Premios Fundación BBVA

El Premio Fronteras del Conocimiento de Ecología y Biología de la conservación a los investigadores que cuantifican la magnitud de la Sexta Gran Extinción

Los galardonados han sido Gerardo Ceballos, de la Universidad Nacional Autónoma de México, UNAM y Rodolfo Dirzo, de la Universidad de Stanford por aportar la base científica necesaria para adoptar medidas eficaces contra la pérdida de la biodiversidad

Los profesores Gerardo Ceballos, de la Universidad Nacional Autónoma de México, UNAM (derecha) y Rodolfo Dirzo, de la Universidad de Stanford (Izquierda)
El Premio Fronteras del Conocimiento de Ecología y Biología de la conservación a los investigadores que cuantifican la magnitud de la Sexta Gran ExtinciónFundación BBVAFundación BBVA

La Fundación BBVA ha concedido el Premio Fronteras del Conocimiento en Ecología y Biología de la conservación a los dos científicos mexicanos que han permitido documentar y contextualizar la llamada Sexta Gran Extinción. Este es el nombre que recibe la cada vez más notable pérdida de biodiversidad y empobrecimiento de los ecosistemas provocados por las acciones humanas. Sus estudios, centrados en Latinoamérica y África, han permitido demostrar que las tasas actuales de extinción son mucho mayores que las ocurridas a lo largo de los dos últimos millones de años. El fallo del jurado ha premiado a estos científicos por sus investigaciones de vanguardia en ciencia de la ecología y la conservación.

La Sexta Gran Extinción

El Antropoceno es una edad geológica peculiar. Tras millones de años de una relativa tranquilidad en cuanto a la aparición y desaparición de especies, las acciones de una especie en concreto están alterando el equilibrio. La emisión de gases y sustancias contaminantes afectan al clima y a los ecosistemas de La Tierra y producen rápidos cambios a los que muchas especies salvajes no pueden adaptarse a tiempo. Como resultado, están desapareciendo especies animales diariamente, lo que altera la naturaleza en un proceso acuñado con el nombre de defaunación. Es decir, el ser humano cada vez tiene un efecto más profundo en el medio ambiente y lo están sufriendo el resto de cohabitantantes de este planeta.

En sus investigaciones, los profesores Ceballos y Dirzo han conseguido cuantificar la velocidad a la que desaparecen especies y compararlo con otros periodos geológicos. Tras analizar miles de especies de vertebrados, invertebrados y plantas, los investigadores llegaron a la conclusión de que en la actualidad están desapareciendo especies a un ritmo varias órdenes de magnitud mayor que en los dos millones de años anteriores. Un ritmo preocupante y del cual no se desconocen los efectos a largo plazo, pero no auguran nada bueno.

Una torre que colapsa

Para entender este problema, imaginemos una torre de piedra erguida delante de nosotros. Esta torre está formada por bloques de piedra enormes que fueron colocados hace cientos de años. Durante esos años la torre ha sufrido asedios, vendavales, inundaciones y terremotos, pero apenas tiene algún rasguño visible y se ve sólida y poderosa. Si tomamos una grúa y vamos retirando bloques de piedra en lugares aleatorios, poco a poco iremos debilitando la estructura de la torre y, por tanto, será menos resiliente a las fuerzas que se puedan ejercer desde el exterior. Ahora, uno de los muchos vendavales, inundaciones o terremotos como los que ya ha pasado anteriormente podría provocar el colapso de la torre y hacerla desaparecer.

Como explican los investigadores, en los ecosistemas sucede algo similar. Las relaciones entre animales, plantas y otros organismos se encuentran en un delicado equilibrio, y la desaparición de una o más poblaciones del entorno podría provocar el colapso del ecosistema.

No solo es un problema de las especies

Lo novedoso de las investigaciones de ambos profesores es la forma de plantear los problemas y las preguntas adecuadas con respecto a la conservación. Está claro que la desaparición de una especie es un drama ecológico, pero, como puntualizó el profesor Ceballos, es el punto final de un proceso mucho más complejo. En un estudio publicado en 1999 en Journal of Arid Environments, su equipo consiguió demostrar que un animal que se consideraba una plaga, el perrito de las praderas, era fundamental para los ecosistemas del suroeste de Estados Unidos y el norte de México. Sin perritos de las praderas, el suelo se volvía más erosionable y menos fértil; las hierbas dieron paso a los matorrales, que invadieron el paisaje y dificultaban en gran medida el pastoreo. Por tanto, los programas de exterminio de esta especie que habían sido fomentadas los años anteriores realmente estaban causando más problemas que beneficios.

El profesor Rodolfo Dirzo, en cambio, observó la importancia de la relación entre animales y plantas en una reserva natural en Veracruz. Allí pudo constatar que la ausencia de animales provocaba el crecimiento incontrolado de plantas al no servir de alimento a otro organismo. Por ello, acuñó el término “defaunación”, para ilustrar que, además de un problema serio de deforestación en los ecosistemas, también hay un problema serie con la disminución y extinción de especies animales. Por esta visión holística del problema, centrado en el funcionamiento del todo, no únicamente de sus partes por separado, son referentes internacionales y han aportado una base científica sólida con la que poder crear medidas efectivas en la conservación.

QUE NO SE LA CUELEN:

  • Como aseguran los galardonados, la disminución del número de especies no afecta únicamente a los ecosistemas, si no que los humanos también salen perdiendo. Como observaron en África, un efecto dominó provocado por la disminución de ciertas especies puede llegar a aumentar el riesgo de brotes de enfermedades e incluso de nuevas pandemias. Como explican, en un estudio acotaron ciertos lugares de la sabana a los grandes animales mediante vallado eléctrico para observar las consecuencias que tendría su desaparición. Los cambios fueron drásticos. La población de roedores se triplicó y, con ellos, los microorganismos capaces de generar enfermedades, como la Leptospira, que puede infectar los riñones, el hígado, el cerebro o el corazón; la Leishmania; o la bacteria responsable de la peste bubónica. Por ello, insisten en la importancia de la conservación de los ecosistemas para garantizar un futuro sostenible y saludable a las generaciones futuras.