«Philip Roth era sin duda un libertino»
Una biografía de Blake Bailey da cuenta de su lucha literaria, sus infidelidades y fracasos matrimoniales
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«Roth pensaba que no había ganado el Premio Nobel de Literatura por “El lamento de Portnoy “, pero habría que preguntárselo a la Academia Sueca». Blake Bailey acaba de publicar una prolija y amplia biografía dedicada a Philip Roth, el escritor que mejor describió la historia reciente de Estados Unidos y los desencantos de la vida y el héroe americanos. Un autor único, pero que tampoco tiene el futuro asegurado debido a la política de la cancelación y la ola de corrección que se ha extendido por el mundo. «Siempre existe la posibilidad de que sus libros sean omitidos de los planes de estudio de las universidades y que los jóvenes políticamente correctos apenas lo lean. Nunca se sabe hasta dónde pueden llegar las cosas. Pero creo que siempre habrá un público, aunque reducido, para su obra». Bailey considera que no «debe juzgarse la obra de nadie según lo que los lectores crean saber sobre el carácter moral de un autor. La gente es libre de leer lo que quiera, y en la era del #Metoo creo que la gente lo está leyendo menos».
El autor, sincero, no se anda con rodeos y remata su reflexión aduciendo: «Cualquier obra de ficción será un reto para los lectores del futuro. El propio Roth predijo que la lectura de novelas se convertiría en una actividad esotérica, como la lectura de poesía latina. Me parece un poco pesimista, pero no cabe duda de que la lectura está en franco declive». Esta exhaustiva semblanza, que repasa cada capítulo familiar, creativo, marital, intelectual del novelista, no omite su relación con la crítica, la aversión hacia escritores como Capote o Updike, sus debilidades sexuales o la acusación de manipulador. «Sin duda era un libertino, como él mismo sería el primero en admitir, y su comportamiento en ese sentido llevó a la etiqueta más dudosa de “misógino”. ¿Si yo creo que Roth era misógino? La respuesta es no: ciertamente no odiaba a las mujeres. Pero tampoco se le daba muy bien serles fiel. Y sí, supongo que se puede decir que Roth era manipulador, pero a menudo con buenas intenciones».
Literatura y sexo
Sus matrimonios fracasados, su turbulenta relación con la actriz Claire Bloom, y sus experiencias sexuales marcaron su literatura y fueron una fuente de inspiración como él mismo explica. «El sexo era muy importante para Roth, como hombre y escritor. Pensaba que el sexo y su búsqueda sacaban a relucir los aspectos más fascinantes y divertidos de la naturaleza humana. Entre los escritores de ficción, quizá sea nuestro más notable apologista de la libido masculina, lo que no le ha hecho ningún favor en el ethos actual».
Bailey tampoco esconde la lucha que el autor de «La conjura contra América» mantenía con la escritura y asegura con una franca claridad que «a Roth casi nunca le resultaba fácil escribir. Por término medio, escribía cuatro o cinco borradores de cada novela, y el borrador final rara vez se parecía mucho al primero. Como él mismo decía, muy honestamente, a veces leía un primer borrador y encontraba tal vez una sola frase que valía la pena conservar, así que la tomaba y comenzaba de nuevo con eso. Roth era un genio, pero el talento o el genio solo te llevan hasta cierto punto; también tenía una voluntad despiadada, disciplinada y obsesiva por naturaleza, de ahí su logro final».
Como ocurre con cualquier creador, la vida privada y la creativa acababan cruzándose y generando interactuaciones. «La infelicidad de Roth en su vida privada, sin duda durante ciertos periodos de sus dos matrimonios, lo abrumaba y el trabajo se volvía imposible. Pero él tenía una determinación tremenda y la escritura era su mayor razón de ser». Su perfeccionismo se sumaba a su declaración de no leer nunca las críticas, algo que no era cierto del todo. «Cuando era mayor, Roth afirmaba no leer sus críticas, ni siquiera las del “New York Times”. Puedo que sí, puede que no. Cuando era más joven, se leía cada sílaba, y nunca olvidaba una crítica desagradable. El escritor William Gass escribió una reseña cáustica de “La gran novela americana” y desde entonces Roth preguntaba a cualquier persona que acabara de conocer: «¿Qué piensas de William Gass?». Era una especie de prueba de fuego: si te gustaba, era probable que tu amistad con Philip Roth prosperara».
El germen de la creación
A esta idiosincrasia de su carácter se sumaba otra igual de especial o inusual. Roth, para escribir, necesitaba odiar. «Era un acicate para su naturaleza obsesiva, y el odio –al antisemitismo o a Nixon– le servía». Uno de los temas que precisamente asoman en sus libros es el racismo y el antisemitismo. Pero el novelista detectó una falla peor. «Veía intolerancia en ambos lados del espectro político: desde la izquierda, la intolerancia mojigata de la corrección política, véase “La mancha humana”, y, desde la derecha, una intolerancia más generalizada que englobaba el antisemitismo, el racismo y demás», explica Bailey. El ideario político del escritor, por lo visto, «se mantuvo como una especie de liberal en la línea de Roosevelt: ayudar a la gente que necesita y merece ayuda, tratar a las personas por igual ante la ley y dar a todos la oportunidad de triunfar.
Además, los Estados Unidos deberían enfrentarse a los matones autoritarios de otros países, algo que Roosevelt ciertamente hizo frente a Hitler y otros, y que Charles Lindbergh no habría hecho, tal como lo veía él». Roth se retiró y dejó de escribir. Aparte de «la mala salud y los espantosos dolores de espalda», porque «estaba cansado, su memoria fallaba y se había ganado una jubilación adecuada». Según Bailey, «a menudo se sentía solo, pero no echaba de menos escribir la mayor parte del tiempo. Le gustaba tener tiempo libre para sentarse en los bosques de Connecticut, leer y sí, ver la televisión. Ahora podía descansar».