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"Agua tofana", el veneno que acababa en Roma con los esposos maltratadores

A través de una fórmula que pasó de generación en generación se llegó a enviudar a cientos de mujeres que sufrían en sus matrimonios

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Giulia Tofana no fue una química cualquiera. Nacida en Palermo en 1651, fue protagonista de una historia que no pasa desapercibida, pues fue responsable de cientos de muertes... pero bajo una explicación. Le venía de familia. La joven Giulia fue testigo de la ejecución de su propia madre, Teofanía d'Adamo, en la ciudad siciliana, acusada y condenada por la muerte de su marido, a quien había envenenado. Giulia era consciente de que su madre no era ninguna desequilibrada, sino que había utilizado ese veneno como forma de acelerar el fin de su matrimonio, en el que sufría maltratos e infelicidad. Ante esto, Giulia lo vio claro: durante su vida ayudaría a más mujeres a escapar de las imposiciones matrimoniales, aunque no fuese de la manera más pacífica.

Tofana creció entre boticarios, aprendiendo sobre química y fórmulas hasta que logró perfeccionar su propio veneno. Se conoció como "agua tofana" y era incolora, por lo que pasaba desapercibida. Estaba formada por arsénico, plomo y belladona, aunque se desconoce su composición exacta a día de hoy. Era, además, un veneno que no levantaba sospechas, pues sus síntomas se confundían con enfermedades como la de la peste o la fiebre. 

Giulia se trasladó a Roma, donde se volcó en la "ayuda" letal con aquellas mujeres que sufrían malos tratos en sus matrimonios. El veneno llegó a enviudar hasta a 600 mujeres maltratadas, pues el suministro de esta sustancia fue heredado por la hija de Tofana. Ante la muerte de su madre, Gironima expandió el negocio, comercializándolo de manera que ya no sólo llegaba a casas de clase baja, sino también a la alta sociedad.

Todo funcionaba de forma correcta, hasta que se hizo un mal uso del veneno, que hizo saltar las alarmas. Una de las clientas de Gironima, la condesa de Cesi, vertió demasiada cantidad del "agua tofana" en la copa de su esposo, provocándole la muerte en el mismo momento en que la ingirió, en lugar de sufrir síntomas de una enfermedad.

Comenzaron las investigaciones, y más tarde las detenciones, juicios y castigos: incluso las mujeres que enviudaron con el veneno fueron torturadas o exiliadas. Finalmente, tanto Gironima como sus cómplices fueron ejecutadas en medio de una plaza, pasando a la historia como las letales y justicieras envenenadoras de Roma.