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Nuevas escenas de la novela negra: de los asesinatos en la antigua Grecia a las amas de casa desquiciadas

Es uno de los géneros literarios con más éxito y en el que más innovaciones estilísticas se han producido: de los crímenes en la antigua Grecia al «thriller» psicológico familiar

La clásica escena de crimen la novela negra
La clásica escena de crimen la novela negraDreamstimeLa Razón

Con la posmodernidad, han ido proliferando subgéneros literarios de la novela popular, que han renovado la tradicional novela policíaca, hoy convertida en novela negra, y bautizada como «Neo noir» como etiqueta para todo. La diferenciación en subgéneros es antigua y siempre ha mantenido su vigencia para que el lector puedo escoger el que mejor se ajuste a su demanda de novelas de acción, terror, suspense, horror, novela histórica, distópica, de zombies o paranormal. La originalidad no está en las nuevas divisiones sino en el nuevo etiquetado y el juego de géneros. Levi Strauss ya advertía que los mitos se entrecruzan como un puzzle desde la novela griega hasta hoy. Un híbrido original es unir la novela histórica con la novela criminal, como hizo la seminal “La venganza de Nofret” (1944), de Agatha Christie, en el Antiguo Egipto, seguida de Ellis Peters, especializada en novela histórica medieval, con “Un dulce sabor a muerte” (1977), protagonizada por el monje detective fray Cadfael. Pero fue Umberto Eco quien la puso de moda con “El nombre de la rosa” (1980).

De la Intriga arqueológica al noir totalitario

Desde entonces es normal ubicar la acción detectivesca en la Antigua Roma como en “La plata de Britania” (1989) de Lindsey Davis, en la Antigua Grecia, “Muerte en la Acrópolis” (2015) de Andrea Maggi, “El asesinato de Pitágoras” (2013) de Marcos Chicot y dentro del thriller arqueológico “El enigma de Platón” (2015) de Simone Regazzoni. Pero el thriller arqueológico también puede ubicarse durante la construcción del Valle de los Caídos, la IGM o la IIGM o en el reciente pasado. Ahí destacan Philip Kerr y su saga de Bernie Gunther, en la Alemania nazi, o la protagonizada por Isaac Newton en “Materia oscura” (2020), novela que homenajea Sherlock Holmes.

En este epígrafe debería incluirse el «noir totalitario», representado por novelas históricas cuya acción transcurre en países comunistas: “Hijos de la Stasi” (2017) del joven David Young, que sigue la moda iniciada por “El niño 44” (2016), de Tom Rob Smith, fascinados por el totalitarismo tras el Telón de Acero, una vez gastado el recurso camp del nazismo y la proyección orwelliana distópica. Otro singular cambio fue convertir a una mujer en detective, como la flapper Phryne Fisher en “Cocaine Blues” (1989), de la australiana Kerry Greenwood, y la feminista Amy Stewart con “Las confesiones a medianoche de Constance Kopp” (2018) en plena IGM.

El «noir totalitario» tiene dentro del “giallo storico” a dos extraños detectives: el comisario Ricciardi y el comandante Martin Bora, tan atormentados como depresivos, creados por Maurizio de Giovanni y Ben Pastor. La acción transcurre, respectivamente, en el Nápoles fascista y en distintos escenarios de la IIGM, con incursiones excepcionales en la búsqueda del cuerpo de Lorca en la España franquista. En este apartado del «noir totalitario» habría que incluir también a dos novelistas cubanos bajo el terror castrista: Leonardo Padura con su saga del detective Mario Conde, que añora la Revolución y estetiza las ruinas de La Habana, y la de Vladimir Hernández, “Habana Requiem” (2017) que saja sin miedo el tumor castrista y denuncia en clave policial la Cuba de la PDR (Policía Nacional Revolucionaria) y el sistema represivo, las corruptelas y burocracia de esta policía política.

La singularidad de Maurizio de Giovanni es que además del histórico abre la puerta al giallo metafísico o «noir sobrenatural», donde las apariciones y figuras mitológicas se encuentran también en la tetralogía de Johan Theorin e imitadas tanto por Dolores Redondo en la saga del Baztán como por el francés Emmanuel Grand en “Final de trayecto” (2016). Los aspectos mágicos y sobrenaturales son evidentes en los relatos morbosos de John Connolly y su regusto goticista y en algunos autores actuales italianos como Sandrone Dazieri en “El ángel” (2016) y Donato Carrisi en “La chica en la niebla” (2015), maestros del delirio teológico y su desbordante imaginación para la intriga metafísica. Herederos de Dan Brown.

Domestic “Noir”

La más innovadora novela negra actual es la revolución que se ha operado en la intriga psicológica con el “domestic noir” centrado en la familia y el protagonismo de la mujer, que ha pasado de mujer fatal con cigarrillo y pistola humeante a detective con placa y mando en plaza. La escritora Julia Crouch definió al subgénero, nacido a la vez que la «chick lit» posfeminista en 1995, como narraciones que giran alrededor de una experiencia femenina y las relaciones emocionales. El subgénero se afianzó mundialmente con un terceto magistral: “La mujer de un solo hombre” (2013) de la canadiense A.S.A. Harrison, que se publicó póstumamente como un thriller psicológico. “Perdida” (2013), de la norteamericana Gillian Flynn, etiquetada ya como un «thriller domestic noir», un éxito de ventas al que le siguieron una versión cinematográfica y una nominación al Oscar. Y “La chica del tren” (2015), de la inglesa Paula Hawkins. Los precedentes sin duda fueron Daphne du Maurier, James M. Cain, Ruth Rendell y Patricia Highsmith.

