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De los vinilos a los libros: la sorprendente resistencia a la cultura digital

El récord de venta de vinilos y la hegemonía de los libros físicos desmienten, por el momento, las predicciones de la dictadura de lo digital, que se impone en la distribución, pero frente al que resiste una cultura de consumo en librerías y tiendas físicas

Una tienda especializada en vinilos
Una tienda especializada en vinilosTT NEWS AGENCYREUTERS

Cuando, en el advenimiento de la era de internet, llegaron las plataformas de contenidos y se multiplicaron las posibilidades de consumo, los cimientos de la industria discográfica se hundieron y los de la editorial temblaron. Íbamos a vivir con una tableta donde estarían todos los contenidos del universo bajo suscripción y por fin nuestras casas lucirían como en los catálogos de muebles, con las estanterías diáfanas. Lo físico resultaba cosa del pasado, estábamos a punto de vivir una era de descatalogación masiva de un soporte, y casi de uno de los siete sentidos, el del tacto, ya que solo necesitaríamos deslizar el dedo por la pantalla. Pues quizá eso suceda en la próxima década, aunque no parece del todo probable. Formatos como el vinilo, que el año pasado creció un 12,9 por ciento en EE UU (según RIAA) y que va a superar a los CD, devuelven la presencia a una tecnología de los años 60. Mientras, el libro físico se mantiene como dominador absoluto del mercado y por si era poco, hasta la cassette ha encontrado su hueco en el futuro (el presente).

Según recogía el Anuario de Sgae recientemente presentado, en el caso de la venta de música grabada, el 34,2 por ciento de las ventas correspondían todavía a los soportes físicos y el importe ascendía a 79 millones de euros de facturación, un aumento de 15,7 millones. El mercado digital sigue creciendo año tras año y será el hegemónico (su peso asceinde a 152 millones), pero la resistencia del disco físico resulta llamativa y no sólo un fenómeno de coleccionistas.

En el caso de EE UU, cuya evolución comercial suele ir unos años adelantada con respecto a España, el mpasado año se vendieron por primera vez en 33 años, más vinilos que CD y solo en la mitad de 2019 se han vendido tantos como en todo el ejercicio pasado. El soporte casi desapareció en la década de los 90 y en 2005 apenas se vendieron por valor de 14 millones de dólares. En el primer semestre de 2019 han alcanzado los 224 millones.

Este resurgimiento es llamativo y se lleva produciendo desde comienzos de la década. Entre 2010 y 2011, las ventas de los viejos discos de acetato aumentaron un 55,8 por ciento. Entre 2011 y 2012 fue un 131 por ciento y entre 2016 y 2017 un 18,5 por ciento. Un caso a analizar es el resurgir de His Masters Voice, la emblemática cadena de tiendas de venta de discos, que tras quebrar y ser recomprada por un inversor, planea abrir en Birmingham la mayor tienda de discos de Europa, con más de 80.000 CD y 25.000 vinilos a la venta.

Quien ha tenido semejante loca idea es Doug Putman, un canadiense que ya dirigía la cadena de tiendas Sunrise Records y que tiene 35 años. Este coleccionista de vinilos, que podría haberse embarcado en alguna “startup” digital o alguna aplicación para el negocio discográfico, tiene un punto de vista añadido al valor que tienen los objetos culturales: “Contratamos gente en nuestras comunidades y trabajamos con las entidades locales para prestar servicios. Y pagamos nuestros impuestos. Nos importa nuestro entorno. Amazon proporciona unas facilidades increíbles a los consumidores, pero cada vez que obtienes algo increíble, sacrificas algo a cambio. El mundo sería un lugar espantoso si solo existiera Amazon y estamos empezando a darnos cuenta”.

Tratando de dejar atrás la crisis

Quienes saben mucho de los tejidos de barrio y de la labor de cercanía son las librerías, que en barrios de clase trabajadora organizan eventos, presentaciones y a menudo funcionan como centros culturales. Son, de hecho, en muchas áreas desfavorecidas de las ciudades, el único estímulo cultural. Y los libreros son tan buenos prescriptores de novedades como salvaguarda del libro “de fondo”, clásicos o títulos más recientes pero editados en bolsillo, por ejemplo. El sector editorial facturó en 2018 un 1,9 por ciento más, tratando de dejar atrás la crisis. El avance fue gracias al libro en papel, que creció un 2,04 por ciento, mientras el “e-book” perdió un 0,1 por ciento de cuota de mercado. El libro electrónico solo representa el 4,5 por ciento de los títulos que se venden, es decir, que a la hora de leer en España preferimos el modo tradicional. Un dato más relevante aún si se tiene en cuenta que el precio medio de los libros en papel es de 13,96 euros y el digital de 9,25, todos los datos según la Federación de Gremios de Editores de España.

¿Cómo compran los libros los españoles? Principalmente, en librerías o cadenas de librerías, es decir, establecimientos especializados y físicos. Entre ambas aglutinaron el 53 por ciento de la facturación y experimentaron un crecimiento del 2,6 por ciento. En cuanto a la compra de libros por internet, que creció más que en librería, por el momento solo alcanza el 7,6 por ciento. Estamos, por suerte, lejos de ese mundo en el que solo exista Amazon y que se teme Putman.

