“Josep”, homenaje animado a los exiliados republicanos
El dibujante y realizador Aurel adapta un episodio histórico del final de la Guerra Civil para contar la historia de Josep Bartolí, artista y republicano refugiado en Francia
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Fundador del Sindicato de Dibujantes y comisario político del Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM), Josep Bartolí nunca se declaró equidistante en la contienda de la Guerra Civil española. Por ello y por ser un miembro reconocible del bando republicano, se había despedido de su pareja a finales de 1938 y cruzó la frontera con Francia en febrero de 1939. Con la izquierda española derrotada, el otrora célebre dibujante se vio en la piel de un refugiado más en una Francia que parecía ajena al cambio en el “zeitgeist” y que se creía a salvo de cualquier fascismo incipiente en Europa.
Con un destino atravesado por la tragedia, Bartolí pasó por hasta siete campos de concentración (entre ellos el de Dachau) hasta poder huir a México. Allí podría volver a su vocación ilustradora y entraría a formar parte del círculo de amistades de Diego Rivera y Frida Kahlo, de la que se cuenta llegó a estar enamorado. Casi un cuarto de siglo después de que falleciera Bartolí, otro dibujante, el francés Aurel (pseudónimo artístico de Aurélien Froment) dirige lo que entiende como un “homenaje” tanto a la figura del refugiado español como a la memoria de todos aquellos que huyeron de un destino macabro para entrar en la mismísima boca del lobo. Después de cosechar un apabullante éxito en la taquilla francesa, “Josep” se estrena el viernes 4 de diciembre en salas españolas de la mano de Filmin.
—¿Le ha afectado profesionalmente la pandemia? ¿Afectó a la distribución de la película?
—Profesionalmente han cambiado muchas cosas y hay proyectos que se han detenido, pero estoy bien y he tenido mucha suerte. Sí afectó al estreno en Francia de la película, porque solo llegamos a estar presentes en cartel cuatro semanas y media antes de que cerraran los cines, pero estaba marchando todo espectacularmente bien. El día 15 vuelven a reabrir las salas aquí (en Francia), así que es como volver a empezar.
—Después de que la haya recibido tan bien el público francés, ¿espera una reacción parecida por parte del español?
—Sinceramente, no lo sé. No me veo capacitado para evaluar al público de España. La gente que sí la ha visto ya dice que le ha encantado, pero tengo muchas ganas de ver qué opinión les merece la historia de Bartolí. Aunque sean hechos históricos compartidos, es imposible que tengamos, franceses y españoles, el mismo punto de vista. En Francia, había parte del público que no era consciente de este punto negro de nuestra historia. De hecho, en el sur de Francia hay gente que hasta es descendiente de los protagonistas de esta historia y lo ignora por completo. El punto de vista francés es entender que se trata de parte de la Historia del país, por encima de la historia de las familias o de la gente. Yo creo que en España es todo lo contrario: es más personalista, más de las familias.
—¿Cómo nace la película?
—Yo descubrí la historia de Josep Bartolí a través de su trabajo, de sus dibujos, que fue lo primero que me llegó. Así llegué al libro de Georges Bartolí, “La retirada”, sobre la vida y obra de su tío. Ese fue el germen y la fuente de todo. A partir de ahí me puse a investigar y a hablar con todo aquel que me pudiera arrojar luz sobre su vida.
—Usted ha explicado varias veces que no es tanto una película “animada” como una película “dibujada”...
—Es una forma de explicar que se trata de un homenaje a nuestro oficio, al de Josep y al mío, que es dibujar. Quería hacerle un homenaje, pero también me di cuenta de mis propias limitaciones en el cine. Yo no soy animador y nunca me he querido desarrollar en esa disciplina, entonces, ¿por qué iba a hacer algo que me es ajeno? Por eso digo que es más dibujo que animación. Sé muy poco del movimiento. Si quería contar esta historia con sensibilidad y emoción, tenía que ceñirme a lo que sí sé hacer. Además, esto tiene mucho más sentido si entendemos que la película no es otra cosa que los recuerdos de un abuelo, de una persona mayor que se está muriendo. Hasta estéticamente tiene más sentido: su memoria no puede ser fluida.
—¿Cree que en el desconocimiento de historias como la de Bartolí hay un poco de “vergüenza histórica” de los países?
—Creo que es algo más relacionado con la ignorancia que con la inacción. Al menos del lado francés, que es el que mejor conozco, no es tanto un asunto de vergüenza como de total desconocimiento de estas tragedias.
—En su película se dibujan hechos tremendamente crudos de una manera muy realista...
—Ahí radica la fuerza del dibujo, que te permite enseñar cosas duras de una manera mucho más fácil para el ojo del espectador. Como dibujante, trabajo mucho con el concepto de lo que se queda fuera de campo, pero hay un momento en el que tienes que enseñar qué está pasando. Por sí mismo, el dibujo no es realidad y existe en un hueco entre la realidad y la ficción de lo que está enseñando, es mágico. Eso te permite poner distancia entre lo que pasó y lo que estás enseñando. Una película en imágenes reales del mismo asunto creo que no tendría la misma fuerza.
—En Francia usted la proyectó junto a niños supervivientes de aquel horror...
—Al final de la proyección venían a hablar conmigo y me decían que les había gustado mucho el retrato de la película, pero que les había gustado más siendo dibujada. El hueco que hay entre el dibujo y la realidad les permitía a ellos, y a cualquier espectador, aportar sus propias emociones, sus propias vivencias. El dibujo te permite proyectarte en la historia.