Las protagonistas de muchos de los “domestic noir” viven vidas perfectas y tienen matrimonios y maridos ideales, tras cuya pantalla obscena se ocultan las tribulaciones de un matrimonio problemático y una historia de degradación y violencia doméstica contra la modosa e ingenua esposa, caída en las garras del peor de los depredadores: el maravilloso galán alfa. Aunque la psicópata también puede ser una mujer, como la perversa Rosamund Pike de “Perdida”, peor aún que las heroínas irredimibles de James M. Cain, Phyllis Dietrichson en “Perdición” (1944) y Cora Smith en “El cartero siempre llama dos veces” (1946).

De sus múltiples variantes, destacar a B.A. Paris en “Al cerrar la puerta” (2016), donde bulle un mundo doméstico de humillaciones, abusos y degradación sin límites llevado hasta sus últimas consecuencias. Como el lado siniestro de las “Cincuenta sombras de Grey”. Pero la nueva modalidad es la de las amas de casa “perfectas”, perfectas y asesinas, protagonistas de dos famosas series televisivas: la cómica “¿Por qué matan las mujeres?” y la realista “Big Little Lies”.

Las detectives salvajes

Dentro de la intriga doméstica hay numerosas variantes. La más original la protagonizan las detectives salvajes. El modelo es la agente machirula Antoinette Conway, protagonista de “Intrusión” (2016), de Tana Frech, de la que Cat Kinsella es una feliz réplica, protagonista de “Dulces mentiras” (2018), de la excepcional escritora Caz Frear. Diferencias: la militancia feminista de la Tercera Ola de Tana French frente al individualismo de Caz Frear, cuyo modelo es la elegante y recia inspectora Steel, y el trato igualitario con sus compañeros.

Ya son tan numerosas las heroínas duras y sin complejos que apenas resaltan la inspectora lesbiana Hanne Wilhemsen, de Anne Holt, o Laura Mavor, guardia civil que liga por internet, deudora de la de Lorenzo Silva. Hay detectives gays como el de P. García “Gay Flower, detective muy privado” (1978); transexuales en proceso de reasignación de sexo femenino, Carlos /Sofía Luna en “El caso de las japonesas muertas” (2019), de Antonio Mercero, y hasta un negro peruano del Lavapiés milticulti, Larrazábal en “El asesino de Lauyra Olivo” (2018), de Jorge E. Benavides, que investiga el asesinato pasional de una agente literaria por su amante lésbica.

Rural noir

En realidad, el «rural noir» es un nuevo costumbrismo frecuentado por autores franceses y norteamericanos. En “El secreto de Île-de-Sein” (2016), de Jean-Luc Bannalec, se conjugan los elementos folclóricos ancestrales, la fascinación por el costumbrismo local y una investigación criminal. Como Hervé Le Corre en “Perros y lobos”, deudora de un naturalismo salvaje más propio del costumbrismo que del rural noir, en la estela folletinesca. Y, of course, el rey del «country noir» o «grit lit», Brian Panowich, autor de “Como leones” (2018) y del sheriff Clayton Burroughs.

Cozy Mistery

La actual reina de las novelas criminales dentro del subgénero amable del cozy mistery es la canadiense Louise Penny, autora de maravillas como “Un destello de luz” y “La naturaleza de la bestia”. La acción se desarrolla siempre en el pueblecito montañés de Three Pines. Un microuniverso poblado por personajes un tanto bizarros, pero que conviven en una comunidad armónica y tranquila. Louise Penny invita al lector a que entre en su mundo sensible y familiar pero con un trasfondo espinoso. Ella cuida de que la atrocidad del crimen que se narra resulte un amable misterio. En los últimos meses se están reeditando las divertidas novelas de M.C. Beaton, protagonizadas por la impertinente y redicha Agatha Raisin, un avatar actualizado de la señorita Marple, y las de Perry Mason, que poco tienen que ver con la serie televisiva de los años 60 y mucho menos con la precuela de HBO.

Gastro Noir

Y como un “spinn off” de la novela negra mediterránea ha surgido el «gastro-noir», que en España representa Xabier Guitérrez con “Sabor crítico” (2017), entre el neocostumbrismo mágico, la identidad autonómica y la gastronomía. El subgénero lo inició Vázquez Montalbán con Pepe Carvalho, en el que la cocina tiene por primera vez un lugar destacado. Al que siguieron Dona Leon y su inspector Brunetti con la cocina del Véneto, Maurizzio de Giovanni y el comisario Ricciardi, con la cocina napolitana, Camilleri con sus famosos “aranciatti” y la “melanzane parmigiana”, o Markaris con los tomates rellenos. Pero ha sido el cocinero vasco Xavier Gutiérrez con “Sabor crítico” quien ha convertido su tetralogía de «intriga gastronómica» en la más popular de la literatura negra española con el comisario de la Ertzaintza Vicente Parra.