Un Juan Diego íntimo y de amplio repertorio
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El tenor peruano tuvo que adaptarse a las nuevas condiciones de aforo por la Covid-19 implantadas en Barcelona y desdoblar este recital en dos días, para que pudiesen asistir todos los espectadores, y manteniendo un único caché, lo que le honra. El programa tuvo que adaptarse a las circunstancias mediante algo más de una hora de música y sin descanso, para limitar la movilidad del público y los posibles contagios. Así, en un programa muy personal pero muy amplio ofreció en primer lugar dos grupos de «lied» con una selección muy interesante de Beethoven y Richard Strauss. Un repertorio poético e intimista de inspiración amorosa que Flórez desgranó con una gran exquisitez, gracias a una cuidada dicción y un registro central y agudo de gran proyección y calidad. Lo mejor fue la personal interpretación de cada una de las canciones llevadas a su terreno tanto a nivel canoro como expresivo. Una primera parte del programa que estuvo perfectamente acompañado por la interesante pianista Cécile Restier quien destacó también en algunas de las piezas solistas que dividieron el programa como la Bagatelle número 2 de Beethoven o «Papillons Blancs» de Massenet. El tenor pasó a interpretar algunas piezas belcantistas italianas de mayor enjundia vocal como «Meco all’altar di Venere…» de Norma de Bellini, con un sobresaliente acompañamiento pianístico y una más adecuada escena del joven Verdi de I due Foscari.
Pieza ideal
Abordó también el repertorio francés, más afín a su vocalidad elegante y luminosa con la preciosista «Vainement, ma bien-aimée» de Le roi d’Ys de Lalo y la popular «Ah! Lève-toi, soleil!» de Gounod. Por último cantó una cuidada «Che gelida manina» de «La bohème» que no parecía la pieza ideal para cerrar el programa oficial. Pero Flórez volvió al escenario guitarra en mano para deleitar a un público mayoritario incondicional y entregado al artista, que lo aplaudió con especial afectividad y efusividad desde su salida al escenario y que disfrutó de los numerosos bises de canciones y tangos latinoamericanos, algunos a petición de su fans como «La flor de la canela» y cerró finalmente la velada con dos arias de ópera con piano de «La fille du régiment», de Donizetti, y como divertimento final nada menos que «Nesun dorma», de la «Turandot» de Puccini, que interpretó muy fuera de estilo pero que arrancó los bravos de parte del público. Unos espectadores que ya habían tarareado la popular «Cielito lindo» a petición del artista que enfatizó la idea de que es momento de cantar y no llorar, como dice la canción, en estos tiempos de pandemia.