condiciones nocturnas cerrando sus pétalos y abriéndolos para permitir que algunos animales las polinicen. Pero, en ese caso ¿por qué hay algunas que se abren por las noches y por qué ni siquiera las diurnas se abren todas a la misma hora?
Empecemos diciendo que ese cierre de los pétalos es lo que se llama nictinastia. Una nastia es un movimiento de las plantas que no tiene una dirección determinada, a diferencia de los tropismos cuyo ejemplo más clásico serían los fototropismos (donde crecen hacia la luz) o los tigmotropismos (hacia lo que estén tocando). Estas nictinastias no ocurren solo en las flores, sino que suceden del mismo modo en algunas hojas de determinadas plantas. A fin de cuentas, los pétalos y sépalos de una flor son una suerte de hojas modificadas. Por lo general, podríamos decir que el mecanismo que permite que se abran o se cierren consiste en estructuras que se “hinchan” generando presión y curvando en una determinada dirección la base de pétalos y hojas. En el caso de las hojas, por ejemplo, esta estructura se llama pulvinus y funciona casi como un brazo hidráulico.
Estas nastias pueden estar desencadenadas por muchos factores diferentes. Algunas nictinastias se disparan ante cambios en la luminosidad, lo cual es, posiblemente, lo que ya suponías. No obstante, otras lo hacen ante la humedad, para evitar que se moje su polen complicando el vuelo de los insectos que quieran polinizarlas. Otras parecen seguir ciclos internos relativamente independientes del entorno, sus propios ritmos circadianos. Y el motivo para tal diversidad es que, de ese modo, pueden encontrar marcadores, indicadores que les permitan sincronizarse entre ellas y con quienes puedan polinizarlas. No todo son abejas y mariposas, las polillas, los escarabajos, los colibríes e incluso algunos los murciélagos liban el néctar de ciertas flores, impregnándose con su polen y fomentando su dispersión.
Mientras el animal polinizador está descansando, no tiene sentido exponer sus órganos sexuales al exterior de cualquier manera. Así pues, la coevolución ha hecho el resto, restringiendo la apertura de las flores a determinadas horas, así como les ha dado forma para acoplarse y atraer a su polinizador.
Así que, no lo dudes. Si tienes tierras y la posibilidad de adquirir un gran número de extrañas especies de plantas florales, esta es tu oportunidad. Con un rápido vistazo a Philosophia Botanica puedes recrear el reloj que Linneo nunca hizo y, quién sabe, tal vez consigas mejorarlo plantando especies desconocidas en el siglo XVIII. En el peor de los casos te quedará el jardín más interesante (y abigarrado) del vecindario.
QUE NO TE LA CUELEN:
- No es lo mismo un reloj floral que el Horologium Florae. El primero es un reloj con mecanismos usuales de reloj, pero vestido de vegetación, el segundo es totalmente biológico, sin engranajes ni baterías.
REFERENCIAS (MLA):
- Cortizo, M., and P. Laufs. “Genetic Basis Of The “Sleeping Leaves” Revealed”. Proceedings Of The National Academy Of Sciences, vol 109, no. 29, 2012, pp. 11474-11475. Proceedings Of The National Academy Of Sciences, doi:10.1073/pnas.1209532109. Accessed 22 June 2020.
- Gardiner, Brian G. “Linnaeus’ Floral Clock”. Web.Archive.Org, 2020.https://web.archive.org/web/20131212123532/http://www.linnean.org/Resources/LinneanSociety/Documents/Library-and-Archives/4-Floral%20Clock.pdf
- Linnaeus, Carl. “Philosophia Botanica”. Scientificlatin.Org, 2020, http://www.scientificlatin.org/philbot/pb335.html.
- Van Doorn, W. G. “Flower Opening And Closure: A Review”. Journal Of Experimental Botany, vol 54, no. 389, 2003, pp. 1801-1812. Oxford University Press (OUP), doi:10.1093/jxb/erg213. Accessed 22 June 2020.
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