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El siglo XXI suena a folclore español

Los Hermanos Cubero, C Tangana, y ahora Califato ¾ publican trabajos que hablan directamente con nuestra historia musical y que miran sin prejuicios al pasado
Adri Offdelcampo

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Tambores de Semana Santa, trompetas de pasodoble o rondallas castellanas. Gaitas y bable, fandangos por doquier, coplas, coplillas y boleros. Quién lo iba a decir, pero así suenan (también) los últimos años en España. La mirada con interés sobre el pasado se ha liberado de prejuicios. Canciones «horteras» que dejan de serlo, artistas olvidados, anónimos, que apenas cruzaron el ámbito amateur, reivindicados. Riesgo en los colaboradores y en los homenajes. Solo en lo que va de año, los discos de los Hermanos Cubero, C Tangana y Califato ¾, que se proclaman post folclóricos, han ofrecido distintos enfoques de reivindicación de la herencia musical pero no desde el punto de vista de la etnografía, sino de la música popular más o menos comercial. Un fenómeno que, si bien en el caso de Andalucía ha recibido constante atención, no era tan frecuente en otras regiones que ahora también miran con cariño a los bisabuelos. Quizá durante los próximos tiempos presenciemos más capítulos de la búsqueda del Santo Grial, el de un sonido en el que convive la idiosincrasia cultural propia y la música de vanguardia.
Por supuesto que esta generación no es la primera que lo hace, ni mucho menos, pero en paralelo a una escena de vanguardia que apostaba por el trap, vocoder y reguetón, se cocinaba una de reivindicación de Las Grecas, los Gypsy Kings, los Chunguitos por parte de una escena nueva de artistas ajenos a los clichés del pasado y a una mirada «contaminada» para jugar con libertad. C Tangana decía a este periódico la semana pasada que la generación anterior, la del «indie», «consistía en que, cuanto menos de donde fueras parecieses, mejor. Que nadie pueda decir que eres de aquí o allá. Y después de ese desarraigo ha venido el arraigo en lo que conoces». De esa actitud es resultado «El madrileño», un disco que define «de coplillas» que incorpora a los Gipsy Kings y a José Feliciano para ir de la rumba al bolero pero con los pies en la producción de Alizz, pleno siglo XXI. Los Hermanos Cubero, por su parte, han lanzado un doble álbum que por una parte recupera la música de Toribio del Olmo y por otra mezcla canciones populares con aire de romance con el «country» o el «blue grass». Finalmente, Califato ¾ acaban de editar «La Contraçeña», un disco que definen post-folclórico y en el que, como elolos admiten, juegan con la raíz y la vanguardia, pero sin un programa de mano, sin rumbo, de una manera completamenbte intuitiva. Zambras y fandangos se dan la mano con los Chemical Brothers y, entre las piezas asoma una versión de Los Sobraos, «Quiero verte», transformada en «Te quiero y lo çabe» (ver vídeo). Las paces con el pasado llegan hasta el punto de recuperar lo considerado «hortera» o de menor rango por la crítica, como hace también C Tangana citando a Alejandro Sanz y a Rosario.
Adoración por lo quinqui
En este proceso de recuperación, circunscrito al siglo XXI, no se puede obviar el papel de Los Planetas, que hicieron el viaje que describe C Tangana del indie a la raíz o el cañonazo al «mainstream» que fue «El mal querer» de Rosalía. Pero el guiño a la tradición se ha llevado a cabo también desde el rap «underground» con los guiños de El Coletas y Jarfaiter, al universo «quinqui» y del rock de Derby Motoreta Burrito Kachimba, que definieron su estilo como «kinkidelia»: la suma de Triana y Led Zeppelin.
Desde 2018, Álex Casanova contribuye a enriquecer el lenguaje del folclore gallego con Baiuca, que ha editado el largo «Solpor» (Raso, 2018) y varios sencillos que preceden su nuevo trabajo en los que la gaita y el gallego por fin sonaban bien con la base electrónica. Hubo intentos antes, pero poco afortunados. Y no es el único: el santiagués Ortiga lleva a los festivales lo que denomina «verbena moderna». Aunque Manuel González no se preocupa tanto por ser un folclorista como por reproducir el único ambiente de las verbenas gallegas (y asturianas) en los hiper desarraigados eventos masivos musicales. Después de la «cumbiatune» (cumbia con autotune), se atreve con la salsa, la bachata o el merengue, que, aunque no son géneros típicamente españoles, sí que tienen un arraigo en Galicia y la emigración, que regresaba con morriña en verano a sus pueblos. Cuando formaba parte de Esteban & Manuel, ambos colaboraron con Novedades Carminha en la recuperación de «A Santiago voy», un tema de Los Tamara, que los primeros incluyeron en su último disco. El ambiente verbenero del norte, de Asturias en este caso, es el que también interesa a Rodrigo Cuevas (Oviedo, 1985), que se define a sí mismo como «agitador folclórico» y que reivindica con humor y actualidad el xiringüelu y el bable. Y vivir en el pueblo.
En el capítulo más anecdótico, abriendo un poco más la mano de las recuperaciones, en Madrid, Séptimo Sello o los Nikis han sido reivindicados con fuerza e incluso, los segundos, medio renacidos. Manel han versionado a María del Mar Bonet, igual que María Arnal y Marcel Bagès han tomado como referencia para su nuevo disco la interpretación del «Canto de la Sibila» que hizo Bonet. «Está siendo muy evidente la tendencia de la recuperación de la tradición, aunque es difícil saber si va a llegar muy lejos o no –dice María Arnal–. Pero está claro que en los últimos años han aparecido muchos artistas que se preocupan de mirar hacia adentro o hacia atrás». El estilo vocal de Arnal le debe mucho a las rondallas, como ella misma reconoce: «Las admiro y me interesan. He acudido a grabaciones de fonotecas para conocerlas. Esas canciones y esas voces me obsesionaron. Las estudié por placer. Y ahora todo tiene sentido».

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