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GRAF5652. MADRID, 15/12/2020.- Las directoras cubanas Patricia Pérez (i) y Heidi Hassan posan durante el pase gráfico de su película "A media voz", este martes en Madrid. EFE/Chema Moya

“A media voz”: mi patria es mi amiga

Inmigración, amistad, rencor y verdad se dan la mano en uno de los mejores documentales iberoamericanos de la última década, con la diáspora cubana como telón de fondo

Desde su propia invención, como espectáculo itinerante cuyo único hogar era la sala de proyección, el cine ha reservado un hueco especial en su atribulada historia para las narraciones de la diáspora y sus consecuencias. El documental, por ser el medio que mejor atestigua el paso del tiempo, ha ido recogiendo relatos sobre dejar atrás la tierra propia adaptándose siempre al signo contextual: las migraciones masivas de europeos empobrecidos, la huida del horror nazi o la persecución del sueño americano han sido temáticas con las que el género ha jugado una y otra vez para intentar encontrar la verdad, bien sea de forma tradicional o intentando mezclar conceptos traídos desde la ficción.

Pocas veces, eso sí, se ha contado la historia (que no drama) de la inmigración desde una perspectiva estática. Esto es, narrar un viaje sin viajar y seguir a unos héroes que deciden quedarse, incluso aunque se acaben marchando. O marchitando. En “A media voz” dirigida por las realizadoras cubanas Patricia Pérez y Heidi Hassan, las etiquetas importan bien poco. En su película, que se podrá ver en la Cineteca de Madrid desde el 18 de diciembre, se cuenta una historia que duele, porque no tiene vuelta atrás, pero que esperanza por su universalidad y por el poso que deja en uno, el de uno de los mejores documentales iberoamericanos de los últimos años.

Por abrazar la linealidad, la historia se podría resumir como las cartas de soledad que se escriben dos amigas, que lo fueron todo la una para la otra, y que por escapar de una Cuba que se les queda pequeña artística y políticamente, se ven por separado ante las vicisitudes de una Europa que abriga poco pero que no deja resquicio al arrepentimiento. “A media voz” es una narración conjunta, y con dos estilos perfectamente diferenciables pero que bailan al unísono, de dos mujeres que se echan de menos porque saben que el capítulo de sus vidas que están dejando atrás es, probablemente, el que más haya afectado a su forma de ver la vida.

Casi un año después de ganar en el festival de documentales más prestigioso del mundo, el de la ciudad de Ámsterdam en las que transcurre uno de los pasajes de la película, las autoras creen que su filme solo es “el resultado de un largo proceso de documentación propia”. En la humildad de las palabras de Hassan y Pérez tiene que caber este “relato de lo personal” que las filma de niñas, explorando una Cuba abierta a la intelectualidad, más adultas, buscándose la vida con un puesto itinerante de mojitos, o incluso, y ahí es donde se vuelve todo tremendamente revelador, discutiendo con sus respectivas parejas, reconciliándose o intentando recoger los restos de un naufragio que bien puede ser una ruptura sentimental o la confirmación final de la imposibilidad de ser madre.

Después de ser testigo de ese espectáculo, cabe preguntarse por el cine como una disciplina de exhibicionismo y voyerismo que va y vuelve desde la pantalla a la butaca y viceversa: “Yo creo que no hay una pulsión de exhibirnos porque sí. Durante muchos momentos de mi vida he tenido miedo a ponerme delante de la cámara, porque no estaba tan segura como detrás, y encontrarme con mis propias verdades para dejarlas grabadas. Según pasa el tiempo, te va importando cada vez menos lo que piense la gente”, explica Hassan. Y matiza vehemente: “No hay mucha diferencia entre contar las penas de uno buscando trabajo y mi relación con anteriores parejas, solo que a lo segundo estamos bastante menos acostumbrados como espectadores”. Pérez, cuya parte del documental es la que se sirve de la media voz del título frente a la narración silente de Hassan, cree que la captura de momentos íntimos es algo “natural” en la vida de un cineasta y que “no entender eso es no entender a la persona con la que compartes vida”.

"A media voz", de Patricia Pérez y Heidi Hassan, se estrena el 18 de diciembre en cines
"A media voz", de Patricia Pérez y Heidi Hassan, se estrena el 18 de diciembre en cinesLa Razón

Más allá de las etiquetas y las reflexiones morales que pueda provocar su obra, lo cierto es que la verdad con la que está tejida, gracias a un desempeño estético que va ganando ritmo según avanza el metraje para evolucionar desde el video arte a la narración convencional del drama, es cine mayúsculo. Como si todavía estuvieran físicamente presentes la una en la vida de la otra, las cineastas se van dejando migas de pan en forma de recuerdos fílmicos que se pueden entender como una especie de correspondencia sin sello, lista para ser abierta por la otra cuando sea el momento adecuado y que, para nuestro deleite, explotan en el documental.

Sin revelar nada específicamente argumental, porque acercarse al filme con poca información favorece el K.O. técnico en el que sumerge al espectador para cuando acaba, “A media voz” bien podría favorecerse de un epílogo o de una secuela: “Hemos fantaseado con la idea, con volver a ver en qué lugar estamos veinte años después. Lo único que tenemos claro, y que lo hemos tenido así toda la vida, es que seguiremos en nuestro proceso de documentación propia, grabando todo lo que vivamos más allá de la función o la utilidad que eso pueda tener o no en el futuro”, explica Pérez cómplice con una Hassan que, como en su parte del filme, solo interviene para desgranar lo menos obvio, como la posibilidad de que su película se vea en Cuba: “Solo se proyectó en el Festival de La Habana y ahora, cuando queríamos que la pudiera ver todo el mundo, nos cerraron los cines”.

En un año que se escribirá inequívocamente en España en clave documental, gracias a películas como “El año del descubrimiento”, “Anatomía de un Dandy”, “Renaceres” o “2020”, esta coproducción gallega (además de cubana, francesa y suiza) viene de alzarse con la Biznaga de Plata al mejor documental en el Festival de Málaga. Más allá de las credenciales en forma de galardones y un estreno limitado en salas, la belleza de “A media voz” parte de una pregunta tan sencilla como dolorosa que se hace una de las directoras, sin aclarar intencionadamente a quién interroga y que retumba en la pantalla como si buscara un eco en la conciencia de quien se enfrente a ella: “¿Cómo te atreviste a destruir algo tan bonito?”.