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Literatura

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A Mammy le borran el acento políticamente incorrecto del sur

La editorial Gallmeister publica mañana una nueva traducción actualizada de “Lo que el viento se llevó”, que "corrige errores” de la versión de 1939

Escena del rodaje de "Lo que el viento se llevó"
Escena del rodaje de "Lo que el viento se llevó"LA RAZÓNLA RAZÓN

Lo que mayores quebraderos dio a la traducción francesa de «Lo que el viento se llevó», que vio la luz el mismo año que se estrenó la película, es decir, en 1939, fue precisamente el título. La tormenta de ideas por parte de las mentes pensantes de Gallimard devino en tsunami que amenazó con llevarse por delante a la novela misma: «Viento opuesto», «Viento del norte», «Después del viento», «Mecido por el viento»... Ninguno era el ideal hasta que llegó «Lo que el viento se llevó» y las aguas volvieron a su cauce.

Ochenta y un años después de una versión que se ha tenido por modélica y aprovechando que desde el 1 de enero de este turbulento año la obra está libre de derechos, Gallmeister pone a la venta a partir de mañana en Francia dos tomos que reúnen la obra en edición de bolsillo y le enmienda la plana 80 años después en temas hoy imperdonables en tiempos de corrección extrema. Curiosamente, responden desde la editorial que lo único que se ha dejado intacto ha sido el título, que la novela sigue llamándose igual, que ya es un tanto, pero que hay que cerrar heridas con respecto a los personajes que hoy son llamados de color (siempre me he preguntado, ¿de qué color?) y antes negros y a los que se hacía hablar con un dialecto sureño que oscilaba entre la risa y el sonrojo.

La consonante «R», por ejemplo, no era pronunciada por ellos en sus parlamentos, sino que se obviaba con una apóstrofe. Hoy se reescribe con su sonido vibrante. «La traducción era estupenda, pero no olvidemos que fue del año 39», aseguran desde al editorial. No olvidemos, tampoco, conflictos raciales actuales a parte (la salida de la edición estaba cerrada bastante antes de que estallaran los sucesos por la muerte de George Floyd en Estados Unidos), que reescribir lo ya escrito según se trate de quién es una enfermedad en determinados ámbitos de la cultura. El libro tiene los años que tiene, lo mismo que la película.

El trabajo de Josette Chicheportiche, que es la autora de armonizar el nuevo texto de Margaret Mitchell, le ha llevado un año entero para adecuar «un lenguaje terriblemente anticuado y escandaloso en su forma de describir las relaciones raciales en el Sur esclavo», obra en la versión gala de Pierre-François Caillé, un histórico de la casa que no hizo sino «dejarse llevar por su tiempo y hacer gala de un lenguaje minucioso y cuyo trabajo es digno de elogio», remarcan desde la casa francesa en apoyo del traductor, que falleció en 1979.

Desconocemos cuál será el siguiente capítulo de estas oleadas de lavado de imagen de ciertas obras de arte, llámense, libros, cuadros, películas, obras teatrales o incluso el Festival de Bayreuth, tan contaminado durante un tiempo por su vinculación con el nacionalismo. Esperemos que la siguiente revisión no sea la de la «Lolita» de Nabokov, a cuyo personaje podrían hacer crecer hasta la mayoría de edad para evitar conflictos pedófilos.