Culura
Y el público murió de pasión en el concierto de Alejandro Sanz en Alicante
El músico llena la Plaza de Toros con un espectáculo de dos horas en el que tocó “Corazón partío” o “Amiga mía” que ya son himnos
Alejandro Sanz salió al escenario y todo lo llenó, vestido de riguroso negro, con los tatuajes de sus brazos como adorno a su sobria indumentaria. Es un músico que tiene fieles, legiones de seguidores como los que acudieron anoche la Plaza de Toros de Alicante, con 28 grados de temperatura y una humedad en el ambiente que impedía respirar pero no cantar todas y cada una de sus letras.
Instantes antes, a modo de presentación, en un vídeo se abrió en canal para confesar que es un chico tímido sin redención, un chico que encontró en la música y el flamenco las vías para canalizar esa sensibilidad que plasma en la mayoría de sus letras. Y abrió el concierto por todo lo alto con “No es lo mismo” a la que siguieron canciones de su nuevo disco.
El rey de las letras de amor y desamor dio el do pecho cuando homenajeó a Joaquín Sabina con una versión de “Contigo”; impecable. De su concierto, que forma parte de la gira “Sanz en vivo”, destacó, además de la música, su espectacular puesta en escena, con ocho pantallas gigantes, en las que su banda brilló más aún que sobre el escenario. Y tocó también “Mi soledad y yo” o “Cuando nadie me ve”.
Con él, por encima de su música está el artista. Porque Alejandro Sanz cuando se mueve en el escenario se mueve y desprende pasión y entrega con cada gesto; y sí están los que comentan que su voz no es precisamente un chorro de voz; todo lo suple por cantar desde el alma y con el corazón y ser además un seductor nato.
Haciendo gala de su sentido del humor con sello gaditano, "pidan otra, por favor ahora cuando me vaya", encaró la recta final de su concierto, con ese himno en que se ha convertido “Corazón partío”, y no dio tregua al público que, entre golpe de abanico y golpe de abanico, coreó “La fuerza del corazón”, “Amiga mía” y “Vivienda deprisa”.
Y, por si alguna de las 7.000 almas que abarrotaron la Plaza de Toros tenía alguna duda, quedó claro que su música no caduca precisamente porque alude a sentimientos universales; esos que ese niño tremendamente tímido tuvo que convertir sí o sí en letras y con el toque sentido y profundo del flamenco. Todos los presentes murieron con él, que diría Sabina, con calor incluso pasada la medianoche de un 20 de julio, o más bien, 21. Dos horas después de su entrada triunfal, bajó el telón, se acabó la magia y siguió el calor pero sin su música.
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