Ciencia
Ante lo que no podemos predecir, el miedo y la ansiedad se parecen
Científicos descubren que el miedo y la ansiedad activan regiones cerebrales parecidas ante eventos impredecibles
Muchos utilizamos las palabras miedo y ansiedad como si fueran sinónimos, pero para los psicólogos y neurocientíficos son términos completamente diferentes.
El miedo es la respuesta de lucha o huida que realizamos cuando nos enfrentamos a una amenaza determinada. Si nos encontramos en frente de un tigre, nuestro sistema nervioso simpático se activa y entramos en un estado especial, adaptado para afrontar nuestros temores: nuestra concentración aumenta, nuestro pulso cardiaco se acelera y los músculos se ponen en tensión.
En cambio, la ansiedad se produce cuando nos enfrentamos a un peligro impredecible. Es el equivalente de no encontrarnos ningún tigre, pero saber que puede aparecer uno de un momento a otro. Ese estado de estrés sostenido tiene características diferentes y, si dura demasiado, puede tener consecuencias en nuestra salud.
La diferencia entre ambos fenómenos es sutil pero muy importante, ya que los problemas de ansiedad han ido en aumento en nuestra sociedad. Las crisis económicas, los conflictos bélicos y las pandemias provocan que la sociedad se sienta insegura sobre lo que puede pasar el día de mañana, y pueda estar en constante estado de ansiedad por alguna amenaza, como ponernos enfermos o perder nuestro empleo. El miedo ya surgirá cuando estas amenazas se vuelvan más reales, pero es la imprevisibilidad lo que hace un daño constante y progresivo. Todos los días oímos hablar del tigre y no sabemos cuándo llegará a vernos.
Este aumento de ansiedad permanente pone a nuestro cuerpo en un estado de estrés, que si bien es cierto que se ha demostrado que puede aumentar nuestras capacidades creativas y productivas a corto plazo, si se extiende en el tiempo se vuelve un foco de enfermedades fisiológicas como hipertensión, o trastornos mentales como depresión.
Sabemos bastante sobre los mecanismos neurológicos del miedo, ya que llevamos décadas de estudios en animales de investigación y humanos, pero la ansiedad es algo más complejo. No es tan fácil generar ansiedad a ciertos animales, y los resultados con humanos aun llevan pocas décadas. Esto hace que sepamos mucho sobre el miedo, pero tengamos lagunas importantes para comprender la ansiedad, y nos limita a la hora de pensar tratamientos efectivos para disminuirla.
Esta semana, un equipo de investigadores americanos y coreanos han publicado un nuevo estudio en la revista Journal of Neuroscience que tambalea los pocos esquemas que se han creado para explicar la ansiedad en el cerebro. Han comprobado que, en ciertas circunstancias, la ansiedad y el miedo activan las mismas regiones en el cerebro. De confirmarse, esto permitiría aprovechar lo que sabemos del miedo para interpretarlo en la ansiedad, como si fueran las dos caras de una misma moneda.
Tres, dos, uno...
En su experimento, introdujeron a un centenar de voluntarios en un escáner de resonancia funcional. Este tipo de dispositivo permite medir de manera aproximada el flujo sanguíneo en diferentes áreas del cerebro e intuir qué regiones del cerebro se activan más en diferentes situaciones. Cuanto mayor sea el flujo sanguíneo, más actividad tendrá esa región.
Ya se han hecho muchos estudios sobre miedo y ansiedad usando este dispositivo. Si asustamos a los voluntarios dentro del escáner, se activan inicialmente las amígdalas, implicadas en el reconocimiento de estímulos peligrosos y en la activación de la respuesta de huida. En cambio, si aumentamos la ansiedad de los voluntarios, por ejemplo, haciéndoles perder dinero con un juego imposible de ganar, se activa inicialmente la base de la estría terminal, una región implicada en una activación más leve del estrés, que acelera la actividad general del cerebro.
El experimento de los científicos era un poco diferente al típico experimento de miedo y ansiedad. Antes de entrar en el escáner, ellos indicaron a los voluntarios que iban a aparecer unos números en la pantalla y que, en algún momento, recibirán una descarga eléctrica combinada con una serie de imágenes y sonidos desagradables, llenos de sangre y estímulos violentos.
Los voluntarios se dividieron en dos grupos, cuya principal diferencia eran los números que salían antes del susto. En uno de los grupos, los números disminuían en orden desde el 20 hasta el 0, avisando cuándo iba a suceder la experiencia, como en una nochevieja con final terrible. En el otro grupo, los números eran aleatorios, por lo que no sabrían cuándo llegaría el castigo hasta el preciso momento de sufrirlo.
Según los investigadores, esta diferencia en los números era lo que provocaba en los voluntarios diferentes sentimientos. Los que tienen la cuenta atrás saben cuándo va a venir el castigo, por lo que sentirán miedo del mismo. En cambio, los que tienen números aleatorios no saben cuándo va a venir, el castigo puede llegar en cualquier segundo, y tendrían una ansiedad constante.
La sorpresa vino cuando comprobaron que la actividad del cerebro en ambos experimentos era muy parecida. Se activaban las mismas regiones del cerebro y en el mismo orden en ambos casos. Según el estudio, es una demostración de que ambos fenómenos debían estar relacionados, y que el miedo y la ansiedad tienen una base neurológica común.
La amígdala y la base de la estría terminal son las zonas iniciales en las que se transmite el estímulo del terror o ansiedad, pero no son las únicas. Ambas actúan como el foco inicial de un incendio. Luego, se activarán más regiones, y este estudio muestra que la mayoría son iguales para ambos fenómenos. Dos incendios con diferentes orígenes pero que acaban quemando las mismas zonas del bosque.
Estos resultados hacen replantearse lo que sabemos sobre el miedo y la ansiedad, y tocará buscar nuevas definiciones y explicaciones para ambos fenómenos. ¿Será la ansiedad un miedo más leve y prolongado en el tiempo? ¿O es el miedo una versión más potente y acelerada de la ansiedad? Ambas posibilidades existen, y ahora queda buscar el experimento que aporte luz en una dirección concreta. No sabemos cuando tendremos nuevos resultados, pero intentemos que la espera no nos genere ansiedad.
QUE NO TE LA CUELEN:
- Aun no conocemos del todo las bases neurológicas exactas de estos procesos, solo a nivel sistémico. Es decir, sabemos que zonas parecen ser importantes para que estos fenómenos se produzcan, pero no conocemos la biología y coordinación de las células del sistema nervioso dentro de estas regiones. Los calmantes actúan a nivel general, afectando a la actividad nerviosa general de todo el cerebro y no a estos circuitos específicos. Por eso los efectos secundarios habituales son el sueño y la falta de concentración.
REFERENCIAS:
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