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“Explota explota”: revivir el musical a ritmo de Raffaella Carrá

Ingrid García-Jonsson es una novia a la fuga que vuelve al Madrid de finales de los setenta para cumplir su sueño de ser bailarina en televisión
JulioVergneEFE
La Razón
  • Matías G. Rebolledo

    Matías G. Rebolledo

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Hay dos formas de acercarse a Ingrid García-Jonsson (Suecia, 1991). La de la cinefilia enciclopédica versará sobre sus papeles en óperas primas como «Ana de Día» u obras más íntimas, como «Hermosa Juventud» de Jaime Rosales. La de la dictadura del clic nos hablará de sus pasos virales por el programa «La resistencia». Lo cierto es que, metiendo ambas facetas en una coctelera, el resultado es el de una actriz con suficiente tirón y solera como para echarse a la espalda uno de los grandes estrenos del año, si no el último, en la cartelera nacional.
«Quiero que la gente salga contenta y que, si puede ser, vuelvan bailando a casa», explica la protagonista de «Explota explota», el musical con las canciones de Raffaella Carrá que se estrena esta semana y que hace acopio de las pistas que el mito italiano grabó en español. El director, Nacho Álvarez, explica el proyecto: «Da miedo enfrentarse a un musical y ver que te están poniendo canciones que no conoces. Aquí no está ese problema. Raffaella Carrá está impregnada en nuestra cabeza de una forma de la que no somos ni conscientes».
García-Jonsson, que se confiesa «exhausta» del pequeño Tourmalet de encuentros con la prensa, interpreta a María, la chica que busca huir de un pasado poco concreto para bailar en un futuro brillante. Todo ello, eso sí, durante las últimas exhalaciones del régimen franquista y la extensión de sus lacayos desperdigados por el ente público a modo de censores. Sobre cómo el país de Marisol y Rafael dejó de hacer musicales, la protagonista es tajante: «España rompió con una época muy oscura y había una necesidad de olvidarse del pasado. Por desgracia, en ese barrido nos quitamos de encima el musical. Poco a poco tendremos que ir llenando otra vez el mundo de películas donde la gente baila, canta y está feliz».
Es muy probable que, por ese espíritu alegre y colorido que inunda la película de Álvarez, sobre la que vuelan los buitres de la homofobia y la dictadura, no haya una crítica tan mordaz como se podría esperar desde el revisionismo de salón. El director lo tiene claro: «No se puede forzar lo anacrónico y hay que bucear en los temas para encontrar temas ocultos para la censura, como el baile o el propio amor. No solo España se olvidó de los musicales, todo el cine lo hizo. Hacer musicales es muy costoso y muy complicado».
En su «Explota explota», muchas escenas son devoradas por una Verónica Echegui que reparte ya con soltura sus proyectos entre España y la tierra de «La Carrá». Soporte cómico del filme, cree que este cine es necesario en los tiempos que corren: «Es muy cierto que a cada época de crisis le sigue una de un cine más colorido y alegre, pero nos deberíamos quitar de encima el prejuicio de que ese tipo de películas son menos profesionales, las coreografías cuestan mucha preparación».
A su lado, García-Jonsson defiende ese proceso como la parte más importante de lo que luego vemos en pantalla: «Ha sido una experiencia bastante guay, como poder quitarse los pudores. Es un cambio de registro bastante fuerte, pero muy interesante. Me noto una mejor profesional». Y remata, ya más seria: «Yo no tengo una formación actoral como otras compañeras, nunca tuve el dinero para ir a una escuela cuatro años, así que mi mejor forma de aprender es trabajando».
En el español todo es empezar
Corría loco el año 1975 cuando Raffaella Carrá pisó por primera vez España para actuar en Televisión Española. Tal fue su éxito, que no llegaron a caerse doce hojas del calendario y ya estaba presentando su propio programa. Para cuando el chileno Don Francisco la llevó a su célebre «Sábado Gigante» en 1978, «La Carrá» ya era un fenómeno de masas en un mercado para el que llegó a grabar un total de 95 canciones.