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“No sé si he cometido un sincericidio”: el primer libro de la astronauta Sara García Alonso
La doctora en biología molecular y astronauta de reserva de la ESA habla sobre “Órbitas”, su primer libro

“Sospecho que muchos presupondrán que se trata de un libro de divulgación científica o sobre cómo me convertí en astronauta, pero no tiene absolutamente nada que ver con eso.” Así empieza la entrevista con Sara García Alonso, con una afirmación tan contundente y honesta como su libro. “Varias editoriales me ofreciéndome contar la historia de cómo llegué a ser astronauta y… a todas les dije que no”, continúa diciendo “pero sí que quería escribir un libro, mi libro… a mi manera”. Y, efectivamente, eso es Órbitas, el primer libro de la primera astronauta española, doctora en biología molecular e investigadora en el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO).
“Hasta cierto punto me preocupa que los lectores se puedan sentir decepcionados por esperar una cosa y encontrarse otra”, admite Sara tras dar otro sorbo al vaso de agua que tenía ante ella. Desde que fue elegida astronauta de reserva de la ESA, en 2022, la atención mediática se había abalanzado sobre ella y, en ese tiempo, su personalidad había permeado a través de entrevistas, charlas y colaboraciones. Sin embargo, este libro había nacido mucho antes de toda aquella vorágine, antes incluso de que soñara con el espacio.
Antes de los focos
“La idea primigenia surgió cuando tenía 15 años, en una conversación con mi padre, cuando le dije que algún día escribiría un libro sobre las sábanas”. Y, aunque Órbitasno trata sobre sábanas, sí lo hace uno de los relatos que contiene. “Él no entendió a qué me refería”, añade Sara, “pero era una forma de cuestionarme todas estas cosas que hacemos un poco por deriva, sin plantearnos el porqué de nuestras acciones. Me hacía esas preguntas cuando era una adolescente y con el tiempo me he ido preguntando muchas más, así que tenía ganas de plasmar todas en un libro”.
Año tras año, las ideas se acumularon en la mente de Sara, algunas incluso fueron plasmadas en tinta, pero faltaba un detonante, algo que convirtiera esos retazos en una obra. “Decidí hacer un compendio de todo a raíz de que nos nombraran a Pablo y a mí astronautas, porque empecé a vivir tal cantidad de cosas que me daba miedo que todas estas vivencias y reflexiones previas quedaran difuminadas por la intensidad de los nuevos acontecimientos”. El resultado es un viaje absolutamente personal a través de seis órbitas que nos invitan a reflexionar sobre la identidad en general y la suya en particular.
Capas sobre capas
Un viaje que no ha sido sencillo. “Es el proyecto más desafiante y satisfactorio que he llevado a cabo en mi vida.” En su cara no hay rastro de duda, no está lanzando palabras al aire. “Me ha costado más que la tesis doctoral, que es mi mayor orgullo hasta la fecha y, sin embargo, escribirlo se convirtió en mi afición favorita durante el proceso. Podía estar horas y horas, enterrándome en una zona muy profunda de la que me costaba mucho salir. Cuando decidía recuperar mi vida tardaba varios minutos en escalar de nuevo hasta la superficie. Durante el proceso he crecido porque me he conocido más a mí misma y, de alguna manera, también me he vaciado por completo”.
Abrirse así es un ejercicio agotador, pero Sara no solo habla del contenido, sino de la forma en que ha presentado sus entrañas. “Cuando haces un texto puramente científico te basas en tecnicismos”, continúa diciendo, “así que las palabras ya te vienen dadas. Sabes cuáles tienes que escoger para contar de la manera más rigurosa y meticulosa lo que has hecho. En el libro, en cambio he pensado cada palabra. Sobre el contenido hay otra capa con un subtexto lleno de sarcasmo. Hay muchas referencias veladas más allá de las escritas a pie de página. Y, para mí, que soy una auténtica melómana, la musicalidad de las palabras era muy importante y hay una matemática en la estructura de los párrafos que, probablemente, solo esté en mi cabeza. Si el libro te hace pasar un buen rato, lo sentiría como un halago para mí, y si hay alguien capaz de percatarse de todas esas capas ya sería un sueño”.
Un libro… ¿para quién?
Tras bromear con la posibilidad de que un lector de La Razón le envíe un dosier de 80 páginas analizando cada capa y detalle del libro (y considerarlo excesivo, advierto) me atrevo a hacer una pregunta que llevo rumiando desde que terminé de leer el libro: ¿para quién lo has escrito? “Este libro es un 50% para el público y otro 50% para mí”, reconoce Sara. “En todo momento he pensado en el lector, en que sea entretenido y en la musicalidad de las palabras; pero al mismo tiempo es un proyecto que he hecho para mí, para desafiarme y cumplir un sueño”.
Sara se detiene un instante apenas perceptible, tal vez dudando si decir lo que acaba de pasar por su cabeza y finalmente confiesa: “De hecho, cuando lo terminé le dije a la editorial que estaba pensando no publicarlo porque me daba mucha vergüenza abrirme así. Me asustaba contar tantas cosas personales, porque por un lado quería compartirlo con todo el mundo, pero al mismo tiempo me daba muchísimo pudor pensar en cada persona que fuera a leerlo”.
Sincericidio en seis actos
Sin embargo, ‘Órbitas’ ha logrado abrirse paso hasta los anaqueles de las librerías y Sara ha tenido tiempo para pensar en lo que eso significa. “No sé si he cometido un sincericidio, pero ser honesta me da tranquilidad. Me da paz mental saber que ésta soy yo y que es un buen ejercicio de cara a la galería, que quienes somo elegidos astronautas no somos superhéroes, somos vulnerables y cometemos errores. Esos vicios y virtudes que tenemos los seres humanos forman parte de la raza humana en su totalidad, no hay excepciones”.
