China y su represora «censura patriótica»
El Gobierno ataca unas fotografías de la artista Chen Man para “Dior” en las que se representa a una mujer con rasgos “denigrantes” para la mujer china y, por tanto, antipatrióticos
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La batalla contra los estereotipos ofrece, en ocasiones, episodios cuanto menos grotescos. Que el cuestionamiento de las representaciones estereotipadas se realice en beneficio del respeto a la diversidad tiene todo su sentido, pero que sea un régimen totalitario como el chino –representante máximo del pensamiento único a nivel mundial– el que lleve a efecto tales críticas constituye un desmesurado ejercicio de cinismo. La protagonista de esta rocambolesca historia es la fotógrafa de moda china Chen Man, la cual ha sido objeto de una encubierta censura institucional. La fotografía con la que participaba en la exposición «Art’N Dior» –organizada por la firma de alta costura en el West Bund Art Centre de Shanghai– ha sido retirada como consecuencia de la furibunda campaña de críticas que se ha orquestado desde la plataforma Sina Weibo, y que ha sido amplificada por diferentes medios de comunicación estatales.
La raíz de tales críticas ha sido la supuesta recurrencia, por parte de Chen Man, a diferentes estereotipos construidos por la cultura occidental para representar a la mujer china: ojos pequeños y rasgos afeados fundamentalmente. La imagen en cuestión está basada en un famoso póster de la estrella del cine chino de la década de 1920 Hue Die. A su cara redonda y peinado retro, Chen Man ha añadido pecas, una espesa sombra de ojos, un protector de uñas en forma de garras y un bolso de Dior.
La fotografía –tachada de «fea» y «espeluznante»– ha sido atacada por resultar antipatriótica y, por extensión, por denigrar la belleza de la mujer china mediante estereotipos popularizados por la mirada occidental. Frente a semejantes acusaciones, Chen Man se ha defendido afirmando que ella ama a su patria y que el objetivo último de su obra es transmitir los valores de la cultura china. No es la primera vez que la fotógrafa se ha visto envuelta en la polémica; su insobornable voluntad por desafiar los cánones oficiales de belleza y mostrar la diversidad de tipos de la cultura china la llevó, en el pasado, a no pasar la criba del politizado filtro cultural del país. Pese a que el régimen de Pekín ha intentando transmitir, desde mediados de los 90, una imagen de aperturismo en lo que al arte contemporáneo se refiere, lo cierto es que los principales artistas han tenido que desarrollar su producción o bien lejos de su país o bien en los circuitos paraoficiales, fuera del poderoso radar de las autoridades.
La alianza del gobierno chino con las prácticas artísticas contemporáneas es principalmente de carácter económico, de suerte que, cuando un/a autor/a –como es el caso de Chen Man– desafía el pensamiento monolítico institucional, su obra es de inmediato estigmatizada con la etiqueta de antipatriota. Bajo la excusa de una denuncia de determinados estereotipos de raíz colonial, la máquina represora estatal ha realizado un acto de libro de «censura patriótica» que, además, huele a ajuste de cuentas por determinados episodios del pasado. El totalitarismo nunca rema a favor de la diversidad; su lucha contra los estereotipos es una mezquina cortina de humo.