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Cultura

José Luis Gómez: «He vivido confiado con el virus por mi buena genética»

El actor y académico de la RAE recupera el «Cantar del mío Cid» y la tradición del juglar en la sala grande del Teatro de la Abadía

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TeatroCIPRI PASTRANO DELGADOLa Razón

José Luis Gómez (Huelva, 1940) hace buenos sus años al lado del actor y mimo francés Jacques Lecoq (1921-1999) y lleva al Teatro de la Abadía una representación de «Mio Cid» en la que le invade el espíritu de la juglaría que aprendió al lado del maestro francés.

–¿Por qué «Mio Cid»?

–Quedé prendado de la grandeza del poema y de su lenguaje. Yo, que me he interesado mucho por la memoria histórica, creo que los españoles somos poco conscientes del idioma que poseemos. Por un inmenso azar histórico tenemos una de las lenguas más grandes del mundo y yo no lo entendí hasta que me metí con «Mio Cid». Empleé tanto tiempo para poder emitir el castellano correcto del siglo XI que quiero hacer partícipe al ciudadano de eso. El poema ha formado parte del imaginario colectivo español de siempre y ha sido utilizado por unos y otros en favor de unas ideas u otras, como siempre ocurre. Me parecía urgente recuperarlo con esta forma de actuar como un juglar, que es algo que se ha perdido.

–¿Se siente más juglar o Cid?

–Juglar.

–¿Ha empatizado con el Cid?

–Cuando uno tiene cierta experiencia sale solo.

–Hablaba antes del azar histórico español...

–El Descubrimiento fue fruto de una equivocación. Ya los portugueses advirtieron a Colón de que por el oeste no se llegaba a la India, así que la expansión de nuestra lengua fue de casualidad.

–¿Qué enseña hoy el poema?

–Su tiempo fue el de una gran guerra civil española, como la del 36. Lo cruento de ambas nos debería hacer ver que eso... ¡nunca más!

–¿Qué destacaría del Cid?

–Su lealtad. Es tratado injustamente por el rey y ni por esas cambió. Es una virtud necesaria e imprescindible para vivir en paz. Y eso se echa de menos en esta vida cotidiana.

–Está descendiendo la popularidad de nuestra Corona...

–El debate sobre monarquía o república está traído a destiempo y en un mal momento. El freno al golpe de Estado fue un gran servicio a la nación de Juan Carlos I, que hizo posible el tránsito a la democracia. Se saltó las reglas del dictador y eso está en el corazón de los españoles. Ahora se han detectado errores graves en su conducta personal, que son censurables públicamente, pero ambas cosas forman parte de un todo. Yo no puedo confundir una figura del Estado con el Estado mismo. Las figuras pasan y el Estado permanece.

–¿Por qué no somos conscientes de nuestro idioma?

–Se ve en las Cortes. En su día, Manuel Azaña, tras un parlamento de Lerroux inapropiado, dijo: «Permítame, su señoría, que me sonroje en su lugar». Muchos nos sonrojamos hoy al ver los debates parlamentarios. Es un gran pesar. Si llevamos los ejemplos del Congreso a nuestro día a día todo será muy difícil. Es doloroso. Por eso me gusta resaltar la lealtad de Rodrigo Díaz de Vivar. No quebranta nunca su compromiso con su rey, su tierra y sus gentes.

–Si el Cid ha sido reclamado por unos y otros, decía, ¿a quién pertenece Azaña?

–A los españoles, por favor. Es un ejemplo extraordinario de cultura política y amor a su país. Además, fue muy moderado. Aunque en sus memorias se manifieste desdeñoso hacia otros, en su comportamiento no lo fue.

–A raíz de los casos de retirada de placas en Madrid, ¿veremos desparecer otras por el revisionismo histórico?

–Indalecio Prieto y Largo Caballero, sobre el que cae el estigma de ser un socialista radical, el Lenin español, fueron elegidos democráticamente. No se hicieron con el poder con un golpe y no faltaron a su juramento constitucional. Si hay 300 historiadores mundiales que dicen «no hagan eso»... me causa gran tristeza.

–¿No son leales los políticos?

–No dudo que, igual que los sanitarios se están matando por hacer su deber, los gobernantes se estén esforzando al máximo en hacer su deber. Eso sí, si aquí nos ponen un toque de queda como en Francia, algunos se echan a la calle y allí lo aceptan. Las fotos de la gente en los bares de España dan susto. ¿Cómo es posible ser tan irresponsables? Eso es fruto de acciones como retirar asignaturas como Educación para la Ciudadanía.

–¿Le tiene miedo al virus?

–He vivido inconsciente durante todo este tiempo, pero empiezo a tenerle miedo al ver cómo amigos han enfermado. He vivido confiado en mi buena genética y en que hago ejercicio físico, aunque tomando precauciones.

–¿Y cómo ve el trato que se está dando al teatro y, por extensión, a la cultura?

–Determinados partidos políticos y sectores sociales llaman a las gentes de las artes en vivo «pedigüeños» y «los de la ceja», pero la realidad es que la gente del teatro son personas muy esforzadas, tenaces y trabajadoras. En España tenemos una de las lenguas más importantes del mundo y, sin embargo, uno de los sistemas culturales, en el ámbito del teatro, más bajos de Europa. Es así y el que diga lo contrario miente. ¿Pedigüeños? El problema es que nuestros gestores culturales no han visto esos teatros ni tampoco saben que existen. Estamos muy por debajo de la media europea. Con el Siglo de Oro que tenemos no puede ser suficiente con una sola Compañía Nacional de Teatro Clásico, por favor.