Desde luego, hablar sobre uno mismo es todo un deporte de riesgo, constantemente haciendo equilibrios entre la falsa modestia y la soberbia. Un equilibrio que, tal vez, sea imposible. “Intento no pensar en cómo se lo va a tomar la gente. Escribo lo que siento, del mismo modo que a veces me quito mérito por cosas que me están sobreatribuyendo. Soy completamente sincera para bien y para mal y quiero pensar que tengo poca vanidad porque no suelo alardear de lo que hago. Hasta me seleccionaron como astronauta de reserva no compartía nada de lo que hacía. Mis publicaciones, mis proyectos creativos… no los compartía con nadie, los conocían mis padres y mi pareja. Si yo hacía algo lo guardaba en un cajón, ni siquiera se lo regalaba a nadie porque me daba vergüenza”.
Maniobras orbitales
Y, sin embargo, ahí estaba, presentando su primer libro, en parte para poner en palabras el viaje que la había llevado de esconder obras en sus cajones a publicarlas con una de las mayores editoriales del país. “No quería escribir mis memorias, soy muy joven para eso”, aclara entre risas. “Por eso no he contado toda mi biografía. Me he centrado en unas pocas órbitas, cada una con un propósito. Con la primera quiero responder a la dichosa pregunta de ‘¿Siempre has querido ser astronauta?’. Es una forma de recordarnos que no tenemos por qué etiquetarnos con un concepto del que luego nos cueste salir. La órbita dos habla de cómo me enfrenté a algo que me limitaba y decidí mirar a ese miedo a los ojos”. Un capítulo que nos lleva de una adolescente asustada por la idea de viajar sola hasta una adulta que, motu proprio, se inscribe a un campamento para ser atacada con tasers y granadas de humo.
“En la tercera órbita trato de hacer una oda a la música (y por eso incluyo una carta que escribí usando letras de canciones), pero también buscaba revindicar ese espíritu adolescente que sigue un poco latente en mí. Ahí es donde se asentó mi tendencia a no aceptar todos los convencionalismos y ser fiel a unos valores. La órbita cuatro, en cambio, es un proyecto totalmente distinto. Quise hacer un homenaje a grandes escritores de León que se dedican a contar cuentos a los que llaman filandones, así que me decidí a escribir ficción y es, con diferencia, la órbita que más me costó, pero esos cuentos son mi forma de plantear las preguntas que hay al final y que, a su vez fueron el germen del libro”.
Solo entonces, tras cuatro órbitas de aproximación, llegamos a las dos más biográficas. “La quinta trata sobre cómo a veces tomamos las riendas de nuestra vida para dar un cambio y, en la sexta, cuento el proceso de selección de la ESA como si fuera una película de espías. Ahí es donde acaba todo porque es el final de una etapa y el comienzo de otra”. Porque, a pesar de lo golosa que pueda ser la idea, Sara tiene claro que no añadirá más órbitas en futuras ediciones. Sus planes son otros (y muchos).
Más que una astronauta
“Tengo varias ideas, algunas muy estructuradas desde hace tiempo. Puede que me decante por un libro de divulgación científica, una novela ilustrada sobre exploración espacial o quizás un libro para niños que aúne telescopios y microscopios, para ver la maravilla que hay entre lo más pequeño y lo más grande. Incluso tengo una idea de novela que no sé si seré capaz de escribir, pero no tengo prisa y puede que lleguen en dos años o en veinte”. Y es que, como decía en su primera órbita, a Sara no le entusiasman las etiquetas y su figura pública se ha ido desmarcando de ellas poco a poco. “Al principio se me asociaba sobre todo con la figura de astronauta, pero a raíz de la atención de los medios he aprovechado para poner de manifiesto toda la investigación que hacemos en el CNIO y no voy a parar porque me siento orgullosa de ello.”
Porque, como astronauta de reserva, Sara tiene los pies en la Tierra en más de un sentido y sabe que, quizás, nunca llegue a atravesar la línea de Kármán, donde empieza el espacio. “En la tercera fase, en Colonia, tuve una entrevista de hora y media con un psicólogo. Recuerdo que me preguntó qué haría si él pudiera asegurar en ese instante que sería elegida pero que nunca participaría en una misión. ¿Seguiría? ¿Lo rechazaría?... Esa fue la primera vez que me lo planteé, pero cuando decidí optar al puesto de astronauta no lo hice solo por ese 5% del tiempo que estás en una misión espacial. Lo hice porque me atraía el 95% restante estaba relacionado con formación continua, la divulgación, el entrenamiento, dar apoyo a otras misiones, con aprender de proyectos y contribuir a nuevas investigaciones”.
Sara no hablaba por hablar, aquellas palabras venían de una reflexión sincera como las que habían vertebrado su libro. “Obviamente el broche sería ir al espacio, pero eso no depende de mí, son factores políticos y económicos. Lo que puedo es contribuir en todo lo demás, y eso es lo que intento hacer. De hecho, a mí como miembro de la reserva de astronautas no se me exige nada, no tengo vinculación contractual con la ESA, puedo volver a mi laboratorio y desaparecer de los medios porque no va a cambiar mi destino, pero me pareció irresponsable desaprovechar este altavoz cuando puedo ser un referente para futuras generaciones y visibilizar lo que hacemos los científicos. Si algún día llega esa misión será maravilloso y, si no, habré contribuido a hacer del mundo un lugar un poquito mejor, que era mi objetivo desde niña”.
REFERENCIAS (MLA):
- García Alonso, Sara. Órbitas: Apuntes de una vida en continua exploración. Ediciones B, 2025.
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