Estoicismo, la filosofía para no perder la cabeza en tiempos de Covid
El pensamiento de Marco Aurelio y Séneca parece la única respuesta a unos tiempos marcados por la exposición continua a estímulos y noticias negativas
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La serenidad y la paciencia son las notas distintivas del estoicismo y lo que más puede servir al hombre de hoy, azacaneado por la crisis económica, política, sanitaria y de valores. No es fácil seguir siendo uno mismo cuando todo cambia en estos momentos de grandes turbaciones. Y es especialmente complicado mantenerse centrado y con tranquilidad de ánimo en medio de los muchos reclamos y pantallas, pitidos y mensajes que nos llegan con inmediatez abrumadora. Todo eso, nos dice el estoicismo, son perturbaciones ajenas a nuestro centro, de las que conviene liberarse cuanto antes para ser nosotros mismos y tomar el control, en un movimiento centrípeto de meditación y autoconciencia. Dejemos las pantallas, los mensajes del móvil, todo lo inmediato y agobiante de estos tiempos de necesidad tardocapitalista y globalizada, en continua transformación, que las más de las veces nos aturde y nos hace que no alcancemos a comprender el sentido de la vida y de nuestra misión aquí.
Es difícil intentar mantener un yo firme en una época atormentada: lo tenemos difícil, sí, pero pensemos en Séneca o Marco Aurelio, pensadores estoicos de la antigüedad que tuvieron que vérselas con situaciones peores. No es que fueran ya hombres de negocios, autónomos o emprendedores sino que fueron, nada menos, que el consejero del desquiciado emperador Nerón –Séneca fue gran filósofo, terrateniente y político que acabó forzado a suicidarse– y el primer emperador romano que tuvo que hacer frente a los bárbaros en una larga y feroz campaña en las fronteras –Marco Aurelio, hasta su muerte a los 59 años, nos dejó sus famosas «Meditaciones», reflexiones pausadas, escritas en medio del caos. Ambos lo tuvieron muy complicado, pero nos dejaron consejos, cartas y consolaciones para aprender a mantenerse sereno en momentos difíciles.
La avalancha de lo cotidiano
Esta filosofía práctica intenta aprovechar felizmente nuestra breve existencia sin distraernos con cosas banales y superfluas, innecesarias en la avalancha de lo cotidiano: hoy nos recuerda a las redes sociales, al móvil y a Internet, en esta época de sobreabundancia de información. Una serie de reclamos nos distrae todo el rato hacia productos o experiencias que prometen felicidad: pero no nos la darán, nos dicen los estoicos, si no nos centramos en la imperturbabilidad que nos da el verdadero saber. Ante las pantallas, los mensajes de WhatsApp, Twitter, correo electrónico o la publicidad que nos distrae, hay que centrarse en la imperturbable serenidad del ser, más allá de la muerte y del dolor, de la enfermedad, de la pandemia y de las muchas zozobras del día a día. Pensemos en Marco Aurelio, que llevó sobre sus hombros el peso más grande que un ser humano puede soportar, o en el rico y desdichado Séneca, en el más duro ambiente de intrigas palaciegas: ellos nos dan una buena clave. Son voces lejanas pero seguras para buscar consejos sobre qué hacer en la vida y cómo buscar la coherencia precisa y no caer en lamentos o bufonadas. El ejemplo de una vida coherente será lo que nos quede, el ejercicio de la virtud como «askesis» mediante el conocimiento para alcanzar el fin supremo del ser humano. El hombre puede realizarse como ciudadano del cosmos en este universo dotado de una razón suprema («logos»), que actúa conforme a las leyes de la naturaleza y lo interconecta todo en una «sympatheia» global. Pero es la ética cotidiana y práctica de la virtud lo que nos mejora y nos acerca a esta naturaleza inteligente, también para comprenderla mejor.
El estoicismo fue la filosofía más popular en el mundo helenístico y romano y hoy vuelve con enorme fortuna entre los modernos, empresarios o políticos. En la época de la crisis económica y pandémica, el estoicismo nos sigue iluminando, como expone Massimo Pigliucci con razones convincentes en «Cómo ser un estoico» (Ariel). Los más famosos de los estoicos, aparte del fundador Zenón, fueron romanos de pro como los citados Séneca y Marco Aurelio. Recordaré también al gran Epicteto cuyo imprescindible «Manual de Estocismo» (Edaf) ha sido recientemente traducido y anotado de forma impecable por Óscar Martínez García. No conviene perder de vista la actualidad de este modo de pensar: tan moderno que parece hecho a medida de la moderna autoayuda para superar el dolor, la muerte o la desesperanza. Los romanos no necesitaron psicólogos gracias al estoicismo.