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Los humanos también podemos “ver” con el oído, como los murciélagos

Un nuevo estudio apunta a que todos podemos aprender a orientarnos usando chasquidos y escuchando su eco

Murciélago Nathusius
Murciélago NathusiusOLIVER LINDECKEOLIVER LINDECKE

Cuando pensamos en ecolocalización viene a nuestra mente la imagen de un delfín o un murciélago, animales que emplean el sonido para guiarse por el entorno, pero no tanto porque detecten de donde proceden los sonidos y reconozcan qué los produce, que también, sino porque tienen un sistema de sonar integrado en su cuerpo. Son capaces de emitir pulsos sonoros que viajan desde su cuerpo, chocando con lo que les rodea, y enviándoles el sonido de vuelta, alterado, permitiendo que calculen la distancia recorrida por el sonido, la textura de la superficie con la que han chocado, etc. El nivel de detalle al que pueden llegar estos animales es sorprendente, pero lo cierto es que no son los únicos con dicho poder.

Sin ir más lejos, hace ya algunos años que algunos invidentes están aprendiendo a usar la ecolocalización. Emiten una serie de chasquidos entrecortados que proyectan en la estancia, esperando recibir un eco que les oriente y les de información sobre, por ejemplo, si hay puertas abiertas, columnas u otro tipo de obstáculos. Puede que hace unos años los casos de sujetos invidentes que empleaban ecolocalización fueran testimoniales, pero poco a poco va popularizándose, y aunque todavía no está implementado en los entrenamientos de movilidad y rehabilitación que normalmente se enseña a estas personas, no sería raro que su frecuencia aumentara poco a poco.

Ser un murciélago

Para un observador externo puede parecer extraño hasta el punto de generar cierta desconfianza, a fin de cuentas, los delfines y los murciélagos están anatómicamente preparados para algo así. Pueden emitir ultrasonidos, mucho más útiles para esta función. Y no solo eso, sino que las orejas de los murciélagos son especialmente eficaces recogiendo el sonido y los cráneos de los delfines son grandes conductores de las ondas sonoras, optimizando su capacidad para detectar minúsculas alteraciones en los sonidos recibidos. Nosotros no contamos con ninguna de estas adaptaciones y eso limita mucho lo que nuestra ecolocalización puede hacer.

Sin embargo, limitar no significa impedir. Cierto es que solo podemos recibir información de lo que ocurre frente a nosotros, en un ángulo de unos 60 grados delimitado por la apertura de nuestra boca. Otra limitación importante es la velocidad a la cual podemos emitir los chasquidos. Podemos imaginar cada uno de ellos como un fotograma de una película, cuanto más rápidos sean más fotogramas habrá por minuto y más fluida será la información, con pocos fotogramas estaríamos más ante un cómic que una película, para que nos hagamos una idea. Los chasquidos humanos duran unos 3 milisegundos y los emitimos a frecuencias entre 2 y 4 kilohercios.

Salvando estas distancias, en cierto modo una persona entrenada en ecolocalización puede hacerse una idea de lo que, hipotéticamente, sería ser un murciélago, algo que más que una especulación cualquiera estaría respondiendo a una pregunta icónica de la filosofía de la neurociencia, planteada por Thomas Nagel hace décadas y que pretende explicitar nuestra incapacidad para entender cómo experimentan otras mentes el mundo que nos rodea, y ya no solo entre especies diferentes, sino entre personas distintas.

Todos podemos ecolocalizar

Hasta hace muy poco, se asumía que la ecolocalización en humanos era algo principalmente limitado a las personas invidentes, ya que, posiblemente, necesitarían un oído más fino y entrenado que el de un sujeto estándar. Sin embargo, un nuevo estudio ha tratado de arrojar luz sobre esta cuestión. Para ello han tomado participantes tanto invidentes como videntes para su estudio, todos ellos con edades comprendidas entre los 21 y los 79 años. Estos sujetos fueron sometidos a un riguroso entrenamiento de 10 semanas para dominar los rudimentos de la ecolocalización. Posteriormente, se les realizó un seguimiento de 3 meses durante los cuales debían seguir poniendo en práctica lo aprendido en su vida diaria, permitiendo así que se estudiara su rendimiento.

Curiosamente, los resultados no parecieron mostrar una gran diferencia en el desempeño de ambos grupos, habiendo sujetos videntes que consiguieron alcanzar un rendimiento superior al de la media de personas privadas de su visión. En esos tres meses, algunos llegaron a conseguir habilidades comparables a las de algunos expertos, lo cual dice más sobre lo infraexplotada que está esta habilidad que sobre las capacidades de los sujetos de estudio.

Este tipo de investigaciones ayudan a comprender los límites de nuestros sentidos y, potencialmente, a mejorar la calidad de vida de quienes se han visto afectados por algunos de estos problemas. Queda mucho camino por recorrer, pero seguimos la trayectoria adecuada.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • A pesar de que hablamos de ecolocalización porque la información es decodificada de ondas sonoras que son emitidas por el mismo receptor y que se alteran al rebotar contra el entorno, es algo espinoso equiparar esta habilidad a lo que realmente hacen los murciélagos, no porque haya una diferencia cualitativa reseñable, sino porque juegan en ligas de sensibilidad y precisión absolutamente diferentes. No obstante, que no permita la cartografía precisa de una estancia no significa que no sea de gran utilidad para hacerse una idea general de lo que hay a nuestro alrededor.

REFERENCIAS (MLA):