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Teatro

Crítica

«Puños de harina»: Un croché al destino ★★✰✰✰

Jesús Torres sobre el ring-escenario
Jesús Torres sobre el ring-escenarioTeatro Fernan Gomez" Puños de harina"

Autor, director e intérprete: Jesús Torres. Sala Mirador, Madrid. Hasta el día 28 de marzo.

Jesús Torres se lo guisa y se lo come él solito en este esforzado y honesto trabajo que protagoniza y dirige a partir de un texto también suyo que obtuvo en 2019 el Premio Teatro Autor Exprés de la Fundación SGAE.

«Puños de harina» se articula en torno a dos tramas paralelas que se van alternando en el desarrollo escénico y que tienen como denominador común el boxeo y la cultura gitana. Por un lado, el espectador podrá conocer, en su trágica y poetizada esencia, el caso real de Rukeli, un púgil alemán de etnia gitana cuya carrera deportiva, antes de que explotara la Segunda Guerra Mundial, fue ascendiendo a la par que el nazismo y la xenofobia en su país, motivo por el cual acabó sus días en un campo de concentración después de haber sido despojado de su título de campeón nacional del peso semipesado. Por otro lado, la obra cuenta la historia de Saúl, un gitano homosexual, hijo de boxeador, que crece en un cerrado y deprimido entorno social de feriantes en la España de los años 80 y 90 del pasado siglo. Es esta segunda línea argumental sin duda la más interesante y mejor desarrollada; y la que ofrece, además, mayor variedad de tonos literarios, tal y como queda reflejado en la bonita mirada del personaje, cariñosa y a la vez casi paródica, a la superchería del mundo gitano.

Aunque salen a colación distintos asuntos en la obra –subyace, por ejemplo, una crítica evidente a la idea tradicional de masculinidad–, el montaje, sobre todo, funciona en su conjunto como un canto a la libertad individual, al respeto y a la tolerancia. Un canto expresado con rigor artístico y conceptual, pero en el que escasea, por desgracia, la acción dramática. Pasan pocas cosas y tardan más de lo debido en pasar.

Lo mejor

La superposición de ambas historias permite ver que, en todas partes, también en las minorías, hay víctimas y verdugos.

Lo peor

A pesar de estar escénicamente bien ideado, el relato de Rukeli resulta demasiado lento y reiterativo.