Sin embargo, las librerías tradicionales alertan de que su supervivencia está comprometida, especialmente en barrios menos favorecidos o afectados por el envejecimiento. Para plantar cara al gigante estadounidense, las librerías independientes están organizando una plataforma de venta virtual a través de todostuslibros.com que sirva de ayuda para la supervivencia y haga frente a una competencia que consideran “desleal” por parte de la plataforma, que ofrece descuentos que un pequeño comercio no puede asumir y más en el caso de un mercado como el del libro que tiene el precio fijo por ley.

Otro de los soportes físicos que están rejuveneciendo son las cintas de cassette. La resurrección del soporte tiene mucho de reflejo del audiovisual, ya que ficciones de nostalgia ochentera como “Guardianes de la galaxia” o “Por 13 razones”, en las que la música en el viejo soporte tiene un papel central, han incentivado su uso incluso entre quienes no habían nacido cuando eran populares y se acercan a ellas ahora como alguien que prueba una Nintendo. En España este fenómeno regresa con más lentitud, pero en Reino Unido, por ejemplo, la venta de cassettes en 2018 aumentó un 125 por ciento y en Estados Unidos un 219 por ciento, según recoge la Official Charts Company, informa Concha García. De momento, las ventas son minoritarias y se circunscriben a lanzamientos puntuales que tienen sentido en ese formato, en serio o en broma, como el disco "A Brief Inquiry Into Online Relationships", de The 1975, que precisamente trata del amor en los tiempos de internet.

Bajan las ventas de DVD y crece Netflix

No sucede, por cierto, igual con los videojuegos, ni con las películas, cuya tendencia en el mercado físico es claramente bajista. Mientras los videojuegos se benefician todavía de la multitud de soportes y la renovación de las consolas, en el caso de las películas y DVD las ventas se han reducido un 86 por ciento en 13 años en el mercado estadounidense, al mismo ritmo que han crecido las suscripciones a plataformas como Netflix, HBO, Amazon, Apple TV y otras. Entre 2001 y 2005, el DVD sustituyó al vídeo VHS y llegó a facturar en país americano 16.300 millones de dólares. El año pasado apenas se vendieron por valor de 2.200 millones.

Sin embargo, a diferencia de lo que ha sucedido con el vinilo, cuando un consumidor abandona el mercado físico de películas, raramente regresa. En cambio, después de escuchar un disco en Spotify, es más probable que ese mismo usuario adquiera una copia física del disco. Aunque al mercado de DVD le queda una esperanza: los catálogos de las plataformas son deseperantemente cambiantes y algunas series y filmes clásicos pasan de una plataforma a otra y después regresan, por lo que el DVD sería la única solución fiable para alguien que quiera conservar un título y asegurarse de poder verlo en cualquier momento. Con los videojuegos, la tendencia es también la de la eliminación de los discos y ya se rumorea que las nuevas versiones de las consolas más vendidas podrían incluso suprimir el lector de CD.

La diferencia en la tendencia físico/digital entre libros y discos versus juegos y películas es difícil de explicar, pero algunos expertos apuntan al concepto de “propiedad psicológica”, a la sensación de poseer un objeto cultural que nos ha aportado una experiencia y un “valor sentimental” y que podría estar ligado al tiempo que dedicamos a su consumo, es decir, al hecho de que marquen una época de nuestra vida.

En ese sentido, podría parecer que los libros y los discos nos definen más que las películas que vemos o nos marcan de una manera más sentimental y, de esa forma, pasar el dedo por el lomo de los libros de la estantería es en cierta medida como recordar nuestra vida, y sacar un disco de la estantería podría parecerse a regresar a 1996. Pero esto son solo hipótesis y el futuro de los formatos se seguirá librando en las próximas décadas.

Sube el consumo cultural en España
Según se desprende de la Encuesta de Hábitos y Prácticas Culturales en España 2018-2019, elaborada por el Ministerio de Cultura y Deporte a partir de entrevistas realizadas a 16.000 personas de 15 años en adelante, el consumo cultural en España se ha incrementado significativamente durante los últimos 4 años. Escuchar música, leer e ir al cine siguen siendo las actividades culturales más frecuentes para la población española, con tasas anuales del 87,2 %, el 65,8 % y el 57,8 %, respectivamente. Respecto a la última encuesta (2014-2015) sube la población que lee y acude al cine 3,6 y 3,8 puntos porcentuales, respectivamente, mientras que se mantiene en los mismos términos la práctica de escuchar música.
A estas actividades les siguen la asistencia a espectáculos en directo, que se sitúa en un 46,8 %, entre los que destacan los conciertos de música actual (30,1 %) y el teatro (24,5 %). En ambos casos, la encuesta registra un aumento de asistencia de 5,6 y 1,3 puntos porcentuales, respectivamente. Crece a su vez la asistencia a conciertos de música clásica, del 8,6% al 9,4% de la población; y a espectáculos de ballet o danza (del 7 % al 8%, respecto a los resultados de la encuesta anterior.