Morir matando: la caída del General Silvestre en Annual
La llegada de los héroes de Igueriben heridos, agotados y deshechos terminó por quebrar para siempre la moral de las tropas
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Alas 19:30 horas del 21 de julio, informa Silvestre al ministro de Guerra que Annual está completamente rodeado, pidiendo que la escuadra bombardee los poblados de los Beni Urriagel y Bocoya. Silvestre reúne a sus oficiales: «Señores, el enemigo vendrá muy pronto sobre el campamento; es numeroso, está bien dirigido y, como todos hemos visto, emplea eficientemente procedimientos de asedio por lo que siendo consciente de lo arriesgado que es una retirada, la más complicada que puede hacer un ejército, seguramente con más del 50% de bajas», les informa de que a pesar de todo ha tomado la decisión de retirarse hacia Dar Drius. El coronel Manella defiende seguir en Annual y morir matando.
El 22, a las 04:55 de la madrugada, Silvestre informa al ministro de que se retira. Enfrente tiene entre 8.000 y 10.000 harqueños que doblan en número a sus tropas. Los regulares empiezan a desertar. Sus oficiales, pistola en mano, vigilan a sus soldados para pegarle un tiro al primero que se pase. Comienza el ataque sobre Annual. El caos se apoderó de las tropas. La policía indígena desertó, lo que agravó la situación en las filas españolas. Las columnas comienzan a evacuar la posición. Silvestre decide permanecer en la extrema retaguardia haciendo frente al enemigo hasta que hayan salido todos sus hombres. De Silvestre se pueden criticar muchas cosas menos su valor. Pistola en mano combate acompañado del moro amigo KIaddur Namar. Según algunos testigos murió combatiendo en primera línea, herido en una pierna, cae acuchillado por un joven rifeño de Tesamán que no sabe quién es su enemigo. Algunos testigos dirán que «Silvestre colocó su pistola y se disparó un tiro en la barbilla» antes que caer prisionero.
Contra el primero que pase
La retirada es lenta y muy sangrienta. El coronel Manella y el sargento que mandaba las escoltas de Silvestre mueren combatiendo codo con codo. Las bajas son enormes. La guarnición de la posición C sale de estampida mientras que la guarnición de la posición B, una compañía del Ceriñola y un destacamento de artillería, se hacen matar defendiendo su puesto: los rifeños llevaron la noche anterior a un corneta del San Fernando para que tocase la contraseña y así poder entrar en el puesto, pero el corneta tocó fuego y los atacantes sufrieron muchas bajas.
La cabeza de la columna logra llegar a donde les esperan los jinetes de Alcántara mientras que en la cola de la columna el capitán Sabaté intenta mantener algo de orden. Primo de Rivera en Izumar intenta parar a punta de pistola la oleada de soldados que huyen despavoridos, pero le resulta imposible. Algunos oficiales logran organizar alguna resistencia, pero pronto las tropas vuelve a desbandarse. Los de San Fernando retroceden combatiendo ordenadamente gracias al temple de su teniente coronel Pérez Ortiz y de sus oficiales.
Una vez que los de Alcántara son rebasados, Primo de Rivera retira a su unidad hacia Ben Tieb para seguir protegiendo el repliegue hasta llegar a Dar Drius. El general Navarro ha llegado a Monte Arruit. Ya conoce la suerte que ha corrido Silvestre. Ahora es el responsable militar de todo lo que ocurra. Da la orden de que las tropas sigan retrocediendo. Vuelve a Dar Drius a donde van retirándose las pequeñas guarniciones desperdigadas por el territorio acosadas por los moros. Primo de Rivera recibe la orden de Navarro de salir a proteger su retirada; tres pequeñas columnas intentan llegar por campo abierto desde Ain Kert, Carramidar y Chaif desangrándose en campo abierto. Arenga Primo a sus hombres; «¡Jinetes el Alcántara, vamos a ver cómo vengamos la muerte de nuestros hermanos!». Cargan dos veces y el enemigo sin trabar contacto se desbanda. En Ceuta, ya se prepara el envió de legionarios y regulares para Melilla. La Legión comienza su marcha forzada a Melilla. El 23 en «Telegrama del Rif» anunciaba: «De un momento a otro llegaran refuerzos».