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Ágatha Ruiz de la Prada: "La gente de la moda me ha tratado mal"

Su tenacidad aniquiló los pronósticos y su fantasía ha entrado en todas las casas

La diseñadora española Ágatha Ruiz de la Prada
La diseñadora española Ágatha Ruiz de la PradaAgencia EFE

Coomo diseñadora no se parece a nadie, y eso es ya un valor en sí. No hay, en efecto, dos Ágathas, sino una bien grande y expansiva. Pocos diseñadores han ido tan en serio como ella, y a base de fe en sí misma logró hacer posible lo improbable: entrar en las casas de los cerriles españolitos y perdurar.

Escribí un libro sobre la Movida y la definí como «una primavera superlativa tras un largo invierno». Usted, que la respiró profundamente, ¿está de acuerdo?

Me parece una muy buena definición. Después de 40 años de Franco y que Madrid era un sitio como muy gris, de repente cambió. Yo soy mitad de Madrid y mitad de Barcelona, y esta, en los setenta, era mucho más libre, más moderna y más todo que Madrid. La «gauche divine». Tuve la suerte de que mi madre tenía muchos primos, unos cincuenta, gente joven, y eso lo viví mucho. Pero, de pronto, Madrid coge la delantera. Cuando vine a vivir a Madrid porque mis padres se divorciaron, me encuentro con la Movida y me digo «qué maravilla».

¿Qué ha perdido Madrid respecto a los ochenta y qué ha ganado?

Aquello fue una sorpresa y algo completamente improvisado. Luego hubo muchas muertes, vino el sida, que fue un palo monumental, y vino el negro infinito del postpunk. Pasamos del gris de Franco al negro de la posmovida. Madrid ha vuelto a estar divertido ahora.

¿Qué otras Ágathas nos perdimos a cambio de la diseñadora que conocemos?

Quise ser pintora, pero siempre he pensado que es un mundo muy introspectivo. Tenía mucho miedo por mi familia, que no está muy bien de la cabeza, tampoco muy, muy mal, y pensaba que la moda era algo en lo que siempre estabas con gente, una cosa colectiva y muy alegre. Es muy difícil que estés deprimido. Eso me hizo elegir la moda.

Por cierto, ¿diseñadora o modista? Caprile casi me come cuando hablé de diseñadores.

Creo que hay dos grandes tendencias en el mundo de la moda, antes había solo una, que era el tema de la costura. La moda venía de las costureras. Cuando era pequeña iba con mi madre a la modista o costurera, y ahora hay la cosa del director artístico, que ha empezado hace muy poco. Yo soy mucho más de las ideas, del concepto, que de coser, porque no sé y no me interesa.

Entonces, establece una diferencia entre modista y diseñador.

Sí. Yo adoro a Caprile, pero Lorenzo viste a sus novias de princesas, ¿sabes? Es un poco como hace 200 años, que todo el mundo se quería vestir de princesa. Él cose muy bien y pone muchas cosas y tal, pero es una manera de entender la moda, desde mi punto de vista, muy, muy, muy anticuado.

¿Cómo le ha tratado el mundo de la moda?

La gente de la moda siempre ha pensado que lo mío no era moda. Tengo la sensación de que me han tratado mal. Consideraban que lo que hacía era una mierda. Pero hay muy pocos sitios en España, y en otros lugares, en los que no tengan una cosa mía: un bolígrafo, un clínex, unos calcetines, unas gafas, un cuaderno, una mochila, un traje de bebé…

Se ha colado en todos los rincones de la vida cotidiana.

En todos. Y eso ha sido una sorpresa para el mundo de la moda. «Pero si hemos dicho que esta tía era una mierda, qué pasa». Pues que tampoco mandáis tanto.

Fue la pareja de uno de los hombres más poderosos y temidos de España. Ya tenía su propia carrera, pero ¿en el momento de máximo esplendor de él notó que la gente la temía, que era más amable con usted, que le hacía la pelota?

Lo que he tenido son muchos enemigos, porque él tenía una facilidad enorme para hacerse enemigos. El otro día me entrevistaron en «El País»: a pesar de todo lo que he hecho, llevaban 38 años sin sacarme en ese diario. Salía mucho en «El Mundo», que ya me daba hasta vergüenza, pero no me sacaban en ningún otro sitio. Y ha sido divorciarme y salir en todos los medios. Me generó conflictos. Cualquier pifia de los cientos de empleados que había en «El Mundo» recaía sobre mí. Él tuvo mucho poder, pero mucho menos que «El País», y eso era una frustración total.

¿El amor, estar con un hombre, es importante para usted o puede vivir muy bien sola?

Estoy demostrando que es mucho más importante de lo que yo me creía. Me estoy acostumbrando mal. Mis amigas están un poco alucinadas, me dicen que hasta cuándo voy a estar tan tontita, y yo les contesto que no lo sé.

«Oh no. Yo no pretendo pedir explicaciones. / Pero hay cielos tan puros. Existe la belleza» (Ángela Figuera). ¿Qué hombre, mujer, obra artística representa para usted la Belleza?

La obra de Picasso. Y con los hombres siempre me han gustado los feos, que son más interesantes porque tienen que esforzarse. Son más simpáticos, más espabilados.