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Historia

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¿Saquearon los Monuments Men a los nazis?

El Museo de Arte de Cincinnati acoge una muestra en la que se habla de la «moralidad dudosa» del Gobierno estadounidense a la hora de llevarse 202 bienes culturales alemanes como botín de guerra

Los generales Dwight D. Eisenhower, Omar N. Bradley y George S. Patton inspeccionando el arte encontrado en la mina de sal de Merkers el 12 de abril de 1945
Los generales Dwight D. Eisenhower, Omar N. Bradley y George S. Patton inspeccionando el arte encontrado en la mina de sal de Merkers el 12 de abril de 1945Museo de Arte de CincinnatiArchivos Nacionales en College Park, Maryland

Salvo que tengas problemas con el azúcar, a nadie le amarga un dulce. Como tampoco amarga encontrarse con un tesoro del pasado. No uno de esos cofres llenos de monedas de oro de los cuentos de piratas, sino que hablamos de cuadros. De las pinturas con las que se toparon los Monuments Men en la Alemania nazi. Los Durero, Rafael, Fra Angelico, Tiziano, Van Eyck, Velázquez, Bruegel, Manet, Rembrandt, Caravaggio, Rubens, Tintoretto y compañía no disgustaron a las tropas «yankees».

Este cuerpo, que dibujó en el cine Clooney en 2014, fue a Europa con la misión de proteger el arte y eso que hizo. Sin embargo, la idea de sus dirigentes no era exactamente igual. Con lo malos que eran los germanos de entonces cualquier robo, hurto o pellizco sería poco más que un castigo. Por lo que los Estados Unidos de América puso en pie su maquinaria para llevar hasta el otro lado del Atlántico las 202 piezas encontradas en las minas de sal de Merkers el 12 de abril de 1945. Total, defendían, no quedaba en Alemania «personal experto capaz de conservar» aquellas joyas pictóricas. Y así lo hicieron.

Pero la jugada no gustó entre los hombres que estaban allí por y para la salvaguarda de la cultura. Los Monuments Men pronto alzaron la voz para decir que aquello era un saqueo y que el tesoro no es que fuera de los vomitivos nazis, sino que pertenecía a todo el pueblo alemán. Y que privarles de sus riquezas era bastante feo.

Caló la idea entre los de arriba y recularon tras el Manifiesto de Wiesbaden en el que se rechazaba la retirada de bienes culturales como botín de guerra. Aunque, eso sí, que ya tenían los lienzos en Washington, antes de su devolución aprovecharon para organizar una gira por catorce museos de todo el país. Vaya si gustó: 2,5 millones de americanos se dejaron caer por las diferentes exposiciones y en 1949 se devolvieron los cuadros. Una aventura que ahora recoge el Museo de Arte de Cincinnati en una muestra en la que su comisario, el señor Bell, habla de la actuación americana como «moralmente dudosa».