Javier Reverte: «Nunca me he hecho un “selfie” en mis viajes»
El escritor regresa a Italia en su nuevo libro, «Suite italiana», y avisa: «No creo que vuelva a escribir sobre África, ya he escrito demasiado»
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Esta vez, su inagotable curiosidad y la pasión literaria le han llevado de nuevo a Italia. En «Suite italiana. Un viaje a Venecia, Trieste y Sicilia» (Plaza&Janés), Javier Reverte se da un festín de belleza y literatura en una ruta «llena de sentido estético» tras los pasos de Mann, Joyce, Rilke y Lampedusa. A Reverte no le gusta el avión ni los «selfies» y tras casi una veintena de libros de viajes publicados desde el inolvidable «El sueño de África», sigue prefiriendo viajar solo y no entiende la vida sin esa necesidad que le empuja a ir en busca de lo imprevisto.
–Tras una temporada viviendo en Roma, regresa a Italia. ¿En busca de qué?
–En busca de la belleza que emana de Italia, que para mí es casi una fiesta de los sentidos, y también del escenario de unos libros y de unos escritores que admiro profundamente: Thomas Mann, Rilke, Joyce y Lampedusa.
–¿Se viaja en busca de algo o huyendo de algo?
–De las dos maneras. Por una parte vamos en busca de un sueño, el de ir a un lugar que nos atrae, y por otra huyendo del aburrimiento y de la vida cotidiana.
–Me sorprende que sea capaz de sentirse solo en Venecia entre la barahúnda de turistas.
–A mí me encanta la soledad. Siempre es estupenda cuando es buscada, no cuando te busca ella, que es otra historia que habría que llamar «soledumbre» y es horrorosa. Pero cuando la buscas es magnífica. Encontrarme solo frente a mí mismo, aunque sea rodeado de gente, en un lugar desconocido en el que no entiendo el idioma siempre tiene un componente de aventura.
–Para sentirse libre, ¿hay que viajar solo?
–Para sentirse libre y para escribir. Si viajas con amigos o con tu pareja, es muy agradable, pero estás en una burbuja. En cambio, solo vas abierto a todo y surgen historias y, también, ideas. A mí viajar solo me encanta.
–¿Queda algo de la Venecia de Thomas Mann?
–Pues sí, claro, porque es una ciudad poco alterada desde el punto de vista urbanístico en su centro histórico. Sigue siendo la misma. Incluso el hotel donde estuvo ha reabierto. La atmósfera es igual.
–Escribe que a Venecia se ha de llegar en barco y a Trieste, en tren. ¿No le gusta el avión?
–No, pero no porque me dé miedo, sino porque es muy incómodo y me siento un paquete. Y además, el tiempo pierde su sentido.
–Reconoce por primera vez una cierta fatiga existencial. ¿Viajar es terapéutico para ahuyentarla?
–Sí. Es terapéutico para todo, es una buena medicina. Tengo muchos amigos que están entrando en esa edad en la que la muerte está más cerca que nunca y hay una cierta tendencia a la depresión y a encerrarse en uno mismo. Yo les recomiendo el viaje como terapia contra la depresión.
–En este libro va detrás de huellas literarias. ¿La literatura también se camina?
–La literatura es una aventura que se parece muchísimo al viaje: vas detrás de algo que no conoces.
–¿Qué queda del Javier Reverte que se echó a andar por los caminos perdidos de África?
–La misma curiosidad. Me sigue encantando estar solo y me sigue encantando lo imprevisto, lo que no imaginaba, en definitiva la aventura.
–¿Añora África?
-Sí, pero he ido tanto y he escrito tanto sobre África que creo que ya no... Iré alguna vez más, me imagino, si me da tiempo y se da la circunstancia, pero no creo que vuelva a escribir sobre África, ya he escrito demasiado.
–Dijo de China que solo volvería a Shanghai. ¿Y de Italia?
–A Sicilia, sobre todo a la parte occidental.
–Kapuscinski escribió que viajar enseña humildad. ¿Qué más?
–A conocerte más a ti mismo y tus límites, a escuchar a los otros, enseña a no ser nacionalista y enseña a vivir, que no es poco.
–Después de tanto viaje, ¿cuál es su lugar en el mundo?
–No tengo lugares específicos. Bueno, sí, tengo uno: Valsaín. Voy en cuanto puedo.
–¿Qué le recomendaría a alguien que visite Italia por primera vez?
–Por supuesto ir a Roma y, sobre todo, no seguir un programa muy estricto de visitas a museos, sino dejarse ir en las calles de Roma y en sus iglesias. En Italia la belleza está en la calle.
–En estos tiempos de tiranía de las redes sociales, ¿viaja con conexión a internet?
–No, no. Últimamente, en el viaje que acabo de hacer a Irán me lo he llevado para buscar hoteles, pero no lo uso mucho. Siempre lo dejaba en Madrid, iba con un bolígrafo y un cuaderno, y lo sigo haciendo.
–¿Se ha hecho un «selfie» alguna vez en sus viajes?
–No, no me gustan nada. No me gusta ni la palabra, habría que llamarlos «mismis». Me parece de un narcisismo total. ¿Qué sentido tiene? Uno sale muy mal, con la cabeza muy gorda.