«Quitamiedos»: Amores que matan ★★★✩✩
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Autor y director: Iñaki Rikarte. Intérpretes: Luis Moreno y Jesús Barranco. Teatro de la Abadía, Madrid. Hasta el 14 de marzo.
Atendiendo solo al punto de partida argumental, uno podría pensar que esta es la obra más friki y gamberra de las cuatro que ha puesto en escena, con extraordinario talento hasta la fecha, la exitosa compañía Kulunka. Si embargo, en su lectura más profunda, puede que la función sea en realidad la más meditativa y filosófica de todas; y, por tanto, desde un punto de vista conceptual, la más compleja.
La historia de un tipo que, después de tener un trágico accidente de tráfico, recibe la visita de su ángel de la guarda en los instantes previos a la muerte para instruirle en la tarea de ángel custodio que tendrá que desempeñar en adelante, cuando abandone definitivamente la vida, podría haberse desarrollado, en manos de un director como Rikarte, como un puro disparate escénico lo suficientemente convincente por sí mismo para justificar la propuesta. Pero el texto, firmado por el propio Rikarte, no es, a pesar de su argumento, un mero vehículo para explorar posibilidades cómicas en el lenguaje literario y escénico, sino que posee una fuerte carga reflexiva y metafórica –no demasiado esperanzadora– en torno al amor, que es el tema fundamental de la obra, aunque a veces juegue al despiste.
Desde luego que hay comedia, y un tipo de comedia, además, muy surrealista; pero el ritmo es sereno, pausado, atípico, y hay una neblina de thriller que lo envuelve todo –perfectas para la ocasión la escenografía de Ikerne Giménez y la iluminación de Javier Ruiz de Alegría–, sumiendo la acción en una oscuridad que descoloca, o incluso incomoda, más de lo que uno hubiera previsto al ocupar su localidad.
En el plano actoral, Luis Moreno y, especialmente, Jesús Barranco hacen un fantástico trabajo para llevar de la mano al espectador hasta un desenlace con un espléndido giro que no es en absoluto tramposo, sino que está perfectamente justificado en todo el desarrollo dramático. En ese final, la naturaleza del amor se nos revelará con su ineluctable perversión: indisociable de algo tan aparentemente contrario a él como es el egoísmo, veremos que ese amor, como leemos cada día en la página de sucesos, es capaz de corromper a veces incluso el ideal más noble.