Dana
Los buñuelos solidarios con la dana que vuelven a la zona cero
Bunyols Crespo lleva desde 1947 abiertos. Desde su llegada a Paiporta endulzan la zona cero de la dana
Arturo Sanjuan se esmera en hacer los buñuelos. Pellizca la masa y hace un hoyuelo con el dedo índice. Cuando cae al aceite hirviendo, el agujero está hecho, pero ninguno es igual.
En Bunyols Crespo no se ven churros rosas ni azules ni luces, solo buñuelos, y churros artesanos de una receta que han transportado tres generaciones de paladar en paladar desde 1947.
Un puesto tradicional, el que ahora llevan Arturo y su hermano Rafa, que nació de la mano de su abuelo, Arturo Crespo en el barrio pesquero de El Cabañal.
Allí tuvo durante cincuenta años el Bar Crespo, pero cuando en 1997 cerró, ni pensaron en dejar de servir los buñuelos. Cogió el mando Milagros, la madre de quienes hoy siguen su legado.
Una historia familiar que estuvo a punto de terminar hace dos años, cuando tuvieron que salir de El Cabañal. Tras varios años en la Falla Plaza de la Cruz, se mudaron a Paiporta.
Rafa admite que tenía «miedo» por ir a un lugar donde nadie les conocía: «Estaba sin dormir todas las noches», dice Rafa, pero Arturo, que ya vivía en la pedanía de Valencia, estaba confiado. «Yo confiaba, sé que nuestra receta es buena y donde montemos somos como la Coca-Cola», ríe mientras sigue preparando buñuelos.
Devolver cariño al pueblo
El pueblo respondió en marzo del año pasado y meses más tarde, le devolvieron su cariño. El 29 de octubre, la dana destrozó un pueblo y parte del bajo de la casa de Arturo, que aún así no sufrió las peores consecuencias. «Hablé con mi hermano y tuve claro que teníamos que ayudar, a nosotros nos habían salvado». Se pusieron manos a la obra y consiguieron el material y los ingredientes para poder llevar a la zona cero buñuelos con chocolate casero que endulzara a los afectados y voluntarios.
En el Colegio Luis Vives, con una olla, dos mesas y una bombona de butano y tras cuatro horas y media para poder cruzar Valencia y llegar a Paiporta, montaron su parada para regalar buñuelos.
«Dimos buñuelos para unas 500 personas y cada uno se llevaba dos o tres», dice Rafa, orgulloso. «Para nosotros era una manera de ayudar, volvías a casa lleno», dice mientras se toca el pecho. Ahora, ese mismo pueblo que les ayudó a mantener un negocio de casi ochenta años y tres generaciones ha vuelto a responder. «Han venido algunos que nos reconocían de aquellos días en noviembre y estaban agradecidos», admite Arturo.
Seguirán abiertos hasta el domingo 23 de marzo, día que se quemará la falla SOM en homenaje a la dana plantada a pocos metros de su puesto y un día después de la ofrenda, pospuesta por las lluvias hasta el sábado 22 de marzo en Paiporta. Hasta entonces, los buñuelos endulzarán el pueblo.