Lactancia
Piel con piel, ¿por qué es beneficioso?
Consulta Lactancia Materna Cintia Borja /Enfermera, consultora lactancia materna certificada IBCLC
El cuerpo de la madre es lugar idóneo para que el recién nacido se sienta caliente, seguro y tranquilo y poder así aclimatarse a la vida extrauterina. Aunque con el nacimiento se produce una separación física, emocionalmente, madre y bebé continúan necesitando estar unidos. Por lo tanto, dejemos que ese amor que ambos desprenden impregne de endorfinas sus cerebros, una de las «drogas» naturales más dura. Esta producirá un alivio inmediato del dolor y una sensación de bienestar y calma, tanto a nivel físico como mental. Así que no interfiramos en esa recompensa de felicidad separando al bebé de su madre. Dejemos que la oxitocina, «hormona del amor», emane de forma natural aprovechando ese estrecho contacto madre y recién nacido, ya que nunca más volverá a alcanzar unos niveles tan altos como tras el parto, favoreciendo el vínculo maternofilial, contribuyendo a su vez a descender los niveles de adrenalina, una hormona que tiene un rol relevante y que se da durante el proceso del parto y en el periodo inmediato al nacimiento, manteniendo a la madre en alerta activa para facilitar el alumbramiento.
Del mismo modo, la adrenalina ayuda al recién nacido a poner en marcha los reflejos más primitivos que le permiten dirigirse por primera vez al pecho de su madre y comenzar a alimentarse. No estropeemos esos instantes «mágicos» e irrepetibles con técnicas que pueden esperar, a no ser que haya una clara exigencia médica que lo justifique.
Sobre este asunto es necesario remarcar que, en la mayoría de los casos, ser prematuro no es por sí motivo suficiente para separar al bebé de su madre. Numerosas investigaciones ponen de manifiesto que el cuerpo de la madre es quien mejor puede preservar el bienestar de un recién nacido por muy vulnerable que este sea.
Tras el parto, cuanto más tiempo permanezcan madre y el recién nacido juntos sin ser molestados contribuiremos a un buen establecimiento de la lactancia, facilitando que el bebé se coja al pecho correctamente, siendo la mejor forma de prevenir las temidas y dolorosas grietas. También, aumentaremos la probabilidad de mantener la lactancia materna exclusiva, así como la duración total de la lactancia. Además, la primera leche que toma el recién nacido (calostro) tiene un efecto laxante, lo que facilita la eliminación del meconio, a la par que disminuye el riesgo de ictericia al eliminarse la bilirrubinapor las heces.
El calostro aporta una gran cantidad de inmunoglobulinas que protegen la mucosa intestinal, nariz y garganta del recién nacido, que son precisamente las zonas más susceptibles de entrada de virus y bacterias. En la madre, las primeras tomas al pecho también tienen numerosas ventajas. El aumento de los picos de prolactina con la succión del bebé serán más altos y esto ayudara al útero a contraerse, disminuyendo el riesgo de hemorragias, aumentando la resistencia al dolor y reduciendo el estrés.
El contacto estrecho con el lactante posibilita un mayor número de receptores en el cerebro del recién nacido, incrementando sus conexiones neuronales, que contribuirán a desarrollar en el recién nacido el área de la empatía y la sociabilidad. Por lo tanto y simplificando, el contacto madre-bebé debe facilitarse no solamente durante las primeras horas de vida, sino de forma continua cada vez que ambos lo deseen y necesiten, ya que resulta tranquilizador para ambos. Los bebés durante sus primeros años necesitan del contacto y del sostén de sus padres para crecer sanos y seguros. Atendiéndoles y ofreciéndoles nuestros brazos, lejos de malcriarlos, los estamos criando sanamente a nivel emocional. De manera que no hay un tiempo de contacto establecido ni tampoco separación que podamos considerar segura, el separar o dejar llorar a un ser tan indefenso siempre será nocivo.
Resulta preocupante comprobar que, a pesar de la gran cantidad de evidencia científica sobre los beneficios del contacto estrecho madre-bebé, todavía se continúa recomendando dejar al bebé en la cuna. Seguimos oyendo que «no pasa nada porque llore un poco, que con el llanto aprende a que no estamos dispuesto a que nos manipule». ¿Quién puede pensar que el bebé espera al nacer encontrarse con una cuna? Es evidente que el lactante reclame ese «hábitat natural» de bienestar que le recuerda a ese lugar tranquilo donde ha estado nueve meses, y es normal que se sienta relajado, tranquilo y protegido en brazos de sus progenitores.
Lo que podemos afirmar es que no lo sabemos todo sobre las consecuencias que tiene en el cerebro del lactante el dejarle llorar y no responder a su llanto, como tampoco conocemos el riesgo que supone el elegir alimentarlo con leche de fórmula, que en definitiva es leche de vaca.
Lo que sí conocemos es la multitud de beneficios que produce el facilitar ese contacto piel con piel y el que sea alimentado con la leche de su especie. Por esta razón, proteger y salvaguardar el bienestar de la madre lactante es una prioridad que deberíamos de preservar todos los profesionales sanitarios y la sociedad en su conjunto.
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