Ciencia

¿Cómo evitar un empacho estas navidades? (Con la ayuda de la ciencia)

Los trucos no serán fáciles, pero serán más llevaderos que un empacho por mazapanes

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Cena navidadFreepik

Para un momento. Deja tu mente en blanco y rellénala con una escena navideña. Tus seres queridos comiendo juntos alrededor de un opíparo banquete. Sobre la mesa hay de todo lo que puedas imaginar, tus platos favoritos cocinados a la perfección, justo como a ti te gustan. Las risas se suceden, la noche os envuelve y las copas van pesando cada vez más. Más pronto que tarde acabas deslizándote entre las sábanas para descubrir que… ¡Vaya!, toda esa comida tenía un precio. Tu estómago ya no es lo que era y sientes que en él hay una marejada absolutamente corrosiva. Estás hinchado y cada movimiento lo delata . ¿Cómo puedes haber vuelto a cometer el mismo error? ¿Acaso no existe una manera de disfrutar de la comida sin inmolar a tu aparato digestivo?

Las cenas de navidad son realmente aterradoras para algunos. Si estamos intentando mejorar nuestra relación con la comida, este tipo de situaciones donde existe una presión social para engullir sin demasiada mesura, puede ser un problema. Y no hablamos de dietas, para nada. Hablamos de aquellas personas que utilizan equivocadamente la comida para lidiar con el estrés o, quizás, han padecido algún trastorno alimenticio e intentan dejar de restringir lo que comen. Tal vez, la presión por alimentarse durante estas fechas sea un estímulo demasiado agresivo para algunos. Sin embargo, en este artículo queremos centrarnos en algo más frecuente: los empachos y cómo evitarlos.

Consejos de Perogrullo

Algunos consejos, por muy científicos que sean, son de Perogrullo. Y, sin embargo, nos entran por un oído y nos salen por otro. Tal vez por eso convenga recordarlos, aunque creamos sabernos la lección. El primero y más evidente es comer menos. Así de fácil y así de difícil, pero parecemos olvidar que apenas lo notaremos en el disfrute si reducimos un poquito las cantidades que engullimos, pero sí lo notaremos muchísimo en nuestra experiencia posterior. Otra cosa es que seamos capaces de racionalizar esto cuando el hambre aprieta y la gula ahoga.

Así que, si nos cuesta, una opción para controlarnos sería repartir un poco más las ingestas durante el resto del día. De ese modo llegaremos más saciados a las comidas y controlaremos mejor nuestro apetito. Aunque claro, aumentar el picoteo a base de saquear las cajas de polvorones no parece una buena estrategia. La clave es que, entre las comidas principales, tratemos de mantener el hambre a raya con alimentos más sanos, como frutas o frutos secos. Ya tendremos tiempo de catar la navidad en la cena. Puede parecer poco intuitivo que comiendo más veces controlemos mejor la ingesta, pero si el picoteo es sano y la comida principal nos tienta al empacho, puede ser una buena alterantiva.

Pero la cantidad no lo es todo. El tipo de alimento puede condicionar enormemente nuestra digestión. Hay comidas que nos sientan mucho más pesadas que otras. Por ejemplo, los guisos contundentes dan digestiones más complicadas que una pechuga a la plancha. Y ese es el segundo truco: evitar excedernos con determinadas comidas. Si controlamos un poco más los alimentos con más grasa y especias, los ultraprocesados, las bebidas con gas y el alcohol podremos disfrutar del resto de platos con mayor ligereza. Comer un poco más de esto y un poco menos de aquello de forma estratégica puede salvar nuestro sueño de una noche de indigestión.

Todo suma

El siguiente truco trae buenas y malas noticias. Buenas porque cumplirlo no supone ningún esfuerzo, de hecho, es más bien un placer. Malas porque no caerá esa breva. Se trata de mantener la tranquilidad, que como decía Álvaro de Fuentecerrada, “es lo que más se busca”. Las reuniones familiares son siempre una fuente de estrés, ya sea por las discusiones o por la tensión de organizar un evento así. Y, por desgracia, a nuestro cuerpo no se le da bien hacer la digestión cuando está angustiado.

El sistema nervioso puede activar el sistema parasimpático, que nos relaja y estimula el movimiento de nuestro tracto digestivo y la secreción de sustancias; o bien, puede activar el sistema simpático, que nos prepara para luchar o huir de los peligros, priorizando la supervivencia inmediata y cortando todo lo demás, como la digestión o la lívido. El estrés, por lo tanto, complica la digestión y, cuando es extremo puede llegar a detenerla del todo. Una misma comida en un ambiente tranquilo será mucho menos pesada que en plena batalla dialéctica contra tu tío Mariano.

Consulte con su farmacéutico

Es posible que todos estos consejos no sean suficientes y quieras poner algo de tu parte, tal vez visitando una herboristería y comprando algunas hierbas. Si se te ha pasado por la cabeza algo así, solo podemos decirte una cosa: para. Candela, jarilla o Dodonaea viscosa, por ejemplo, es una de esas muchas plantas con supuestos efectos medicinales y, como con la mayoría de sus compañeras, no hay evidencia científica de sus beneficios. No hacen falta plantas exóticas para aliviar nuestras digestiones. El agua caliente de una infusión cualquiera (o un café) ya parece ayudar un poco, así que, simplemente disfruta de la infusión que quieras, porque su mayor virtud será que puedes tomártela en lugar del aguardiente.

