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Anna R. Costa: “De lo único que puede hablar Cristina Morales es de lo que ha cobrado”

La directora y guionista catalana estrena en el Festival de San Sebastián “Fácil” (Movistar+), adaptación de la novela de Cristina Morales protagonizada por Anna Castillo, Natalia de Molina, Coria Castillo y Anna Marchessi
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La Razón
  • Matías G. Rebolledo

    Matías G. Rebolledo

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Hay quien, incauto, se atreve a expedir certificado de defunción a la cultura. Nada más lejos de la realidad se percibe tras asistir a lo que viene ocurriendo con “Fácil”, la nueva serie de Anna R. Costa (”Arde Madrid”) para Movistar+. Basada en la novela “Lectura fácil”, de Cristina Morales y que le valió el Premio Nacional de Narrativa, la serie se estrena hoy en el Festival de San Sebastián tras ser objeto de una curiosa polémica: hace unas semanas, una tal “Crispina Modales” (presunto pseudónimo de la escritora) publicó en el medio “Rockdelux” una dura crítica de la serie, centrándose en la normativización de sus personajes y en lo que ella creía un blanqueamiento de la institución. “Se pretende llegar al gran público democrático, a ese (...) que deliberadamente oculta la verdadera naturaleza de las trabajadoras sociales: policías”, escribía “Modales” en su columna.
La publicación de la crítica, sin embargo, fue recibida con sorpresa por el equipo responsable de la nueva serie. Y, de hecho, y como ha podido saber este diario, el primer feedback de Morales fue positivo respecto a la misma. Así las cosas, y tras dos años de trabajo entre el proceso de escritura de guiones, el rodaje y la posproducción, Anna R. Costa atendió a LA RAZÓN para hablar de la polémica con la escritora del material original, pero, sobre todo, para explicar uno de sus proyectos más personales y en el que ha estado involucrada en todos y cada uno de los procesos de la cadena de montaje.
Un jardín voluntario
En los cinco episodios de “Fácil”, seguimos a cuatro jóvenes con diversidad funcional que viven en un piso tutelado de la Generalitat catalana. Es ahí, en plena Barcelona pudiente, donde Costa mete la cámara para intentar narrar el día a día de sus protagonistas sin condescendencia, intentando apelar a un punto de vista nuevo y arriesgado que no siempre termina de funcionar. La potencia de las imágenes, eso sí, como piezas de un rompecabezas gráfico que sale a epatar desde el primer minuto, hace que su serie se defina desde el principio: si uno está dentro de “Fácil” en sus primeros cinco minutos, lo estará para las dos horas y media restantes.
Ahí juega un papel importantísimo Anna Castillo, más contenida en su papel, lidiando con las consecuencias de una complicación cerebral que, por ejemplo, Natalia de Molina, asumiendo quizá el rol más arriesgado de su brillante carrera. Las dos actrices más conocidas del póker protagonista, que completan Coria Castillo y Anna Marchessi -revelaciones a las que se les antoja un futuro con muchas oportunidades en la comedia-, juegan en el siempre peligroso límite entre el espejo y la parodia, entre lo demasiado real y lo demasiado impostado. El éxito de Castillo, sin embargo, es el triunfo de saber imprimir un trauma no lastimoso a su personaje, una verdadera sensación de tristeza por incomprensión que acaba siendo el motor argumental real de la serie.
¿Es por esa razón por la que la mímica de Natalia de Molina resulta más impactante? ¿Es tal vez porque, quizá, la ficción siempre ha huido personajes como el suyo? Su trabajo como Marga, una mujer que no puede vivir su sexualidad como desearía, es también el nexo más obvio entre la serie y la novela, que se separan tanto formal como argumentalmente casi de inmediato. Sea como sea, el viaje que se propone es completo, la serie respira esa “humanidad” que persigue su autora y el resultado es el de cinco capítulos que se atreven a explorar un mundo completamente nuevo para el audiovisual patrio. “Fácil” es atrevida, poderosa, es punk cuando quiere y, sobre todo, es irreverente cuando busca hablar de los grises del sistema, de las personas, las instituciones, sus significados y significantes. No se trata tanto de aleccionar -Costa reconoce que huyó de “lo social”- como de retratar, de mostrar y de aventurarse, de tomar riesgos maximalistas.
-¿Por qué meterse en el jardín de adaptar una novela tan complicada?
-Leí el libro y, más que gustarme, apasionarme, me inspiró muchísimo. De repente, eran unos personajes que me intrigaban, que me llevaban a pensar en cómo se ve el mundo a través de unos ojos así, qué necesidades tienen, qué deseos… Todo eso en la novela, que es muy radical y muy política, no está, no es exactamente así. Me reuní con Cristina Morales para pedirle los derechos pero con la condición, con la explicación de que yo iba a crear a partir de ellos. No iba a ser en ningún caso una adaptación literal. La novela es una cosa tan literaria, tan poco de carne y hueso, que necesitaba esa vuelta.
