Rauw Alejandro: «Adoraba a Bisbal; quedé segundo en un concurso de imitadores»
Es la estrella del momento y apunta a canción del verano con «Todo de ti»: el puertorriqueño publica «Viceversa», un disco con el que pretende expandir las fronteras del reguetón
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Ha tenido varias vidas en una sola. Raúl Alejandro Ocasio Ruiz dejó su carrera por ser futbolista profesional en Estados Unidos y comenzar una trayectoria en la música, rebautizado como Rauw Alejandro, como uno de los nombres que han convertido al reguetón en el ritmo dominante de los últimos años. Con su nuevo trabajo, «Viceversa» (Sony), trata de expandir su sonido, acercarlo al pop y experimentar con formas que lo saquen de su encasillamiento. Rauw Alejandro ya tiene 8 conciertos cerrados en España: Madrid (30 septiembre), Sevilla (1 oct), Málaga (2), Granada (3), Murcia (8), Barcelona (9), Valencia (10) y Bilbao (11).
–¿Conseguirá usted que el reguetón le pueda gustar a la gente que a estas alturas sigue sin soportarlo?
–Yo soy de Puerto Rico y el reguetón está en el aire, así que siempre va a estar en mi música. Pero de los 14 temas del disco solo 3 son de es estilo. Yo aspiro a ser más completo, a llevar la música a diferentes influencias pero en esto es complicado que alguien que no entra por generación vaya a escucharlo de repente. Pero yo lo voy a intentar.
–¿Qué escuchaba además de reguetón?
–A mi padre, que nació en Brooklyn (Nueva York) pero regresó a Puerto Rico, le debo que un día ponía boleros, al siguiente rock & roll y luego hip hop. Y rancheras, merengue, salsa... Yo crecí con Michael Jackson pero me encantaban las estrellas latinas como Chayanne, Ricky Martin, Luis Miguel, David Bisbal...
–Un momento, ¿le gustaba David Bisbal?
–¡Mucho! Pegó muy fuerte con «Bulería», «Ave María»... Lo adoraba. Me presenté en el colegio, con nueve años o así, a un concurso de imitadores de él. Creo que quedé segundo... (ríe).
–Iba para futbolista primero.
–En mi país, lo más importante es el béisbol, luego el baloncesto y el boxeo. Pero a mí me gustaba el fútbol y gracia a él, pude estudiar gratis, tuve una educación.
–Se fue a Estados Unidos.
–Sí, y llegué a jugar en una división que era como la tercera de profesionales. Pero antes jugaba en la liga universitaria, tenía m trabajo a tiempo parcial y me sacaba una carrera. Me busqué la vida solo y ya regresé a Puerto Rico con la intención de ser músico.
–Le oigo hablar y pienso: «qué buen chico».
–(Ríe) Bueno, uno a veces hace algunas travesuras y se lleva un buen golpe de la vida y aprense... Mi madre está curada de espanto conmigo. Me hice el primer tatuaje con 16 años y hoy en día ya no le sorprende nada (ríe). Pero siempre tratando de tener el balance de ser bueno y divertirme un poco, con buena vibra.
–¿Cuándo siente la música?
–Fue madurando dentro de mí cuando estaba fuera. Creo que el desarraigo, la soledad, la sensación de estar solo frente al mundo, me hizo madurar en muchos sentidos y creo que situó las prioridades en su sitio... Me hizo recordar y empecé a jugar con la música, como un «hobby» hasta que regresé a mi casa y mis amigos me dijeron: «Mira en tus bolsillos, ¿qué tienes que perder?». Y empecé.
–El disco tiene canciones fiesteras de reguetón, pero también otras experiencias distintas.
–Es un trabajo muy personal. Desde la elección de los «beats», que son míos, y que yo elijo y trabajo con productores para buscar el sonido y decidir la línea. He dirigido completamente el sonido y he producido tres de los temas. Trato de enfocar mi energía con los productores. Y la letra son mis experiencias de vida. Es íntimo, está dedicado a los fans.
–Me sorprende que hay bastante amargura en alguna canción.
–El disco, si lo analizas, es una historia de amor, algo por lo que pasamos todo el mundo. Te lleva por sus fases. Las primeras cinco canciones son de amor, del clímax. Luego viene la ruptura y las cinco siguientes son de desahogo. Las últimas cuatro, de nuevo, la recuperación, la fiesta. Lo que te ayuda a sanar el alma otra vez. Ese maldito ciclo infinito.
–¿Siente que escribe de manera diferente a lo habitual en el reguetón?
–De Daddy Yankee aprendí que hay que conectar con la gente. Si no lo haces, es que vas mal. Yo trato de hacer una canción que la gente, cuando la escuche, piense que yo entiendo por lo que ellos están pasando. Y que sientan que es para ellos. Yo también fui fan y escuchaba canciones que me hacían sentir así. Y, para mí, un disco tiene que tener eso.