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Las mujeres ocultas (y pioneras) de la familia Aragón

Inma Cuevas es la encargada de abrir este verano el patio del Galileo con una historia, «Ciclos», en la que rebusca en los orígenes de su saga

Inma Cuevas comparte escenario con el grupo de música Alarmantiks (en la imagen, Alonso Aragón)
Inma Cuevas comparte escenario con el grupo de música Alarmantiks (en la imagen, Alonso Aragón)DAVID RUIZTeatro Galileo

«No hay nada más lindo que la familia unida», cantaban Los Payasos de la Tele. Sin embargo, a los Aragón les faltaba una equis en la ecuación: Inma Cuevas (1977). Y no porque estuviera desterrada del clan ni porque esta renegara de sus genes, ni mucho menos. Simplemente, nunca lo dijo en público. «Muy poca gente lo sabía», explica ahora la intérprete y creadora de su particular «salida del armario». «Nunca me he sentido con la necesidad de decir a dónde pertenecía, lo que no significa que no estuviera orgullosa, pero, afortunadamente, yo sola me he trabajado mi carrera». Series («Vis a vis», «Gran Hotel»), películas («Mientras dure la guerra», «Poliamor para principiantes») y más de cuarenta obras de teatro («Mrs. Dalloway», «La casa de los espíritus») dan buena fe de un recorrido desligado por completo del apellido de sus genes Aragón «para lo bueno y para lo malo, porque el nombre no siempre suma», reconoce una actriz que se encomendó al trabajo de Gon Ramos para darle forma a la dramaturgia que quería montar, «un espectáculo que nacía con la premisa de contar mis orígenes en toda su extensión».

Fue el principio de los «Ciclos» que ahora sirven para inaugurar la terraza de verano del Teatro Galileo desde mañana, y siempre que el tiempo lo permita: «Parece que este fin de semana tendremos que mirar al cielo y cruzar los dedos, pero a partir del domingo ya va a hacer buenísimo». Así, vuelve un año más el plan de cerveza, bravas y teatro, en esta ocasión, para sumergirse en una historia con la que Cuevas «necesitaba experimentar, entrar en nuevas formas de contar y, sobre todo, sentirme creadora desde un lugar más básico y primario». Además de Ramos, el proyecto también se apoyó en el trabajo de las chicas de Teatro en Vilo (Andrea Jiménez y Noemi Rodríguez) «para crear un espacio de investigación» en el que la protagonista se conociera «aún más como artista y como persona.

Tenía ganas de cantar mucho y no quería esperar a que nadie me invitase a hacerlo», así que Cuevas cogió el mando e hizo aquello que le pedía el cuerpo. «Hace mucho tiempo que, con productora propia, no necesito que nadie me llame. Afortunadamente, siempre tengo trabajo, aunque no quería estancarme», continúa. Fue en todo este viaje de pruebas en el que descubrió que quería hablar de por qué era intérprete «y quiénes habían hecho que yo me subiera a un escenario. Deseaba homenajear a mi familia, a esos ancestros que lo hicieron antes que yo y que, de algún modo, decidieron no ir por el camino fácil».

Ahí estuvieron los bisabuelos de Inma Cuevas, Gabriel Aragón y Virginia Foureaux; y su abuelo, Emilio Aragón («Emig»); y sus tíos, Los Payasos de la Tele... Preguntando a unos y a otros, leyendo biografías y revisando los archivos de la familia, se topó con un árbol genealógico en el que «descubrí cosas que no sabía». Y aquellas anécdotas que se escapaban a los documentos y a la memoria de los más mayores las encontró en sus compañeros de escenario, sus primos y miembros de Alarmantiks, el grupo de música que acompaña al montaje sobre el escenario. Tres hermanos, Rodrigo, Gonzalo y Alonso; y un sobrino, Punch. Todos Aragón de apellido, por supuesto. Porque una reunión de esta saga no puede contarse sin música. «Siempre salen historias nuevas», apunta la joven, que también reconoce que ha dado con «algo maravilloso»: «Me he dado cuenta de que algunas de las cosas que tenía, y que no sabía que estaban en mí, me vienen de mis antepasados. Hay algo que está en ti inherente a pesar de no conocerlo. De esta forma empiezas a unir lazos y das con grandes respuestas. Me junté con mis primos y el primer día ya nos entendíamos sobre el escenario».

Otro de los «leitmotiv» de «Ciclos» es darle voz al lado más femenino de los Aragón, una saga que habitualmente ha tenido nombres y caras de hombres. «Siempre fueron ellos, pero las mujeres han estado muy presentes. Y por ello quiero hablar de la primera que hizo que esta familia exista, Virginia Foureaux». Con ella empezó todo, con «una gran acróbata a caballo, o “écuyère”, que venía del Gran Circo Foureaux, que se instaló en Granada». De su bisabuela, asegura Cuevas, ha descubierto que sabe montar como nunca imaginó: «No tiene nada que ver con el escenario, pero es que hace un mes me he subido a un caballo por primera vez y la persona que me vio decía que parecía que lo había hecho toda la vida. Ahí está esa mística de saber que tienes algo inherente».

«Ciclos» (hasta el 3 de julio) es el primero de los tres montajes que desfilarán por ese patio del Galileo tan propicio para las noches veraniegas. El 8 de julio será «Perdidos», con Agustín Jiménez y Carlos Chamarro en el reparto, la obra que cogerá el testigo de este escenario al aire libre con la historia de dos hombres, Juan y Luis, empleados de una empresa de recambios y reparaciones de calderas que se encuentran cada mediodía para comer. Una noche organizan una cena con sus respectivas compañeras. A partir de entonces, la relación entre ambos cambiará. Una propuesta de lo más inocente (o no) de Juan provocará un incendio cuyas imprevisibles consecuencias hará peligrar las apacibles vidas de hombres de familia de las que ambos disfrutan. «La sencillez aparente contrasta con la gran carga de profundidad que exhibe el texto, sin pretender, por ello, nada más que hacer lo que toda buena comedia debe hacer, divertir y hacer reflexionar», añade el director, Ignasi Vidal, de una pieza firmada por Ramón Madaula.

Y, una semana después, entrarán en escena Lolita Flores y Luis Mottola con «Llévame hasta el cielo», de Nacho A. Llorente y dirigida por Juan Carlos Rubio, para alternarse los días de función con «Perdidos». Otra comedia de dos en la que esta vez los protagonistas se encontrarán fortuitamente en un ascensor y donde, tras quedarse encerrados, descubrirán la existencia de un universo mágico en el que lo imposible se convierte en realidad y que impacta en sus vidas para cambiarlas. Una pieza que ya visitó el verano pasado estas mismas tablas y con la que Lolita le cogió el gusto a la producción: «Me gustaría hacer más cosas», asegura.

  • Dónde: Teatro Galileo, Madrid. Cuándo: desde mañana hasta el 3 de julio. Cuánto: desde 14 euros.