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¿Podemos cambiar la violencia por compasión?

Un libro aborda la Historia de los seres human os que pudieron cambiar la tendencia a la crueldad por la de la compasión con el semejante incluso en situaciones “infernales”

La parábola del buen samaritano en el cristianismo es la enseñanza de la compasión
La parábola del buen samaritano en el cristianismo es la enseñanza de la compasiónLa Raz

¿Es una realidad antropológica que en el ser humano hay una general predisposición hacia la violencia y la crueldad, una tendencia natural depredadora? Es decir, ¿es cierto que el hombre es un lobo para el hombre? “Si se mira desde el punto de vista del registro histórico, de la crueldad sistemática y la reiteración en todas las culturas y civilizaciones de la violencia extrema, no en circunstancias excepcionales, criminales o patológicas, sino aceptadas socialmente, la respuesta es que sí, que en el devenir histórico del ser humano se ve esa tendencia hacia la crueldad o la violencia como instrumento de dominación reiterada y universal”, afirma el catedrático de Historia Medieval Manuel Alejandro Rodríguez de la Peña, que ha publicado “Compasión. Una historia” (Ediciones CEU), un profundo ensayocuyo propósito es establecer una “genealogía de la compasión”.

Para él, “lainiquidad, el mal, es algo omnipresente en las sociedades (esclavitud, masacres, sacrificios humanos, infanticidios…), pero ante esta inhumanidad hubo un momento en el que surgió la respuesta, profundamente espiritual, de la compasión”. Esta obra intenta hacer inteligible el heroísmo ético de muchos seres humanos que hicieron el bien en “situaciones infernales” a lo largo de la historia, una minoría significativa que, contra viento y marea, mantuvieron una lucha épica contra la iniquidad e hicieron del “homo hominis sacrares”(el hombre es sagrado para el hombre) su norma absoluta de comportamiento, que cambiaron el mundo introduciendo en sus sociedades una ética de la compasión.

Una de las causas de la violencia es el poder, que hipnotiza y embrutece al hombre, pero no la única, porque como dice Simone Weil –señala el profesor-, cuando en una situación de poder se tiene a otro ser humano a su merced, su tendencia es a explotarlo, dañarlo o someterlo a su dominio, pero la crueldad humana va más allá de esto, tiene que ver con una antropología profunda, con la necesidad, el deseo, la competitividad o el instinto de supervivencia, aunque haya un reducido grupo que obtiene placer al ejercerla y eso es sadismo”, afirma. “Es llamativo en este sentido -prosigue- que a lo largo de los siglos y en casi todas las culturas, la Humanidad ha convertido los suplicios capitales y el sufrimiento de las personas ejecutadas en un espectáculo público de pago, como por ejemplo el circo romano, ha aceptado socialmente la esclavitud o el infanticidio como situaciones absolutamente normalizadas, y esto es para hacernos reflexionar”.

Lo que demuestra que, históricamente, el mal ha sido banalizado. “Solo alguna cultura con un determinado grado de evolución religiosa, donde esa violencia, opresión y crueldad no es banalizada sino convertida en el mal y en el pecado, como son las religiones de la compasión, no lo han hecho. De esas religiones éticas, la más influyente y decisiva, la que más lejos ha llegado, es el cristianismo, pero no es la única, también están el judaísmo y los profetas, la tradición socrática griega, el budismo, el zoroastrismo o el confucionismo”, explica Rodríguez de la Peña.

“La compasión surge como respuesta al mal en el mundo antiguo y tiene que ver con unos seres humanos que podemos llamar profetas o maestros, que encuentran la respuesta al mal, no en el chivo expiatorio, ni en acusar a otro para que pague, sino dentro de uno mismo. El gran descubrimiento ético es empatizar con el dolor ajeno, que se ese sufrimiento, en vez de contagiarse a los demás, sea interiorizado a través de la espiritualización del sufrimiento. No hay que buscar culpables sino cambiar uno mismo, ese es el gran descubrimiento que viene a centrar la religión en la misericordia y en la búsqueda del bien”, dice el autor.

Y prosigue: “La compasióntrata de ver el sufrimiento de los demás, no como un mero sentimiento de empatía, debe convertirse en un desafío personal que me interpela, me pide y me exige que haga algo al respecto, es decir, para que haya compasión tiene que haber una dimensión ética, un propósito moral. No es compasivo quien siente como suyo el dolor de los cercanos, el de un hijo, por ejemplo, eso es un sentimiento humano natural, para que haya compasión hace falta una construcción espiritual, mental, que se aprende, y para eso tuvieron que surgir estos maestros. Antes de ellos, el sentimiento nunca se sentía con extraños ni hacia los enemigos, ese es el gran cambio, la gran revolución ética que supone la compasión. Y el máximo exponente en este sentido es el cristianismo del Evangelio”. Para Rodríguez de la Peña, “la diferencia con otras éticas de la compasión, como el zoroastrismo, budismo, confucionismo o con Sócrates, es que Jesús da un paso más: el amor al enemigo, al extraño, al diferente, que es definitivo, la forma máxima de la compasión, la cúspide de mil años de evolución espiritual”, concluye.