Paleontología

Este pie fósil nos acaba de dar una lección de convivencia: confirma que nuestros antepasados convivieron con otros homínidos

Un nuevo estudio publicado en Nature explica cómo lograron convivir dos especies de Australopithecus hace más de 3 millones de años

El pie de Burtele (izquierda) y el pie superpuesto sobre el contorno de un pie de gorila
El pie de Burtele (izquierda) y el pie superpuesto sobre el contorno de un pie de gorilaYohannes Haile-Selassie, Arizona State UniversityEurekalert

El pasado esconde muchas sorpresas entre las rocas, pero no pensábamos que, una de ellas, pudiera ser una lección de convivencia. Sin embargo, eso es lo que sugiere un equipo de investigadores de la Universidad de Arizona. Su última investigación acaba de ser publicada en la revista Nature y, si seguimos la sugerencia de sus autores y tratamos de sacar una moraleja podríamos decir que, para convivir, la clave es mezclarse lo menos posible. A priori no suena demasiado bien, pero por algo son expertos en paleoantropología y no en sociología o ética. La lección no parece tan aplicable a nuestra sociedad como la nota de prensa parece sugerir, pero no cabe duda de que esa ha sido la clave de la convivencia entre especies durante la historia de la vida en la Tierra.

Por suerte, aunque despojemos a la noticia de su moralina, encontraremos que el valor de la investigación no decrece. Lo que realmente han aportado estos expertos es la clave de cómo lograron coincidir en el espacio y en el tiempo dos de nuestros antepasados sin que la competencia acabara con una de las dos especies. Una clave que ha resultado doble y que hemos podido deducir por los huesos de un pie y un puñado de dientes. Restos que nos hablan sobre la alimentación y el entorno en el que vivían, porque, aunque fueron vecinos hace unos 3,4 millones de años, eso no significa que lo compartieran todo. De hecho, eran homínidos bastante diferentes.

Lucy y familia

Si hay un fósil de homínido especialmente famoso, ese es el de Lucy, bautizado por la lisérgica canción de los Beatles. Se trata de una hembra de Australopithecus afarensis que vivió hace algo más de 3 millones de años en África. Lucy fue encontrada en 1974 en un yacimiento de la región de Hadar, en Etiopía. Sin embargo, en esa misma región, durante 2009, un grupo de investigadores encontró los huesos de otro homínido que vivió hace unos 3,4 millones de años pero que, desde luego, no era un Australopithecus afarensis. Pertenecía al mismo género, pero los huesos de sus pies (que fue lo único que encontraron) eran incompatibles. Donde Lucy tenía unos dedos rectos y paralelos, adaptados a caminar, el nuevo fósil mostraba un dedo gordo en ángulo, muy posiblemente prensil, como es el pulgar de nuestras manos.

Sin embargo, no se suelen clasificar nuevas especies de homínidos si no tenemos restos del cráneo o del cuello. Así que, el pie de Burtele (que así fue bautizado), quedó sin nombre hasta ahora. En 2015 se encontraron dientes y fragmentos de mandíbulas cerca de donde habían hallado el pie y, dado que no encajaban con las especies conocidas, bautizaron una nueva especie: Australopithecus deyiremeda. Sin embargo, no había suficientes pruebas para relacionar estos restos con el pie de Burtele… hasta ahora. Un análisis de los estratos en que fueron encontrados y la relación que existe entre ellos ha aumentado la seguridad con que podemos afirmar que, efectivamente, el pie de Burtele era de un Australopithecus deyiremeda, una especie que, por lo que hemos aprendido durante los últimos años, convivió con Australopithecus afarensis.

Pies y dientes

¿Pero cómo? ¿Cómo lograron coexistir? Por lo general, cuando dos especies muy similares coinciden en el tiempo y en el espacio, compiten por los recursos y hay una que, por estar mejor adaptada o por pura contingencia, predomina y la otra migra o se extingue. Tras analizar los dientes de Australopithecus deyiremeda encontraron elementos químicos indicativos de la dieta que seguían estos homínidos. Los investigadores esperaban una alimentación prácticamente indistinguible de la de los afarensis pero, para su sorpresa, aunque ambos se consumían hojas de árboles y arbustos (plantas C3), solo los afarensis se alimentaban de vegetación de la categoría a la que pertenecen las gramíneas tropicales y los juncos (plantas C4). Esto significa que, probablemente, no compitieron demasiado por el alimento y que los afarensis (la especie más antigua que sabemos que consumía plantas C4) o sus antepasados cercanos, debieron adaptar su dieta para no entrar en conflicto con otras especies ya presentes.

En parte, la apertura del bosque y la aparición de espacios de sabana entre las masas arbóreas creó un espacio nuevo para explorar. Un hábitat donde creían plantas C4 y escaseaban las ramas a las que poder encaramarse. Caminar se hizo más importante que trepar y eso explica las diferencias entre los pies de deyiremeda y de afarensis. No solo se especializaron en alimentaciones diferentes, sino que, aunque vivían cerca, preferían entornos diferentes: unos con más árboles, los otros con menos. Los 5 kilómetros que separan los fósiles de estas dos especies suponen una distancia muy corta, pero encontraron la manera se que se sintiera casi insalvable.

Un descubrimiento clave para comprender la historia de la humanidad, pero que no debemos convertir en enseñanza porque la convivencia que perseguimos no es la de la indiferencia, sino la de la comprensión.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • Durante los milenios que llevamos viviendo en grandes comunidades hemos aprendido los peligros y beneficios de la competencia. Podemos aprender mucho de la naturaleza, pero creer que la coexistencia de dos especies hace más de tres millones de años resolverá los complejos problemas sociales de un mundo globalizado con infinidad de culturas, estructuras de poder y más de 8.000 millones de habitantes es… poco realista.

REFERENCIA (MLA):

  • Haile-Selassie, Yohannes, et al. “New Finds Shed Light on Diet and Locomotion in Australopithecus deyiremeda.” Nature, 26 Nov. 2025, doi:10.1038/s41586-025-09714-4.