Sucesos
París, Nantes y Constantinopla
Tras Notre Dame de Paris, ahora es la Catedral de S. Pedro y S. Pablo de Nantes. Dos espectaculares incendios en sendas joyas arquitectónicas reflejos de las profundas raíces cristianas de Francia, la fille aîné de l’eglise –la «hija primogénita de la Iglesia»–, como fuera reconocida tras la conversión del rey franco Clodoveo, bautizado la noche de Navidad de 496 en la Catedral de Reims. Entre ambos incendios, hemos conocido la decisión del presidente de Turquía de recuperar el uso como mezquita de la maravillosa Catedral de Santa Sofía, dedicada a la Sagrada Sabiduría y no a la santa, como muchos equivocadamente creen. Construida en el siglo VI como catedral de Constantinopla, asistió en paralelo a las vicisitudes históricas de la ciudad, que fue Bizancio y capital con el Imperio bizantino; Estambul con el otomano y, tras su desaparición con la Primera Guerra Mundial, se transformó en la República de Turquía, y su catedral secularizada y convertida en el maravilloso museo que conocemos hoy.
Creo que estos tres hechos tienen un profundo y común denominador por afectar a tres hijas luminosas de la magna cultura y civilización de Europa, fundada sobre el cristianismo y heredera de Roma, Grecia y Jerusalén; y ahora a merced de los nuevos bárbaros que derriban estatuas y monumentos, y pretenden hacer desaparecer cualquier rastro de lo que fuimos. Quizás el Consejo Europeo reunido en Bruselas, esté tocando la lira mientras nuevamente arde Roma.
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