Zoología

Los dragones existen y el cambio climático puede traerlos de vuelta según “Nature”

Ya son varios los artículos publicados en Nature sobre estas bestias medievales y en ellos sugieren que, tal vez, no sean tan fantásticos como creemos

Dibujo simulando una escena medieval con un dragón frente a un hombre, su perro, un búho nival.
Dibujo simulando una escena medieval con un dragón frente a un hombre, su perro, un búho nival.Prawny /PixabayCreative Commons

Decía Charles Baudelaire que “El mayor truco del diablo es hacernos creer que no existe” y quién sabe si, en realidad, se estaba refiriendo a los dragones. Solemos pensar que aquellas bestias son pura fantasía fruto de mentes menos civilizadas, pero la realidad podría ser muy diferente, o al menos eso sugieren varios artículos científicos, entre ellos dos publicados en la prestigiosa revista Nature. El texto seminal de la “dracología científica” se publicó en la Sociedad Británica de Ecología en 1976 y Hogarth, su autor, ha sido comentado hasta la extenuación. De hecho, ese mismo año, Robert M. May analizó el artículo de Hogarth en Nature. No obstante, el texto científico más conocido de esta disciplina es autoría de tres investigadores (Andrew J. Hamilton, Robert M. May y Edward K. Waters) y se publicó en Nature durante 2015, concretamente el 1 de abril. Por supuesto, muchos pensaron que se trataba de una broma propia de esa fecha, que los angloparlantes conocen como “April Fool’s Day”, celebración análoga a nuestro día de los inocentes, que casualmente es hoy, 28 de diciembre.

Los propios autores del texto de 2015 reconocen que “parte del contenido de este artículo puede merecer cierto grado escepticismo”. Lo que él pedía en su comunicado era reevaluar urgentemente las pruebas que tenemos sobre la existencia de estas bestias a razón de “unos documentos descubiertos por casualidad bajo un montón de candelabros oxidados en un armario cerrado […] en las profundidades de la Biblioteca Bodleian de la Universidad de Oxford”. Aquellos textos, autoría del monje Godofredo de Exmouth, relataban que la Alta Edad Media había sido un paraíso para los dragones. Por un lado, debido al óptimo climático medieval, un periodo de altas temperaturas en Europa que duró del siglo X al XIV. Por otro, gracias al gran número de caballeros, que constituían la principal fuente de nutrientes de los dragones. Así pues, Robert M. May concluye que “la combinación del descenso de las temperaturas y la fuerte disminución del número de caballeros provocó la aparición entre los dragones del Gran Sueño hacia principios del siglo XV muchas bestias ectotérmicas entran en un periodo de brumación (análogo a la hibernación en los endotermos)”. Curiosamente, a principios del siglo XIV empezó la Pequeña Edad de Hielo, que duró hasta mediados del siglo XIX.

Testimonios literarios

Según Andrew J. Hamilton, Robert M. May y Edward K. Waters, al igual que hacen otros reptiles, los dragones han ido despertando de su brumación, especialmente en dos momentos históricos: el primero iría de 1586 a 1597 y el segundo de 1680 a 1690. No obstante, las temperaturas inclementes hicieron que volvieran a dormir, aunque el mayor número de avistamientos dejó huella en las obras literarias publicadas durante estos periodos.

Pero ¿por qué tratarlos como inspiración de cuentos fantásticos? ¿Por qué sus testigos no dejaron testimonios rigurosos? El artículo científico cita la hipótesis de la neurotransferencia de Newt Scamander por la que un hechizo haría que, al percibir un ser mágico, nuestro cerebro guardara esa información “en un pequeño lóbulo del neocórtex reservado exclusivamente al pensamiento imaginativo”, tomándolo por pura ficción.

Pocos, pero diversos

Lo poco que sabemos de estos seres viene de historias que han sobrevivido al paso del tiempo. Hogarth, por ejemplo, comenta que algunos dragones consumían dos ovejas al día mientras que otros, como el que mantenía cautivo el Papa San Silvestre, devoraba 6000 personas diarias. Unos vivían 100 años, otros 10 veces más y, mientras que en la India fueron avistados en bandadas de 400, en Europa tendían a ser solitarios y en toda Inglaterra no habría más de unas pocas docenas. Robert M. May coincide en esto último y añade que “tales bestias longevas parecen haber estado en el extremo K seleccionado del continuo R-K y, por lo tanto, es probable que mostraran un comportamiento que tenía el efecto de mantener estables los niveles de población”.

O, dicho de otro modo, vivían mucho, pero tenían pocas crías en las que invertían mucha energía, lo cual habría contribuido que su población diezmara a poco que los caballeros pudieran matarlos con cierta regularidad, como creemos que pasó con la megafauna australiana. Según Hogarth, solo ha existido una ley que regulara la caza de dragones y se promulgó en 1345 en Rodas, aunque probablemente fuera para proteger a los caballeros y no a los dragones.

El resurgir

Ahora bien, este periodo de tranquilidad puede romperse pronto. Según el artículo de 2015, “la recesión económica mundial ha provocado un aumento de la búsqueda de tesoros “enterrados”, y los tesoros que sirven de hogar a dragones en reposo”. Esto sumado al aumento de las temperaturas medias por culpa del cambio climático podrían provocar un tercer despertar masivo de dragones, por lo que recomiendan encarecidamente “investigar más sobre la ropa protectora ignífuga, así como evitar los títulos honoríficos”.

Desde entonces no hemos hecho gran cosa para protegernos frente a los dragones, y podríamos considerar eso como un gravísimo error, si no fuera porque, efectivamente, todos estos estudios son bromasy hoy nos hacemos eco de ellos por ser el día de los inocentes. Porque la ciencia es algo serio, pero son muchos los ejemplos de humor que podemos encontrar entre la literatura científica.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • En el artículo publicado por Robert M. May en 1976 hacía una apreciación interesante sobre el origen de los dragones. “Uno de los rasgos más conservadores de la evolución de los vertebrados es la morfología tetrápoda”, esto es, tienen cuatro extremidades”. Sin embargo, los dragones canónicos tienen seis (dos alas y cuatro patas). “Este conservadurismo subyacente en la estructura esquelética, a pesar de la gran variación en la forma y función externas, refleja probablemente la relativa facilidad de modificación de los genes que rigen el momento del desarrollo, en contraposición a los que rigen la estructura básica”. Así pues, si los dragones fueran reales, tendríamos que habernos separado de ellos hace mucho tiempo, según Robert M. May, antes del Devónico (hace 400 millones de años). Y, por falso que sea el contenido del artículo, la reflexión tiene su interés.

REFERENCIAS (MLA):