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¿De verdad necesitamos una agencia espacial española?

Más que sobre viajes a la Luna, la decisión tiene que ver con un mercado cada vez más orientado al espacio

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Durante las últimas horas, las redes sociales han entrado en combustión. Que internet arda en llamas no es nada nuevo y estaríamos ante un viernes más si no fuera por el tema que ha despertado a esta turba enfurecida. No se trata del último escándalo político, ni de la final de un reality, ni siquiera de las declaraciones políticamente incorrectas del famoso de turno: el gobierno ha anunciado la creación de una agencia espacial española. Las comparaciones no se han hecho esperar, ya fuera en formato de ácido meme o con chascarrillos nostálgicos apelando a la legendaria TIA (Técnicos de Investigación Aeroterráquea) que encarnó todos los clichés y complejos nacionales a lo largo de los tebeos de Mortadelo y Filemón.

La imaginación de los internautas ha despegado con la fuerza de un cohete y se han imaginado eso mismo, cohetes enviando españoles a la Luna o poniendo robots en Marte. Solo hace falta una rápida búsqueda para entender que el presupuesto necesario para una empresa de tal calibre está muy lejos de lo que nuestro país puede afrontar. Podemos estar de acuerdo en que plantear la creación de una agencia espacial española con el propósito de surcar el profundo cosmos no es la mejor de las ideas. Es más, parece absurdo que quienes conocen de cerca los presupuestos de nuestro estado puedan plantear tal majadería. Visto así hay dos opciones, o bien todo un grupo de expertos se han equivocado de la forma más vergonzosa imaginable, o bien estamos pasando por algo algún detalle crucial. Teniendo en cuenta que muchos críticos se han informado con píldoras de 280 caracteres, parece cabal apostar por la segunda opción.

Una inversión

Es curioso cómo vivimos en un mundo muy distinto al que nos rodea realmente. Durante nuestra vida vamos construyendo caricaturas, simplificaciones, consignas e idealizaciones que tal vez fueran útiles en su momento, pero que con el paso de los años quedan desfasadas. Estas realidades paralelas se pegan a nuestro ser como lapas al casco de barco y son pocos quienes se toman el tiempo de sacar la rasqueta y sanear sus maderas. La inercia y la frenética vida de nuestro siglo hacen que las lapas se acumulen y, subrepticiamente, acabemos viviendo en una historieta de ciencia ficción.

Hubo un tiempo en el que el espacio se redujo a la carrera espacial, construir un cohete que pudiera llevarnos a la Luna. Aquello caló tan fuerte que su eco sigue escuchándose en nuestra época, más de medio siglo después de que acabara la propaganda espacial de la Guerra Fría. Las historias que han llegado a oídos del público generalista son esas, las de nuevos mundos que explorar, las de Marte y la Luna, pero lo cierto es que tras estos clichés hay una realidad mucho más compleja y solo entendiéndola podemos llegar a comprender la importancia que tendría una agencia espacial española.

Siempre se ha revindicado que la exploración espacial supone un motor importantísimo para el avance tecnológico y científico, gracias a la transferencia de conocimiento que se da en este campo. Las soluciones aplicadas a los problemas del sector aeroespacial han sido llevadas a otros terrenos, dando a luz tecnologías tan imprescindibles como el GPS, las máquinas de TAC o de resonancia magnética, los termómetros de infrarrojos, las bombas de insulina. Todo esto es cierto, la inversión en la exploración espacial es una de las más rentables del sector tecnológico, en especial en cuanto a lo que aplicaciones médicas se refiere. Sin embargo, si nos aferráramos tan solo a este argumento, estaríamos apoyándonos también de viejas simplificaciones, porque ya hemos puesto el pie en una era donde la inversión en el sector espacial no es solo un lujo que nos permita desmarcarnos del resto de países, sino que son las nuevas reglas del juego y si no las seguimos nos quedaremos en el banquillo.

El error de quedarse en tierra

Las empresas privadas están empezando a apostar por el mundo del espacio, desarrollando tecnología que ofrecer a las agencias espaciales para abaratar sus costes, creando un nicho de mercado que no existía hasta ahora. Una agencia espacial puede estimular el desarrollo de esta nueva industria. Como si fuera el juego de las sillas, de nuestra velocidad de reacción dependerá que encontremos un lugar para nosotros en este joven mercado.

Y claro, para todo esto no hacen falta cohetes a la luna ni sondas en Júpiter. Hablamos de satélites, de globos meteorológicos, de dispositivos mucho más económicos y cada vez más protagonistas del mundo en que vivimos. Gracias a todos ellos podremos ser más autónomos en materia de tecnologías tan relevantes como las telecomunicaciones, el estudio del clima, la vigilancia forestal, etc.

Una agencia espacial española no es, por lo tanto, una mala idea por sí misma. Es un paso necesario y evidente si ponemos la vista en lo que está sucediendo en otros países, claro que, como con todo, lo realmente importante es lo que vaya a hacerse con ello. Porque, por decirlo en una sola y rotunda frase, en el siglo XXI, quedarse en la tierra es quedarse atrás.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • A todo esto, hemos de sumar una ventaja mucho más burocrática, y es que, para desarrollar estos proyectos, ahora se necesita el consenso y colaboración de tantas instituciones que se vuelven prohibitivas. Una agencia espacial propia ayudaría a unificar las competencias en una misma figura, facilitando la expedición de licencias y contribuyendo a concretizar mejor sus aspectos legales.

REFERENCIAS (MLA):