Luces diáfanas y trágicas sombras
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Obras: Bautista y Gerhard. Enrique Pérez Piquer, clarinete. Alfonso Delgado, narrador. Orquesta Nacional. Director: Jordi Francés. Focus Festival, 2ª edición. Madrid, Auditorio Nacional, 27 de mayo de 2022.
Segundo concierto de esta edición del Festival Focus, de nuevo organizado por la Orquesta Nacional, en esta oportunidad amigablemente asociado con la Fundación March. Si el primero, dirigido por Álvaro Abiach, fue sumamente interesante por el programa y por el resultado artístico, el que promueve esta crítica no le ha andado a la zaga. Dos obras de programación muy poco frecuente lo poblaban.
La “Fantasía española para clarinete y orquesta op. 17″ (1954) de Julián Bautista es partitura bien hecha, bien trabada y construida, de animada escritura, amena, fantasiosa… y bastante tópica en su empleo de fórmulas más o menos trilladas de un folklore a flor de piel. Hay en ella mucho Falla (”Tricornio”), bastante Ravel (“Rapsodia española”) y algo de Richard Strauss (“Don Quijote”). Obra colorista y “evasiva”, como apunta en sus notas Elena Torres, armadora e ideóloga de este Focus. Una imagen extrovertida que emplea, en efecto, un lenguaje “neo-popularista”. Mucho cliché, castañuelas incluidas.
En todo caso es una partitura que se deja oír sin problemas, sobre todo cuando, como en este caso, cuenta con un solista de la talla de Pérez Piquer, primer atril de la Orquesta, que manejó sus clarinetes con la destreza y la libertad que ya conocemos; ya desde los primeros compases, al trazar su melismática cadencia uncial, de caracoleo andalucista. La composición termina confortablemente comentando de nuevo el tema principal, ahora en compás ternario. El solista contó con una espirituosa y chispeante colaboración de orquesta y director.
Muy distinta la segunda mitad, en la que entramos en el terreno trágico y desolado con la cantata “La peste” (1964) de Roberto Gerhard en los atriles. Palabras mayores. Una obra no precisamente frecuente basada en la novela (1947) de Albert Camus que describe de forma espeluznante la invasión de ratas portadoras de la bacteria de la peste en la ciudad argelina de Orán, y lo hace a través de una música de seco dramatismo, de austera construcción, de certera y minuciosa elaboración que se extiende a lo largo de 45 minutos.
Como explica Elena Torres, “es en el parámetro tímbrico donde localizamos las soluciones más originales aportadas por Gerhard, que emplea con libertad técnicas dodecafónicas y música electrónica”. Aunque en el discurso quepa encontrar asimismo pasajes atonales. Todo ello alumbrado en el seno de una enorme orquesta, que incluye decenas de instrumentos de percusión de todo tipo. Y un coro al que se exige también un alto grado de virtuosismo, con pasajes susurrados, gritos, glisandi, gemidos… Momentos emparentados con ciertas páginas de Ligeti…
La última interpretación que recordamos fue la que en 2008 dirigió en el Liceo de Barcelona Ros Marbá. En este caso ha sido Jordi Francés el encargado de dar forma a la cantata. Su trabajo, tras el que imaginamos arduos ensayos, ha sido fructífero. Atento a todo, persuasivo desde su gesto variado y balanceante, sin batuta, bien modelado, el director supo extraer todo el jugo expresivo que atesora la compleja partitura, que se ofreció así en todo su oscuro esplendor. Impresionante el grito de “¡Libertad!” al compás de una diabólica danza. Contó con un narrador, el actor Alfonso Delgado, sobrio y –como parece es exigible- escasamente expresivo, de voz muy recia, una Nacional sin fisuras, aplicada y eficiente, y un Coro maleable, contrastado, flexible y afinado en esta ocasión. Buen trabajo el de su titular, Miguel Ángel García Cañamero.
Lástima que el Auditorio ofreciera un aspecto desolador, con escasísimo público. Los ausente se perdieron un concierto importante.