¿Qué será del espléndido Renacimiento español?
Lejos puede quedar la proliferación cultural que hubo en este periodo; ese mismo que pretenden disolver desde el Gobierno
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No es común que en Inglaterra alaben a grandes pensadores hispanos, sino a los del Imperio Romano, como Séneca, Marcial o Lucano, pero cuando uno sube las escaleras de una de las principales bibliotecas del mundo, la Bodleian, en la Universidad de Oxford, los muros de su segunda planta muestran retratados a personajes fundamentales en nuestra civilización como Erasmo y su amigo, nuestro Juan Luis Vives, que en Albión fue muy apreciado. Llamado por el humanista Tomás Moro, impartió lecciones incluso a los reyes Enrique VIII y Catalina de Aragón. Invitado a pasar con ellos las Navidades en Windsor mientras enseñaba humanidades y derecho en Oxford, acudía para instruir al monarca y a su hija, María Tudor. Éxito semejante no ha vuelto a gozarlo ningún académico español.
España es, con Italia y Francia, uno de los países donde el Renacimiento fue más esplendoroso. Basta ver nuestra arquitectura, literatura o música, y el pensamiento que se gestó en aquellos tiempos donde también se engendraba el gran Imperio Español, llevando su renacer en artes y letras o ciencias a las Américas, donde contemplamos todavía hoy maravillados sus edificios. Este rico patrimonio, como la pintura y la escultura que se labró en esos tiempos, da hoy de comer a millones de españoles gracias al turismo. Pero la necedad arrogante de quienes gobiernan pretende eliminar las humanidades disolviendo España, para no poder entender qué nos hizo grandes y así empequeñecernos en el concierto mundial y europeo, llenos de complejos. La reducción en la enseñanza media de asignaturas como música, arte, historia o filosofía nos condena con generaciones venideras de iletrados bárbaros.
La Universidad de Salamanca, célebre mundialmente, tuvo entre sus profesores más famosos a personajes clave que han influido mucho en nuestro modo de vida, como Francisco de Vitoria, padre del derecho internacional y de la economía moral, tan relevante que en la ONU (Ginebra) lleva su nombre y tiene su retrato la Sala del Consejo. El doctor eximius, Francisco Suárez, escribió espléndida metafísica y filosofía jurídica. Ambos filósofos aparecen en las historias del pensamiento universal y potenciaban los estudios de latín o griego, los que ahora quieren eliminar los ignaros que ocupan el Ministerio «educacional».
Si observamos la cultura occidental desde el siglo VI antes de Cristo con el despertar filosófico hasta la caída de Constantinopla (1453), la lengua griega fue fundamental, también para los estudios bíblicos luego: el Nuevo Testamento nos llegó mayormente en griego. El latín se usó hasta los tiempos de Kant y Hegel, siglo XIX, que debían escribir en esa lengua la tesis doctoral. Todavía en Oxford se utilizan discursos latinos al otorgar un doctorado Honoris Causa o cuando bendicen la mesa; y lo hallamos, no solo en monumentos y libros, sino también en los nombres científicos de plantas y animales. Su estudio, además, abre la mente a una gran precisión lingüística que nos zambulle en los clásicos. Obras fascinantes del Renacimiento hallamos en la Universidad de Alcalá o Salamanca, asombrando a visitantes del mundo entero, en catedrales (Cuenca, Sevilla, Granada, Almería, Jaén, Burgos, con Gil de Siloé, etc.); palacios como La casa de las conchas en Segovia; hospitales como el de San Marcos de León, el Real de Santiago, el de Tavera en Toledo; monasterios (El Escorial) e iglesias fabulosas, como San Jerónimo en Granada, patrocinada por el emperador Carlos V para albergar los restos del Gran Capitán...
La gramática del rencor
¡Qué sabrán quienes ahora pretenden legislar si para ellos, más que la verdad, importa «su verdad», como decía Antonio Machado, entre las bellas y renacentistas Úbeda y Baeza, y el resto lo quieren censurar sin mirar más! Como burros con orejeras, para proteger su fe en una patética y viejuna idea de transformación social. El humanismo es siempre actual, mira la esencia de la humanidad, como los clásicos, pero los «modernoides» que apenas estudian creen que el mundo nace con sus mentes, a veces con conclusiones y efectos dementes. Así fue Pol Pot con sus matanzas en Camboya por similar opinión.
¿Por qué sufrir gobiernos que desprecian nuestra inmensa riqueza cultural, cuando el resto del planeta la alaba? Pues son necios, del latín «nescio», que no saben, o, sí, pero quieren destruir el país y nuestra civilización y por tanto son pérfidos. Gramática del rencor, no como la publicada por vez primera, del humanista Antonio Nebrija, sobre nuestra lengua, traductor, pedagogo, historiador, profesión hoy en cuestión, porque «reinventar» el pasado, falseándolo, para algunos es mejor. España, en el Renacimiento, como en la Edad Media, fue también una primera potencia mundial en música: Francisco Morales o Tomás Luis de Victoria, en Roma, fueron de los compositores más avanzados y apreciados en la Europa de su época y ahora; en cualquier historia de la música universal los hallamos. ¿Y Juan de la Encina, Antonio de Cabezón, Diego Ortiz, Francisco Mudarra? La armonía, sin la historia, también se nos apaga.