Astrofísica

El exoplaneta que conocemos mejor que algunas partes de la Tierra

Gliese 486 b es el exoplaneta que mejor conocemos, aunque no parece ser habitable

Gliese 486B
Gliese 486BMiguel Roselló

Aunque suene extraño, lo cierto es que hay muchas cosas que conocemos mejor que “algunas partes de nuestro planeta”. La razón es sencilla: la Tierra es vastísima. La profundidad de sus océanos, la frondosidad de sus junglas y los relieves de sus cordilleras son difíciles de explorar y, aunque nos hemos adentrado en ellos como hemos podido, queda muchísimo que conocer, tanto que podemos decir que, a poco que sepamos sobre un tema, ya sabemos más que sobre esas partes concretas de nuestro planeta. Tampoco es una crítica, no tiene sentido guiarse por la exhaustividad cuando los recursos en investigación son tan limitados y hemos de buscar inversiones valiosas que proporcionen información de calidad y en cantidad o, en todo caso, algún tipo de retorno económico.

Investigar no significa explorar cada milímetro del mapa por si acaso, sino distribuir los recursos para explorar la realidad priorizando nuestros esfuerzos. Por ejemplo, ahora mismo, nos aporta mucho más conocer en profundidad un planeta de otro sistema solar que escrutar cada recoveco de la selva amazónica. Y bueno, algo así sucede con los exoplanetas. Desde que en 1995 descubrieron el primero (51 Pegasi b) hemos encontrado casi 150 planetas por año hasta superar los 4000. Ya apenas es noticia que se encuentre un planeta vagando por el cosmos, ahora hace falta algo más, como un estudio en detalle de su composición y su estructura. Pues de eso mismo va esta investigación, de las características de Gliese 486 b.

Lo que esconde su nombre

Para empezar poco a poco, podemos recordar que el nombre “exoplaneta” hace referencia a planetas externos a nuestro sistema solar. Hasta hace pocas décadas no sabíamos si existían otros mundos en torno a otras estrellas. Parecía lógico pensar que sí, pero faltaba la prueba que nos quitara de nuestra duda. La primera llegó en 1995, cuando ya llevábamos tres siglos sin descubrir nuevos planetas en el vecindario (si olvidamos al destronado Plutón, claro) y entonces comenzaron los nombres extraños. Si alguna vez te has preguntado a qué se deben esos bautismos propios de la ciencia ficción, la respuesta es mucho más sencilla de lo que parece. Fíjate que 51 Pegasi b y Gliese 486 b tienen un patrón común. Empiezan con lo que parece un nombre propio y terminan con una letra minúscula.

El motivo es que los exoplanetas se denominan, primero, con el nombre de la estrella en torno a la que orbitan y, en segundo lugar, con una letra minúscula que denota el orden en que han sido descubiertos dentro de ese sistema solar al que pertenecen. De esa manera, podemos decir que 51 Pegasi b fue el segundo exoplaneta en ser descubierto en torno a la estrella 51 Pegasi y Gliese 486 b el segundo en ser encontrado orbitando a Gliese 486. En cuanto al nombre de la estrella Gliese 486, es porque consta en el catálogo de estrellas cercanas compilado por Wilhelm Gliese en 1957, que luego se ha ido ampliando. Y, dado que en ese catálogo las estrellas se conocen como Gliese y un número a continuación que las distinga a todas, podemos hacernos una idea del origen de Gliese 486. Dicho eso, ahora sabemos, por lo tanto, que Gliese 486 b está orbitando en torno a una estrella de la secuencia principal (como nuestro Sol) de clase M (por lo que emiten una luz rojiza. De hecho, las estrellas más frecuentes del universo parecen pertenecer a esta clase, las enanas rojas y tienen la esperanza de vida más larga. Y, si orbita esa estrella, significa que el planeta está a unos 27 años luz de nosotros.

Explorando Gliese 486

Ahora bien, aunque el nombre nos ayude a situar al exoplaneta, hay mucho más que decir sobre él. Un reciente estudio liderado por José A. Caballero, del Centro de Astrobiología (CAB, centro mixto CSIC-INTA), ha creado un modelo de la estructura interna del exoplaneta Gliese 486 b. Gracias a ello, ha podido estimar el grosor de cada una de sus capas y deducir su posible composición. En el estudio, publicado en la revista Astronomy & Astrophysics, también hablan sobre la posible composición de la atmósfera de este planeta, algo que, aunque por ahora es especulativo, podríamos resolver en pocos años con la ayuda del telescopio James Webb, gracias a que el planeta se encuentra entre su estrella y nosotros, lo cual permite que la luz de Gliese 486, atraviese la atmósfera del exoplaneta y nos traiga información acerca de su naturaleza.

En el estudio, por ejemplo, sugieren que el centro de Gliese 486 pueda ser parecido al de nuestro planeta, con un núcleo interno de hierro sólido rodeado por una capa de hierro fundido (el núcleo externo). El motivo de esta suposición es complejo, pero para hacernos una idea: sabemos que Gliese 486 b conserva su atmósfera y eso significa que debe tener alguna manera de protegerla frente a los vientos de su estrella, que tenderían a arrancarla. En nuestro caso, por ejemplo, esa protección viene de nuestro campo magnético, que funciona como un escudo frente a estos vientos y, precisamente, el campo magnético se origina por las corrientes de hierro líquido en torno al hierro sólido de nuestro núcleo externo, como si fuera una bobina en movimiento generando un campo magnético. Así pues, tiene sentido suponer que Gliese 486 b preserva su atmósfera del mismo modo.

Capa por capa

En el estudio se añaden detalles sobre su manto superior e inferior, esas capas que rodean al núcleo y que podrían estar compuestas por agua, óxidos de hierro, de azufre y de magnesio. Supuestamente, la corteza estaría compuesta por silicatos, como la nuestra, dado que el silicio y el oxígeno reaccionan con suma facilidad formando estas rocas. En cuanto a la atmósfera, el equipo ha hecho predicciones basadas en el modelo y plantean la posibilidad de que esté compuesta por hidrógeno y helio, como suponemos que eran las atmósferas más primitivas o, tal vez, dióxido de carbono y vapor de agua de las erupciones volcánicas.

Sea como fuere, y simplemente para evitar malentendidos, Gliese 486 b no tiene pinta de ser habitable, ni siquiera asumiendo que su composición sea, efectivamente, parecida a la nuestra. Si los investigadores están en lo cierto, su temperatura es incompatible con la vida tal y como la conocemos (salvo la de algunos extremófilos). No obstante, el éxito de estas investigaciones no depende de encontrar una exotierra habitable, ni mucho menos. Cada migaja de conocimiento que podamos reunir sobre los exoplanetas ya es valiosa en sí misma, porque todavía es muchísimo lo que desconocemos sobre ellos y, por lo tanto, no sabemos qué tipo de información necesitaremos en un futuro. Gliese 486 b es, a la vez, especial, y uno de muchos.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • Aunque suele decirse que 51 Pegasi b fue el primer exoplaneta encontrado, en realidad fue el primero confirmado en torno a una estrella como la nuestra, pero las sospechas venían de unos años antes y los primeros confirmados orbitaban en torno a un púlsar, el Lich. No obstante, 51 Pegasi b ha ganado una merecida fama mediática y académica. Por la parte que le toca a los medios, se debe a que todo lo que se parezca a la tierra (al compartir un sol similar) nos evoca más. En cuanto a la academia, podíamos descubrir mucho más acerca de 51 Pegasi b que acerca de los exoplanetas anteriores.

REFERENCIAS (MLA):