Toteking: “No creo que ‘Búnker’ existiese si viviese mi padre”
El rapero sevillano cambia el oído por la vista y lanza su ópera prima literaria, un texto que empieza odiando pero que versa sobre el amor, el suyo particular
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A Toteking (Sevilla, 1978) hay que creerle porque lleva toda una vida diciendo lo que piensa. Es así desde que empezó con la música 20 años atrás (lo dice Eugenia; dentro del libro se entiende) y lo hace ahora que acaba de bautizarse en otro arte, el de la literatura, con su ópera prima “Búnker” (Blackie Books): “Odio, odio esto, odio aquello, odio que el imbécil de tu padre esté vivo y el mío no”. En cuatro caras de texto se contabilizan más de 20 “odios” para acabar con lo que más detesta; la marcha de su padre, una herida profunda y sangrante que aún a día de hoy sigue borbotando. A Toteking hay que creerle, también, porque por otra pérdida (esta vez no le toca en primera persona; dentro del texto se vuelve a entender) lleva un anillo en el dedo anular que no se quita nunca. Por pasión al oficio, al arte y “porque es un regalo de verdad”. Y si no, curioseen en su perfil de Spotify y fíjense en la mano.
Toteking odia, pero también ama. Ama muchísimas cosas; “Búnker”, de hecho, puede ser entendido como un libro sobre el amor, porque en él salen a relucir muchos aspectos que le han alegrado o lo siguen haciendo; sus mañanas de música, libros y labores de limpieza de esvásticas por los baños del instituto; sus tardes de cancha, baloncesto sin comentaristas y Robocop; y sus noches de Netflix con su chica, conciertos o encierro en el instituto. “El principio está ligado a los años malísimos que pasó mi familia durante los 6 años de enfermedad de mi padre. Fue una tortura, ver como todo iba a peor... Tenía bloqueada a toda mi agenda. Pero el libro es eso, se ve como voy desfogándome con él, cómo me voy haciendo mayor y me ocurren cosas que le pasan a la gente mayor, como la pérdida de un familiar”.
“Búnker” es un híbrido entre memorias, novela y ensayo. Toda una vida escribiendo para el oído y ahora lo hace para la vista, aunque la relación sea estrecha desde hace tiempo. Su padre, ávido lector, le inculcó una práctica que detestaba y de la que ahora presume en su casa. De Juan Rulfo a Le Clézio pasando por Céline: “Me hubiese encantado conocer a Roberto Bolaño. A Enrique Vila-Matas le preguntaba cómo era su amistad. Me hubiese encantado estar de oyente en una charla entre Bolaño y Enrique. Y a Julio Ramón Rybeiro. Me hubiese bebido una buena botella de vino con él”. Su progenitor leía mucho, fue clave para la elaboración de esta obra y no sabe qué hubiese pensado: “Sería como él era, ácido, directo y de verdad. Me diría: ‘A ver, chiqui... Esto está bien... Esto me gusta... Esto sabes que no es mucho lo mío’”, imagina el sevillano.
Nunca se muerde la lengua, ni lo ha hecho, sea el tema que sea. Política, mismamente; se ilusionó con la explosión de Podemos y se desencantó posteriormente con el tachado como “arte de la mentira”. Llegó a dar un concierto en un acto de la formación morada, pero...: “Estoy mayor ya. Cuando te sacude la vida como con lo de mi padre, te asusta darte cuenta de que te puede tocar a ti mañana. Ante esa tesitura, prefiero volver a mi ritual de música, libros y deporte. Llevo así 22 años. No hay más horas ni más huecos porque es lo que he elegido".
Cuando vio Robocop con 12 años quedó profundamente aterrado; Mario, el hijo de su amigo David, con 10, se permite el lujo de entrar a ver Hereditary. No es sólo que no le de miedo: es tan espabilado que les explica a los adultos el final del filme. Los asistentes en la sala escrutaban al niño y cuestionaban silenciosamente el grado de majadería de los adultos. Él, que no tiene hijos (ni pretende revertirlo), cree que en la generación actual debería pesar más lo bueno que lo malo: "El cómo manejáis las cosas me deja flipado. DJ Nexxa, por ejemplo, el DJ con el que trabajo, me dice: ‘Toma, te he editado este vídeo’. ¡Y yo no sé ni bajar el programa! Mario con veinticipico años va a ser... Lo comparas con el Tote de veintpialgo y me pega veinte patadas”.
Él, sin embargo, no será padre y duda de si sería uno bueno (“Mi novia dice que sí, a veces fantaseamos sobre eso... Pero yo creo que no. Dedico mucho tiempo a mi ritual, deporte-música-libros... Pf... Me faltarían horas”). Al menos el suyo se pudo ir orgulloso al saber “cómo se gana el pan su hijo el mayor”, a través de un arte que detestaba, pero que sirvió como acicate para tener alguna charla sobre Miles Davis, reírse de su estilo cuando era más joven para desarrollar un gusto por la literatura que ni imaginaba. “No creo que Búnker existiese si viviese mi padre”, indica Toteking. Y sigue: "Esto es real (mira al libro) por dos motivos; uno, que mi padre enfermó y tenía que sacarlo; y porque Enrique Vila-Matas me empujó a ello tras pedirme un texto para su web”.
Toteking alcanza la cuarentena pero ha pasado muchísimos años fustigándose por no llegar al nivel de excelencia de sus padres. “Me persiguió mucho tiempo esa culpa, y creo que eso hizo que me tomase el rap como algo súper serio. Yo quería ser un guerrero como ellos, pero en otro campo”. En el suyo, el del texto; sus padres, ciencia milimétrica; él, palabra firme y recia. Como el pretexto por el que lleva el anillo:
- “¿Por qué nunca te lo quitas?"
- ”Yo soy antiprotocolo y anticeremonia: en mi familia nunca hemos valorado el amor por cumpleaños o santos. Con los regalos me pasa algo parecido, que no entiendo el amor por ahí. Pero esto sí es un ejemplo de un regalo; no era protocolo, no era fecha señalada... Era un tío que mataron a su hermano en una joyería de Valencia y me dijo que había sido él quien le había enseñado mi música, que me escuchaba por él. Llevaba el anillo puesto, se lo quitó y me dijo: “Yo creo que le hubiese gustado que lo llevaras tú”. Pum, toma, para ti. Fuáh. Mira, mira, se me ponen todavía los pelos de punta. Aquí se va a quedar".
No poder comentar lecturas con su padre es de las cosas que más odia en este mundo. Tiene la pérdida siempre presente; la de su padre, en la cabeza y en el alma; la de un leal seguidor, en el dedo. Ambos le escuchaban y, aunque ninguno podrá leerle, el padre del sevillano habría estado orgulloso tras ver cómo ahora daba el salto a “su arte”. Ese que le inculcó desde pequeño, que permanece perenne en el músico y que ha ayudado a erigirle como la figura que es hoy: un tipo divertido, preocupado por lo que ocurre y que ama más que odia. Aunque parezca inverosímil.