Así es como me vi atrapada por esa historia y lo propuse a Movistar. Ellos me dijeron que sí de inmediato. Me dijeron, eso sí, que estaba loca por intentarlo, pero firmamos un desarrollo. Tras un año de escritura pudimos sacar unos guiones con jugo para una serie.
-En ese traslado, has dado un paso nuevo, que es el de encargarte de la dirección de todos los capítulos. ¿La sientes más tuya por esa razón?
-Sí y no. Para mí, lo que cala en la autoría son los guiones. Siento mis trabajos todos muchos, porque el guion es mío. Lo que pasa es que en esta los personajes son demasiado personales, demasiado distintos a todo lo que había hecho antes. Nunca me había cuestionado tantas cosas. En “Arde Madrid” los referentes eran históricos, lo más importante era el universo en el que ocurría todo. Aquí entré llena de dudas y de cuestionamientos a los que también se someterán los personajes. Las personas con diversidad funcional no tienen voz, por lo que situarte ahí y tomar su punto de vista es increíblemente difícil. ¿La siento más mía? No lo sé, pero sí es en la que más cosas he hecho. Y siento que, si la hubiera hecho otra persona, sería radicalmente distinta. No estamos nada acostumbrados a ver el mundo a través de este tipo de chicas. No concebiría que ese retrato tan personal pudiera pasar por otros filtros de dirección.
-Hablabas de una palabra clave, que es “universo”. Ese universo, en “Fácil”, tiene el ordenamiento urbano de Barcelona. ¿Ha sido un momento de regresión a “Ventdelplà”? ¿Era importante convertir a la ciudad en un personaje más?
-La novela, claro, sucede en Barcelona y en La Barceloneta. Yo soy de allí, por lo que también entendía toda la serie como una oportunidad de volver a casa. Me gustaba la contraposición de, a unos personajes tan marginados, darles una vida en un lugar tan elitista como la primera línea de playa de la zona. Me producía un placer infinito. El rodaje fue muy sencillo, pero nos dimos cuenta de que, realmente, no había demasiadas ficciones rodadas en la zona. Además, Barcelona siempre fotografía de lujo, con el brillo del mar. Todos esos factores hicieron que la traslación, incluso, hiciera más mía la serie.
-Hablemos del póker de protagonistas de “Fácil”. ¿Fue complicado encontrarlas, dar con el equipo definitivo? ¿Te planteaste no contar con ninguna actriz reconocida?
-Fue complicadísimo, terrible. Y es algo que como creadora me incomoda, porque para esta serie hizo cásting toda España. Mover a tanta gente, de un lado a otro, e ir haciendo procesos de selección fue un poco de pesadilla. Primero, sopesamos esa posibilidad, la de que no fueran actrices conocidas pero que no todas tuvieran diversidad funcional. Rápidamente entendimos que eso no tenía mucho sentido, que teníamos que dar voz a estas personas a través de ellas mismas. Pero hablando con asociaciones y asesores, nos dijeron que para algunas escenas de unos personajes muy concretos iba a ser imposible contar con personas con diversidad funcional. No por una cuestión de limitaciones físicas, sino por lo exhaustivo que puede llegar a ser un rodaje. La decisión nunca fue exclusivamente mía o de Movistar, siempre acudimos a especialistas que, leyendo el guion, nos decían que eso no podía hacerlo alguien con, por ejemplo, un 70% de discapacidad intelectual. Solo ahí nos lanzamos a hacer pruebas, pero aún así no encontrábamos a nuestras protagonistas. Si hubiéramos contado solo con actrices no conocidas o solo con actrices con diversidad funcional, creo que estaríamos hablando de otra propuesta de producción, no finalmente de la serie que yo quería contar.
Con la serie que habíamos planteado en mente, nos volvimos a reunir con Movistar. Y así se planteó la propuesta de que partiéramos el elenco en dos actrices desconocidas y con diversidad funcional y otras dos conocidas para darle entidad mediática al proyecto. La negociación no pudo ser más transparente. Y es que, además, justo ahí dimos con Anna Marchessi, que tiene una discapacidad física y además es superdotada. Casi al final encontramos a Coria Castillo, que apenas tenía experiencia frente a las cámaras porque es cómica de stand-up, pero funcionó a las mil maravillas en su papel. Y en su prueba, yo llegué a creer que tenía una discapacidad, lo que me terminó de convencer del todo. Ella tiene un cuerpo especial, no estándar, que aprovecha para darle un matiz a su personaje que lo hace único. Además, tiene una vibración en las cuerdas vocales que es ligeramente distinta a la normal.
El problema, realmente, era luego encajar a las cuatro como un elenco sólido, como parte de una misma unidad que diera forma a la serie. Y ahí fue cuando Natalia de Molina y Anna Castillo ejercieron de actrices experimentadas. Creo que Natalia hace un trabajo increíble, pero gracias a esforzarse muchísimo. Siempre asesorada con logopedas y pegándose mucho a su persona-espejo, que todas tenían, para ver cómo se tenían que mover, cómo se expresaban.
