
Neurociencia
La IA devuelve el control a un paciente con parálisis a través de un brazo robótico sin precedentes
Un proyecto liderado por el doctor Karunesh Ganguly ha logrado diseñar una brazo robótico muy superior a los que teníamos hasta ahora

Investigadores de la Universidad de California, en San Francisco, han devuelto el control de su brazo a un paciente con parálisis. Puede que te suene a ciencia ficción, pero hasta aquí no hay nada especialmente novedoso. Durante los últimos años la tecnología de los interfaces cerebro-máquina se ha revolucionado y cada vez producimos dispositivos más precisos y menos invasivos capaces de transformar el “pensamiento” de un sujeto en órdenes informáticas. La robótica no nos ha dado androides como los que ha imaginado el cine, pero ha logrado diseñar estructuras que imitan nuestros brazos y nuestras piernas y cuyas articulaciones no tienen nada que envidiarle a las biológicas. El hito en esta investigación publicada en la revista científica Cell es más sutil pero igual de importante: este brazo robótico dura 100 veces más que sus predecesores.
La cifra es, en realidad, una estimación algo burda, pero los propios investigadores explican que, mientras que su prótesis dura 7 meses, el resto de las interfaces cerebro-máquina similares apenas duran uno o dos días, más o menos unas 100 veces menos. Pero… ¿a qué se refieren con “durar”? ¿Se descascarillan acaso? En este caso la obsolescencia programada no tiene nada que ver, es más bien una cuestión de cómo funciona nuestro cerebro, de lo cambiante que es y de cada cuánto hace falta calibrar el brazo para que responda realmente a lo que su portador desea. Problemas que, como viene acostumbrándonos últimamente el mundo de la computación, ha resuelto una IA.
Interfaces cerebro-máquina
Las interfaces cerebro-máquina (BCI, por sus siglas en inglés) han empezado a mudarse de la ciencia ficción a la mundanal realidad. Su función es sencilla, como decíamos antes: traducen la actividad eléctrica del cerebro en órdenes (o viceversa). Sin embargo, lo fácil se agota aquí, con ese somero nivel de profundidad. La actividad del cerebro es compleja y farragosa de analizar, muchos campos eléctricos solapándose unos con otros y estructuras físicamente distantes que se activan juntas para desarrollar una función común. Traducir la gran cantidad de información numérica en patrones que podamos interpretar como “pensamientos” es casi imposible para conceptos complejos con nuestra tecnología actual, pero conocemos bastante bien las zonas del cerebro implicadas en la motricidad.
Ahora bien, no hay dos cerebros iguales y, para que aprendamos a leer exactamente lo que recogen los electrodos implantados sobre la corteza cerebral de un paciente, hace falta cierto ensayo y error. Pero los problemas no terminan aquí. Cuando decimos que no hay dos cerebros iguales queremos que ni siquiera tu cerebro es igual al que tendrás dentro de unas semanas. La forma en que movemos nuestro cuerpo se va adaptando a las necesidades. El cerebro es plástico y gracias a eso aprendemos como lo hacemos, pero esa misma facultad lo convierte en arenas movedizas cuando buscamos que una interfaz se mantenga bien calibrado durante el tiempo suficiente. A eso se refieren los investigadores cuando hablan del tiempo que dura su interfaz.
Un poco de AI-uda
Aquí es donde la IA llega al rescate. El neurólogo Karunesh Ganguly, líder del estudio, explica que la clave del avance fue comprender cómo la actividad cerebral cambia día a día cuando una persona repite movimientos imaginados. Así pues, ajustaron un modelo de IA para reconocer estos cambios a medida que, con los días, los patrones de activación se desplazaban ligeramente sobre la superficie cerebral. Al comprender mejor estos patrones y anticiparnos a ellos, el equipo pudo prolongar la estabilidad del dispositivo.
Podemos compararlo con el diseño de un reloj más preciso que, en lugar de atrasarse cinco minutos cada día, se atrasa cinco minutos cada siete meses. Esto significa tener que ajustarlo manualmente muchas menos veces. Por supuesto, la investigación no resuelve todos los problemas que hacen que esta tecnología todavía no se haya abierto camino hasta las consultas médicas. Hará falta más tiempo para que estos dispositivos sean más eficientes, más seguros y asequibles antes de que lleguen a quienes los necesitan.
QUE NO TE LA CUELEN:
- Estos brazos robóticos son cada vez más versátiles y delicados, pero no pueden hacer cualquier tarea. En este caso, el brazo robótico del artículo es capaz de realizar tareas como agarrar bloques, girarlos, abrir un gabinete, sacar un vaso y colocarlo en un dispensador de agua.
REFERENCIAS (MLA):
- Karunesh Ganguly, et al. "Paralyzed Man Moves Robotic Arm with His Thoughts." Cell, 6 Mar. 2025.
✕
Accede a tu cuenta para comentar