El «plagio» que pone en jaque el arte contemporáneo
Una sentencia cuestiona la legitimidad del uso de fotografías ajenas en obras de Warhol y el Tribunal Supremo de EE UU dictará sentencia sobre un caso que puede hacer derrumbarse el castillo de la creación moderna
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Alguna vez tenía que pasar, y parece que ha llegado el momento. Desde finales de los 70, las prácticas artísticas contemporáneas han evolucionado hasta el extremo de bordear los límites de lo legal. Uno de los pilares del arte posmoderno, el «apropiacionismo», corre ahora el peligro de convertirse en una actividad creativa ilegal, y, a resultas de ello, que sus más conspicuos representantes queden al albur de demandas por uso ilegítimo de las obras de otros autores. El fundamento, de hecho, de esta estrategia artística consiste en la apropiación de imágenes realizadas por terceros para su consiguiente reelaboración conceptual. Hasta el momento, el mundo del arte había conseguido sortear las acusaciones de plagio o uso indebido, y ofrecer así algunas de las producciones más emblemáticas y transgresoras del periodo contemporáneo. Pero, como decimos, este fructífero espacio de indefinición legal en el que se han desenvuelto algunos artistas se ve ahora comprometido por la demanda que la fotógrafa Lynn Goldsmith interpuso por el uso ilegítimo que el artista pop Andy Warhol hizo de su popular imagen del cantante Prince.
En 1981, Warhol se valió de la icónica fotografía de Goldsmith para realizar las 16 litografías a color que conforman sus «Prince Series». Para Goldsmith, este conjunto de obras constituyen una mera reproducción de su fotografía y, por tanto, un claro caso de plagio. De hecho, el Tribunal de Apelaciones del Segundo Circuito de Estados Unidos ha fallado a favor del demandante, estableciendo que el empleo que Warhol hizo de su fotografía no constituye un «uso legítimo» de ella. La firma de abogados Latham & Watkins, la cual representa a la Andy Warhol Foundation, ha requerido al Supremo de los EE UU que revise la decisión del Tribunal de Apelaciones bajo el argumento de que es necesario que se garantice y reafirme la importancia de la libertad de expresión artística.
El «efecto dominó»
En caso de que el Supremo no revoque la sentencia del Tribual de Apelaciones, el «efecto dominó» que se puede generar tendrá consecuencias de un alcance hasta el momento imprevisible. Para empezar, las mismas acusaciones que se han dirigido contra las «Prince Series» pueden extrapolarse, igualmente, a otras obras del propio Warhol, cuya galería de retratos de grandes personajes de la cultura pop está basada en imágenes de las cuales él no es el autor. La propia arquitectura del arte pop quedaría por entero dinamitada, en lo que supondría un proceso de deslegitimación legal de uno de los movimientos artísticos más importantes del siglo XX.
Pero la catástrofe no se detendría ahí: producciones artísticas como las de Richard Prince, Jeff Koons o Sherrie Levine se verían seriamente afectadas por esta sentencia del Tribual de Apelaciones del Segundo Circuito. Durante la década de los 70, Richard Prince inició la que, sin lugar a dudas, constituye su serie más exitosa y aclamada: aquella basada en la apropiación de la imagen del cowboy de la compañía tabacalera Marlboro. Prince recortó y amplió imágenes del cowboy publicadas en revistas, presentándolas como una obra propia que cuestionaba la teoría del autor y los principios de originalidad en los que se ha basado la creación artística durante siglos. En 1981, Sherrie Levine dio un paso más allá con su serie «After Walker Evans». En ella, la artista apropiacionista se limitó a refotografiar algunas de las obras más célebres del fotógrafo norteamericano Walker Evans, sin introducir ningún tipo de modificación que pudiera diferenciar la copia del original. Puestos ambos uno junto al otro, resulta casi imposible establecer cuál es la fotografía de Evans y cuál la apropiación efectuada por Levine. En esta misma década de los 80, Jeff Koons reprodujo en porcelana, y a gran escala, fenómenos culturales como la Pantera Rosa o Michael Jackson. Ni las imágenes ni su diseño eran propios, por cuanto podría ser otro de los perjudicados por la polémica decisión del Tribunal de Apelaciones.
La llamada «serie Prince» fue realizada sobre la base de la fotografía realizada por Lynn Goldsmith en 1981. Esta cedió los derechos sobre la imagen a la revista «Vanity Fair», para la publicación de una ilustración basada en ella para un número de 1984. La revista encargó la realización de esa ilustración a Andy Warhol quien, sin embargo, no se limitó a ejecutar el encargo, sino que fue más allá y creó el conjunto ilustraciones y serigrafías que constituyen la «serie Prince». La fotógrafa no supo de la existencia de la Serie Prince hasta 2016, coincidiendo con el fallecimiento de la estrella del pop y en el que se publicó una parte de la serie como homenaje al cantante. Y empezó el carrusel de demandas.
La «intención del artista»
En 2019, el juez John G. Koetl sentenció que Warhol no realizó un uso ilegítimo de la fotografía de Goldsmith, ya que este transformó la imagen original, añadiendo «algo nuevo al mundo del arte». Sin embargo, en marzo de 2021, la Corte de Apelaciones anuló esta decisión, aduciendo para ello que «el hecho de que una obra sea transformadora no puede depender simplemente de la intención del artista o del significado o impresión que un crítico o juez puedan tener». La importancia de esta declaración de la Corte de Apelaciones es de extrema importancia, ya que, con ella, está eliminando el «giro conceptual» experimentado por el arte desde las vanguardias. Si la intencionalidad de un artista no es suficiente para declarar que algo es arte, ninguno de los «readymades» de Duchamp alcanzará tal categoría. Si la interpretación experta de un crítico no resulta suficiente para avalar la autoría de una determinada obra, todo el edificio del arte –y, con él, la denominada «teoría institucional del arte»– se viene abajo. La sentencia de la Corte de Apelaciones constituye tal órdago al sistema del arte que, desde este momento, la vieja polémica de qué es arte se desplazará desde el mundo artístico al de los tribunales.
Ahora serán los jueces los encargados de decretar si una pieza es conceptualmente consistente u original como para ser calificada como arte. El caos puede ser máximo. En caso de que la decisión del Tribunal de Apelaciones sea reafirmada, y la Andy Warhol Foundation sea condenada por un uso ilegítimo de la fotografía de Lynn Goldsmith, el margen de creación de los artistas contemporáneos se verá notablemente mermado. De un plumazo, el arte habrá retrocedido más de un siglo, y los creadores estarán obligados a copiar de la realidad o expresar sentimientos contrastadamente originales. Ya sería una broma histórica que lo que tantos críticos y artistas retrógrados no han tenido suerte en conseguir en su cruzada contra el arte contemporáneo lo logre un tribunal de justicia. Indudablemente, y si así fuera, sería la obra de arte conceptual más importante de la historia. El Quijote de las prácticas artísticas contemporáneas.