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¿Es ‘Oumuamua una nave alienígena? Posiblemente no y estos son los motivos

Recientemente, la idea de que ‘Oumuamua podría ser una nave alienígena ha recuperado fuerza entre los medios, pero la comunidad científica no secunda esta idea.

Reconstrucción del posible aspecto de ‘Oumuamua autoría de la NASA
Reconstrucción del posible aspecto de ‘Oumuamua autoría de la NASANASACreative Commons

El 19 de octubre de 2017, el astrofísico y astrónomo Robert J. Weryk hizo un descubrimiento digno de cualquier película de ciencia ficción: dio con un visitante de otro sistema solar. Se trataba de un extraño cuerpo que atravesaba nuestro vecindario, y no de cualquier modo. Su viaje no parecía seguir una órbita cerrada, una elipse como la que trazan los planetas, los satélites o los asteroides, era especial.

Aquel misterioso cuerpo recorría lo que en geometría se conoce como una hipérbola, una curva abierta que, si plasmamos sobre una suerte de hoja de ruta cósmica, nos lleva a una conclusión sin precedentes: el objeto venía de pasada, atravesando nuestro sistema solar de lado a lado para no volver. Aquello lo convirtió en el primer visitante interestelar y fue bautizado como ‘Oumuamua, que en hawaiano significa algo así como “primer mensajero distante”. Fue entonces cuando lo extraño rozó la ficción, porque durante su visita, ‘Oumuamua comenzó a acelerar. El misterio estaba servido y no tardo demasiado en jugarse la carta de los alienígenas.

¿Podrían ser alienígenas?

Una de las explicaciones más populares que se le dieron a esta aceleración consistió en que ‘Oumuamua podía tratarse de un cometa o asteroide cuyo hielo hubiera empezado a vaporizarse por su cercanía al Sol, propulsándolo como si de un motor se tratase. Esta explicación, sin embargo, tenía un problema bastante incómodo, y es que dicho vapor no pudo ser detectado. Los dispositivos que observaban al visitante y que (a priori) deberían haber sido capaces de medir estas emanaciones no encontraron nada. De hecho, la falta de “cola” del cuerpo llevó a pensar que, en contra de lo que se había pensado en un primer momento, se trataba de un asteroide y no de un cometa.

Teniendo este problema en cuenta, es normal que surjan otras hipótesis y aquí es donde entra en escena el coprotagonista de esta historia: el doctor Abraham Loeb. Como experto en astrofísico y con un currículum espectacular, el buen doctor no pudo resistirse al misterio de ‘Oumuamua y fue entonces cuando sugirió la especulación que le catapultó a los medios. ¿Y si fuera en realidad una nave extraterrestre?

Ilustración de la vela solar japonesa IKAROS (autoría de Andrezej Mirecki)
Ilustración de la vela solar japonesa IKAROS (autoría de Andrezej Mirecki)Andrzej MireckiCreative Commons

Las sospechas del Dr. Loeb le orientaban a pensar concretamente en una vela solar, un artilugio extremadamente fino y amplio que aprovecha la presión ejercida por las partículas de luz emitidas por el Sol como si de ráfagas de viento se trataran, impulsándose con ellas. Esto podría explicar el aumento de la velocidad y aquellas emisiones jamás detectadas.

Sin duda alguna, esta es la explicación más mediática y se ha abierto camino hasta los titulares de todo el mundo hasta tal punto que, cuatro años después, tras la publicación del nuevo libro del Dr. Loeb, la posible naturaleza extraterrestre de ‘Oumuamua sigue de actualidad. Ahora bien, aunque los medios puedan haber transmitido lo contrario, la comunidad de expertos no parece estar de acuerdo con esta hipótesis, ya sean astrofísicos o filósofos de la ciencia.

“Solo” una roca

Si alejamos la vista de la polémica y nos centramos en los trabajos científicos veremos que la situación no se presenta con la claridad que Loeb indica. En primer lugar, el detalle más evidente es que ‘Oumuamua pasó a una gran velocidad y de improviso lo cual ha limitado notablemente los datos acerca de su composición y sus posibles emisiones. Dícese en ciencia que la ausencia de evidencias no es la evidencia de ausencia y parece plausible que, en estas condiciones, no hubiéramos podido detectar tales emisiones, aunque estas hubieran tenido lugar.

Por otro lado, el Dr. Loeb asume que ‘Oumuamua tiene una forma chata que, según el investigador es poco natural, pero convenientemente parecida a una vela solar. Sin embargo, no es solo que conozcamos objetos naturales con formas parecidas, como es el caso de 486958 Arrokoth, sino que hay otras reconstrucciones que podemos inferir a través de su brillo. En función de la composición real del objeto podría tratarse tanto de un disco, como de un cilindro seis veces más largo que ancho. Frente a tanta ambigüedad, los pocos datos sí fiables parecen hablarnos de características bastante típicas de otros asteroides, normalizando bastante la figura del visitante.

A tenor de todo esto la especulación del Dr. Loeb se vuelve innecesaria incluso para la propia ciencia. Dicho burdamente: puede ser lícito que si no encuentro mis zapatillas piense que una banda organizada ha irrumpido en mi casa para robarlas, pero lo más probable es que las haya perdido bajo el sofá. Mientras no encuentre indicios de un allanamiento, mis sospechas no tienen necesidad alguna de proponer fantasiosas teorías sustentadas en torres de especulaciones. Y del mismo modo, los extraterrestres de Loeb no parecen explicar nada que una roca no pueda resolver.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • Uno de los argumentos del Dr. Loeb consiste en unos cálculos realizados por él mismo donde estimaba que la posibilidad de detectar objetos interestelares con la tecnología actual es casi nula. Esto le lleva a supeditar la evidencia experimental a lo que digan una serie de cálculos poco definidos, sugiriendo que, dada la improbabilidad de que sea un asteroide o un cometa de otro sistema solar, estemos ante tecnología extraterrestre. La realidad es que, a falta de uno, ya hemos descubierto dos viajeros interestelares, siendo el segundo 2I/Borisov, un cometa perfectamente natural y libre de controversias.

REFERENCIAS (MLA):