Cambio climático

La otra Doñana: Cómo la desertificación modeló Australia

El estudio de los estratos rocosos de Australia ha permitido reconstruir el proceso de desertificación que tuvo lugar en el desierto de Nullarnor hace entre 2,4 y 2,7 millones de años.

Imagen de dron de los acantilados de Bunda, donde la llanura de Nullarbor se encuentra con la Gran Bahía Australiana. Las capas en los acantilados representan diferentes unidades de caliza.
Imagen de dron de los acantilados de Bunda, donde la llanura de Nullarbor se encuentra con la Gran Bahía Australiana. Las capas en los acantilados representan diferentes unidades de caliza. Dr. Matej LiparUniversidad de Curtin

El cambio climático y la sobreexplotación de los recursos hídricos supone un riesgo para los ecosistemas actuales. En la Península Ibérica estamos viviendo verdaderas catástrofes medioambientales que se hacen palpables en parajes como el Mar Menor, en Murcia; o el Parque Nacional de Doñana, en Andalucía. Los procesos de desertificación agravados por la mano del hombre mediante el riego incontrolado de cultivos pueden suponer el fin para las diversas especies de flora y fauna que habitan estos ecosistemas. Fuera de nuestras fronteras, otros ejemplos como el del Mar de Aral (Ahora Mar de Aral Norte y Mar de Aral Sur) muestran las trágicas consecuencias de los riesgos a los que se enfrentan las especies que se ven desamparadas antes las acciones perjudiciales ejecutadas por los humanos.

Estos desastres medioambientales han ocurrido de manera muy acelerada en el tiempo. En menos de 70 años el Mar de Aral perdió el 90% de su superficie, y lo que está sucediendo en el Mar Menor o en Doñana es un proceso que se ha agravado enormemente en cuestión de décadas. En definitiva, la pérdida y el empobrecimiento de los ecosistemas acuáticos en los lagos es una cuestión de interés a nivel global y, para simular el escenario al que nos enfrentamos, los científicos han de encontrar ejemplos que hayan sucedido anteriormente para comprender qué les depara el futuro. En la actualidad, casi la mitad de la superficie terrestre del planeta se considera árida, y en ella viven aproximadamente 3 000 millones de personas.

Cómo crear un desierto

Cuando estos procesos ocurren en la naturaleza, generalmente suceden de forma mucho más lenta y paulatina, como en el caso de la creación del desierto de Nullarnor, en Australia. Según un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Curtin, un cambio en el clima que ocurrió hace casi 3 millones de años durante un periodo de 300 000 años, fue acabando poco a poco con los bosques y humedales de la zona. Antes de que se produjesen estos cambios, parece que la región era mucho más homogénea debido a la presencia de vegetación y un clima agradable que permitía a los animales recorrer el territorio sin exponerse a temperaturas extremas ni grandes cambios. La progresiva y escalonada transformación del paisaje fue favoreciendo poco a poco a los miembros que estaban mejor adaptados a las nuevas condiciones y, así, se fue creando la diversidad de la flora y fauna que se puede observar en esta región australiana.

Como afirma el Dr. Maximilian Dröllner, del Grupo de Escalas Temporales de Sistemas Minerales de la Escuela de Ciencias Planetarias y de la Tierra de Curtin, y autor principal del artículo: “Hoy podemos observar muchos ejemplos de especies hermanas de aves, insectos y plantas que tienen antepasados comunes pero que ahora viven a miles de kilómetros de distancia, separadas por barreras medioambientales creadas por antiguos cambios climáticos.” Sin embargo, en el caso de los cambios que estamos viendo en la actualidad, las especies no disponen de tanto tiempo. Retomando el ejemplo del Mar de Aral, de las 20 especies de peces nativas se cree que solo ha podido sobrevivir una al cambio de salinidad y temperatura, el Pungitius platygaster, el resto no han sido pescadas desde hace años o décadas y se consideran extintas o en riesgo extremo. Según la explicación del Dr. Dröllner: “Los cambios en estas zonas áridas pueden afectar profundamente tanto a nuestra sociedad como a la biodiversidad regional, y la aridificación ha sido decisiva en la configuración de los paisajes y ecosistemas que vemos hoy en día.”

Rebuscar en el pasado, un reto técnico

Para conseguir datar con precisión cuándo se produjeron estos cambios, los geólogos tuvieron que utilizar una técnica que mide la cantidad de helio presente en las capas de las rocas. La técnica, también denominada datación por uranio-torio, se basa en la producción de helio que se forma por la desintegración de estos elementos. Cuanto más antigua sea una roca, más helio contendrá. Esta forma de medición se desarrolló a principios de los 1900, cuando se comenzó a investigar las propiedades de la radiactividad, pero se ha ido depurando hasta que, en la actualidad, gracias a su combinación con técnicas láser se puede medir cómo se distribuye el helio en capas de terreno del grosor de un cabello humano. El empleo de estas técnicas mejoradas puede ayudar a observar el paleoclima con una precisión mucho mayor y, así, ayudar a los investigadores a comprender el pasado para, así, prepararnos para el futuro.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • Los métodos de datación por radioisótopos como el del carbono 14 dependen de la vida media de este compuesto radiactivo. El carbono 14 puede datar restos orgánicos de hasta 50000 años de antigüedad aproximadamente.

Referencias (MLA):

  • [[LINK:EXTERNO|||https://doi.org/10.1029/2023GL102928|||Dröllner, M., Barham, M., Kirkland, C. L., Danišík, M., Bourdet, J., Schulz, M., & Aspandiar, M. (2023). Directly dating Plio-Pleistocene climate change in the terrestrial record. Geophysical Research Letters, 50, e2023GL102928. https://doi.org/10.1029/2023GL102928]]