-Hablando del elenco, llama mucho la atención el cameo de Albert Plà como un pijo de Barcelona. ¿Cómo se dio?
-¡Albert Plà fue mi primer novio! Entonces nos conocemos desde hace muchísimo. Somos muy amigos, somos familia. Y siempre he creído que es un actorazo, por lo que me apetecía muchísimo ofrecerle algo. En los primeros guiones su personaje no tenía casi aparición, pero luego le fuimos dando forma como al dueño de una sala de música moderna. Claro que parece muy distinto a él, pero yo creo que lo entendió perfectamente porque conoce a muchos tipos así. Es ese catalán de mediana edad, reminiscencia de la pequeña burguesía surgida tras la democracia pero en decadencia, al que solo se le ve por la noche, que tiene un hijo de no se sabe quién, y que tiene un edificio en propiedad que es herencia también familiar, en plena Barceloneta… Él sabía de qué estábamos hablando perfectamente.
-En las notas previas de la serie, señalas que para ti era importante contar la historia de estas mujeres porque “no son dueñas ni de sus sueños ni de sus deseos”. ¿Cómo se encuentra el equilibrio en el tono de la serie? ¿Cómo se cuenta “Fácil” para que siga resultando chocante sin resultar etnológica, sin que la falta de costumbre respecto a la diversidad funcional se quede en mero shock value?
-La clave por la que yo me muevo y me moveré siempre es la humanidad. Quiero que todos mis personajes transpiren humanidad, sean quienes sean. Sean discapacitados, héroes o criminales, el espectador los tiene que entender, te tiene que entender, porque si no te quedas fuera. Y ese era uno de los peligros fundamentales de la serie, no quedarse fuera, no llegar a producir ningún tipo de empatía en el espectador. Cuando me di cuenta de que eso podía ocurrir, sentí terror. Pero la clave para superar eso era que cada interacción, cada conversación y cada situación respirara humanidad. Eso en el libro no pasa, porque toda la parte institucional es muy rígida. Son los malos malísimos y no hay más. Y es algo muy feo de ver, o de leer, lo de dejar al espectador sin ningún recoveco respecto a una parte muy importante del elenco de personajes. Ni me gusta, ni lo consiento, ni creía que fuera apropiado para este proyecto. Humanidad y empatía, supongo, para que se entendiera tanto a las protagonistas como a la institución. Y claro, es que esa institución aquí está filtrada a través de unos personajes muy empáticos, como el de Bruna Cusí. Porque siempre he creído que no eres tanto lo que representas como lo que eres. Si no planteas dudas morales, ¿para qué quieres hacer la serie?
-¿Siempre se planteó en cinco capítulos? ¿Por qué esa contención formal?
-Fue una elección mía, aunque es cierto que en un principio habíamos imaginado seis, más que nada para que se pudieran ver de dos en dos. De hecho, ellos me aprobaron seis cuando presenté la biblia de la serie, pero al escribirla tenía la sensación de estar estirándola. Volví a reunirme con Movistar y quedamos en cinco, que creo que es la duración perfecta.
Respecto a la estética, a la línea gráfica, responde a que yo no quería en absoluto un tono lastimero. No quería tampoco un tono evidentemente social. Quería alejarme de un Ken Loach, de la reivindicación pura y dura. Si acaso, que esa reivindicación siempre fuera desde el punto de vista de ellas, de mujer con una discapacidad que no ha elegido y con la que tiene que vivir. Marga (Natalia de Molina) no ha elegido tener una necesidad sexual tan fuerte, ella es así porque ha nacido así. Se las juzga demasiado rápidamente, por eso quería que fuera una línea radical, punky, que nadie diera por hecho qué quieren de la vida.
-Para el final, la pregunta mamporrera. Ya que hablábamos de lo punk, ¿cómo están ahora mismo las cosas con Cristina Morales? Sabemos que vio la serie, sabemos que alguien escribió una crítica muy negativa firmando con pseudónimo…
-No, no, fue ella. Fue Cristina Morales la que puso a parir la serie.
-¿Cómo te sentó el artículo?
-Bueno… Yo le escribí justo después de leerlo. Le mandé un correo electrónico y, con toda sinceridad, no me importa que esto se publique y se sepa. Es la verdad. Le dije que había leído el artículo y le dije que, para escribir lo que había escrito, podríamos haber tenido una charla previa. Ahí le podría haber contado lo que significa escribir, producir y dirigir una serie. Y le dije también que creía que ella hablaba sin conocimiento de causa. De lo único que podía hablar es de lo que había cobrado, que eso sí lo sabía, y no lo enuncia en ningún momento. Pero no he tenido más noticias. No me ha contestado nada más. Ella ha cobrado una cantidad muy, muy por encima de lo que habitualmente se paga en este país. Y también se lo dije, que tenía una estética muy radical, comprometida y anti-capitalista y una vida que nada tiene que ver con ello. Y que no me tocara lo que no tengo.