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El mayor reto de James Bond: mantenerse a la última moda

Ante el retraso del estreno de “Sin tiempo para morir”, algunas escenas tendrán que volver a rodarse por quedarse la publicidad obsoleta
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James Bond, un éxito con aritmética propia: sexo, violencia y tecnología. Un cóctel, agitado, no revuelto, hecho para reventar las taquillas. Pocos personajes han sobrevivido a la factura social de lo políticamente correcto con su envidiable hieratismo y pulcritud. Pero ahora se ha quedado obsoleto, caduco, demodé, anticuado, pasado de moda. Durante décadas, el agente de su Majestad la Reina de Inglaterra se ha sobrepuesto a ese bosque de centenares de amantes y a todos los Dr. No que le han salido para cortarle el paso, pero ni siquiera los viejos espías salen indemnes de una pandemia.
Cuando todo esto de la Covid arrancó, el primer filme que retrasó su estreno en la gran pantalla fue «No Time to Die», su última aventura, el blockbuster del año, la entrega que cerraba el cuarteto interpretativo de Daniel Craig, ese inventario de pelis panópticas que permitían contemplar su biografía completa, lavaban su imagen ya un punto setentona y le daban un necesario barniz de modernidad que le hacía falta, sobre todo a la luz de ese rival pertinaz que era Jason Bourne (sus nombres y apellidos comienzan por las mismas letras y no es ninguna casualidad). Pero ni siquiera este actorazo, que ha conseguido incorporar la interpretación a un fulano con menos gestualidad que una escultura románica, puede luchar contra el tiempo.
Una de las marcas de James Bond, uno de los reclamos que exigen los espectadores, son sus gadget y estos se han quedado más desfasados que un seiscientos. Resulta que los relojes, los teléfonos, los autos, todos esos cochazos con recursos de ciencia-ficción que hacen abrir la boca a la chavalería; toda esa publicidad subliminal que las marcas nos suelen meter en sus filmes, ya no son actuales, pertenecen a la actualidad de hace un año. Y un año en tecnología son como mil años luz para la NASA. Las marcas anunciantes han advertido a los productores de que ni los Nokia y Omega que salen en la cinta pertenecen a su último catálogo, sino al de hace unos cuantos meses, vamos que hasta se han despachado en los mostradores de El Corte Inglés.
Los productores de la peli se encuentran así en una ardua tesitura: pasar del tema y tirar ya con lo que hay, aunque 007 parezca por primera vez en su carrera un abuelo con un móvil de hace cien semanas (o sea, un tío más vetusto que un calzador) o rodar de nuevo las escenas en las que aparecen las principales marcas publicitarias, que en definitiva son las que han pagado parte de esta diversión, aunque suponga un desembolso más (o otra pérdida más que sumar al balance). Y es que el mayor reto de James Bond nunca fue derrotar al malo, sino mantenerse actualizado, como los iPhone.

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