En vez de ir a la herboristería, puedes acudir a la farmacia, pero no para recetarte algún extra, sino para todo lo contrario. Tal vez seas de esas personas que, casi por costumbre, se toman algún analgésico para gestionar dolores poco intensos. Tratamientos como el ibuprofeno pueden complicar las digestiones y podría ser buena idea evitarlos si es médicamente posible, al menos los días en que planeas cenar con fruición. En cualquier caso, insistimos: consulte siempre antes con un profesional sanitario cualificado.

Muévete

Y, finalmente, otra recomendación que nos trae la ciencia y que ya todos intuíamos es la de moverse. Tras esa legendaria frase de “volvamos dando un paseo para bajar la comida”, hay mucho sentido común. Porque, evidentemente, un paseo de 30 minutos no va a compensar los excesos calóricos de una comida, tardaríamos mucho más en quemar esa cantidad de energía, pero es que con “bajar” no nos referimos a eso. La actividad física moderada facilita la digestión, entre otras cosas porque simplemente el hecho de estar de pie ya estimula la motilidad intestinal. Así de sencillo: un paseo tras cada comida prevendrá indigestiones y, si encima lo acompañas con algo de ejercicio intenso en algún otro momento del día, la experiencia será todavía mejor.

Así que, aunque la mejor opción (nutricionalmente) sería festejar con comidas ligeras, no parece una alternativa muy plausible. La mejor manera para que un organismo no se muera de hambre es que comer le produzca placer, sobre todo determinadas sustancias que no son fáciles de obtener, pero que son muy necesarias. Estamos aquí porque nos encanta alimentarnos y las grasas y los azúcares nos gustan tanto porque no eran fáciles de obtener y aportaban una cantidad nada desdeñable de energía. Es una cuestión evolutiva y, por lo tanto, es natural que, por lo tanto, queramos acompañar momentos emocionalmente significativos con actividades que sacien placeres tan fundamentales. Es más, posiblemente estemos de acuerdo con que la comida es una opción mucho menos inquietante que otras alternativas si lo que queremos es festejar algo con la familia.

Como podemos ver, hay alternativas al empacho, formas en las que podemos moderar las comilonas para disfrutar de nuestros seres queridos sin castigar nuestro estómago por ello. Como hemos visto, el truco estará en picar sano entre comidas, reducir los alimentos más indigestos, hacer ejercicio moderado, huir del estrés y evitar analgésicos innecesarios si nuestro médico o farmacéutico lo ven pertinente. Pero, sobre todo, la mejor recomendación que podemos hacer desde este artículo es una que, con suerte, te acompañará todo lo que te queda de vida. Una que no solo te granjeará beneficios al digerir estas navidades, sino que te regalará años y calidad de vida, te alejará de la enfermedad y te hará ahorrar para ese viaje que siempre has querido hacer: deja de fumar. El tabaco es uno de los factores que más contribuye a la indigestión durante estas fiestas (y durante el resto del año, no te engañes). Así que, si no quieres prescindir del cochinillo y los postres navideños, proponte dejar de fumar.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • A pesar de lo que se pueda pensar popularmente, el alcohol no es un digestivo, sino todo lo contrario. Sabemos que el alcohol es una sustancia peligrosa, potencialmente cancerígena, tóxica para nuestras células y que daña el hígado, el cerebro y otros tantos órganos al ser ingerida. Cada gota asocia un riesgo, no hay una dosis segura, pero la decisión de consumirlo o no es nuestra. Puede que nos compense ese riesgo del mismo modo que nos compensa el de practicar determinados deportes o el de vivir en una ciudad llena de contaminación, pero sigue siendo un riesgo evitable, por duro que sea reconocerlo. Así pues, lo realmente importante es que tomemos la decisión de manera informada (sea la que sea) y que no nos creamos milongas que solo ayudan a calmar nuestras disonancias cognitivas o, dicho de otro modo: a dormir más tranquilos cuando sabemos que no estamos haciendo bien.

REFERENCIAS (MLA):

  • Wang, Qiangjun et al. “Drinking Warm Water Improves Growth Performance and Optimizes the Gut Microbiota in Early Postweaning Rabbits during Winter.” Animals : an open access journal from MDPI vol. 9,6 346. 12 Jun. 2019, doi:10.3390/ani9060346
  • Bishehsari, Faraz et al. “Alcohol and Gut-Derived Inflammation.” Alcohol research : current reviews vol. 38,2 (2017): 163-171.
  • Peters, H P et al. “Potential benefits and hazards of physical activity and exercise on the gastrointestinal tract.” Gut vol. 48,3 (2001): 435-9. doi:10.1136/gut.48.3.435
  • Konturek PC, Brzozowski T, Konturek SJ. Stress and the gut: pathophysiology, clinical consequences, diagnostic approach and treatment options. J Physiol Pharmacol. 2011 Dec;62(6):591-9. PMID: 22314561.