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Daniel Bernabé recomienda “Principiantes”: “Este libro de Raymond Carver nos coloca frente a nuestra falibilidad”

El autor de “Ya estábamos al final de algo” aconseja la lectura del compendio de cuentos del escritor estadounidense y lo considera esencial para “comprender gran parte de nuestros males como sociedad”
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  • Periodista. Amante de muchas cosas. Experta oficial de ninguna. Admiradora tardía de Kiarostami y Rohmer. Hablo alto, llego tarde y escribo en La Razón

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Llegó a sus manos acostumbradas al tacto de las cubiertas, las mismas por las que pasaron obras durante diez años mientras trabajaba como librero, precedido del misterio que recubre lo sucio y la pátina de curiosidad casi siempre morbosa a la que empuja el desconocimiento de la juventud. Sin embargo, curtido por la experiencia de la narrativa y la perspectiva que otorgan determinadas lecturas de madurez, al cabo de los años se dio cuenta de que no había sordidez ni oscuridad explícita en su estructura literaria aparentemente detractora de lo modélico, sino dosis proporcionales de honestidad y realismo. Daniel Bernabé (Madrid, 1980), periodista ideológica y socialmente comprometido con la lucha de clases y escritor, entre otros, de libros como “La distancia del presente” o el en su momento controvertido “La trampa de la diversidad”, recomienda y reconoce haber vuelto a rescatar durante este verano los “Principiantes”, de Raymond Carver, para, entre otras cosas, “intentar entender más nuestra humanidad, en sus aspectos más brillantes, pero también desastrosos”.
¿Qué lectura le persigue de manera obsesiva este verano?
Este verano me he vuelto a reencontrar, después de una década larga, con “Principiantes”, de Raymond Carver, la colección de cuentos tal y como los concibió su autor antes de que Gordon Lish los editara creando “¿De qué hablamos cuando hablamos de amor?” Aunque el universo de ambos libros es el mismo, la intimidad más profunda de la Norteamérica más cotidiana, el editor podó los relatos restando miles de palabras al texto. La opinión canónica, probablemente la acertada, explica que esta reducción los transformó en algo más sofisticado: la brevedad cortante y precisa por la que todos conocemos a Carver. La versión original, sin embargo, aporta algo más de contexto a las historias, las hace bajo mi punto de vista más humanas. Más allá de la relación creativa autor-editor, tan interesante para los que escribimos, creo que, precisamente, esa característica me ha hecho recuperar este clásico de la narrativa corta este verano: necesitamos entender más nuestra humanidad, en sus aspectos más brillantes pero también desastrosos, y este libro la tiene a raudales.
¿Por qué considera reseñable este libro?
Lo primero por la declaración tan a contracorriente que significó. En pleno ascenso del reaganismo, de la mitificación del hombre hecho a sí mismo, del triunfo individualista como fetiche, este libro habla sobre nuestra falibilidad, lo inesperado y los puntos de quiebra que provocan. Esta tensión, cuarenta años después, no es que esté de actualidad, es que es esencial para comprender gran parte de nuestros males como sociedad. Incluso, o sobre todo, desde las situaciones más prosaicas: sufrir una adicción, las relaciones difíciles con un vecino, descubrir que alguien cercano tiene un pasado más turbulento de lo que creíamos. Pretendemos que la vida esté hecha de grandes momentos e intenciones, pero al final, lo que importa, lo que pesa, es cómo nos enfrentamos a un martes por la tarde.
¿Nivel de identificación con alguno de los personajes que intervienen?
Supongo que a nadie le gusta identificarse con los personajes de Principiantes, porque ninguna de las vidas que aparecen es edificante: en el mejor de los casos padecen de hastío, en el peor cometen delitos graves. Lo importante, supongo, es que, en privado, aunque no nos queramos identificar con ellos, les reconocemos, al menos en algún aspecto concreto. Por ejemplo, ¿seríamos tan cobardes para no detener un asesinato machista cometido por un amigo, tras una tarde de cervezas y escapada que se tuerce? Todos sabemos cuál es la respuesta que tenemos que dar, el libro nos sitúa justo en el lado contrario, frente a nuestra peor cara. Y claro, el pellizco moral es considerable.
¿Diría que los aspectos que trata son lo suficientemente universales? ¿Podrían con facilidad extrapolarse a cualquier elemento social, cultural o incluso relacional en términos afectivos de la actualidad?
Puede que no todos hayamos experimentado lo que significa que nuestro padre nos confiese, casualmente, tomando un café en un aeropuerto, que su divorcio con nuestra madre se debió a una infidelidad que nosotros desconocíamos. Lo que sí es seguro es que la mayoría hemos experimentado la duda, la traición, el miedo o la indiferencia. Este libro es un catálogo de esas emociones sobre las que, habitualmente, echamos tierra encima pero todos conocemos, por lo que, sin duda, creo que además sigue siendo atemporal y perfectamente contemporáneo.
¿Cuál fue el primer elemento que le atrajo de él?
Supongo que en mi juventud literaria lo que me atrajo de él fue el adjetivo de “sucio” que se le añadía a su realismo. Hoy me doy cuenta de que esa catalogación es no sólo injusta sino que está teñida por un sesgo de clase. No es un libro sucio, es un libro realista y sincero. No se regodea en lo sórdido, no busca el impacto de lo grotesco, tan sólo nos muestra fragmentos despojados de ese brillo anestésico y falsario que tanto abunda en la mala televisión. No sé, ir a un bingo con tu mujer, que una pareja insoportable gane el cartón, que esa noche la enfermedad aparezca impredecible, que tú acabes odiando aún más a aquel par de desconocidos, aún sabiendo que no tienen culpa de nada y te sientas aún peor por ello.
¿Un párrafo de esta lectura que haya subrayado con prisa?
“Hasta el momento se había visto libre de todo daño grave, de todas aquellas fuerzas que él sabía que existían y que podían lisiar o abatir a un hombre si las cosas iban mal, si la suerte de pronto se torcía”. “Algo sencillo y bueno” es uno de los mejores cuentos de Carver, quizá uno de los mejores relatos escritos en el siglo XX. Tragedia inesperada, amor incondicional y consuelo por parte del desconocido. Sólo su lectura justifica adentrarse en este libro.
¿Había leído con anterioridad alguna otra obra del autor?
La primera vez que supe de la existencia de Carver fue gracias al cine, por “Vidas Cruzadas” de Robert Altman, la libre adaptación a la pantalla de su colección de relatos “Shortcuts”. Invito vivamente a cualquiera que vea el libro y lea la película, o al revés, para entender las relaciones entre las páginas y la pantalla, para ver cómo se puede expresar lo mismo con medios tan dispares como el papel o el celuloide. Creo que es un ejercicio muy disfrutable.
¿Qué clase de persona disfrutaría de su lectura?
Supongo que hay que tener un mínimo de sensibilidad hacia el otro si uno quiere acercarse a los relatos de Carver. También algo de valentía para mirar decididamente a aquello que nos disgusta. Y, en lo formal, no ser un lector que necesite de una narrativa que explique hasta el más mínimo detalle de la trama. Si tenemos en cuenta estos tres detalles, adelante. Advertencia: hacerlo sin prisa, dejando reposar cada historia antes de pasar a la siguiente.