El ajuar que el Papa Pío X regaló al «Borbón de cristal»
Desde su nacimiento, la vida del Príncipe, que era hemofílico, peligraría ante el más mínimo golpe o contusión
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LA FECHA: 1907. El papa Pío X y futuro santo obsequió al primogénito de los reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia con un precioso ajuar con motivo de su bautismo.
EL LUGAR: Madrid. Entre las prendas había un cubre-fajas de raso, bordado en oro y sedas con los escudos de España y de los Battenberg, y el Toisón de Oro.
LA ANÉCDOTA: el ajuar era una obra de arte: además del trajecito y del cojín de bautismo, había un corpiño de lino hilado a mano y una falda bordada.
El papa Pío X y futuro santo regaló a Alfonso de Borbón y Battenberg, Príncipe de Asturias y primogénito de los reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia, un precioso ajuar con motivo de su bautismo, en mayo de 1907. El «Borbón de cristal», como se le motejó también al Príncipe hemofílico, cuya vida peligraría desde entonces ante el más mínimo golpe o contusión, fue agasajado con todo tipo de regalos y honores desde su nacimiento.
Confeccionado primorosamente por las misioneras franciscanas de Santa Elena, en Roma, el ajuar obsequiado por el papa iba dentro de un cofre estilo Luis XVI, de cuero blanco, decorado con guirnaldas en relieve, cinceladas y pintadas en oro, plata y colores naturales. La tapa y los lados del cofre habían sido decorados con hermosas y delicadas miniaturas. Lo de la parte anterior reproducían, en el centro, la Natividad de Nuestra Señora, de Lorenzo de Credi; a la derecha, la Anunciación, de Guido Reni; y a la izquierda, la Purificación de la Santísima Virgen, del mismo autor.
Las miniaturas de la parte posterior imitaban la Natividad, de Pedro de Cortona, la Presentación, de Lebrún, y las Bodas de la Santísima Virgen, de Rafael Sanzio. El estuche que guardaba el cofre era de terciopelo blanco, ribeteado de piel del mismo color, con pinturas, relieves y la siguiente frase en latín grabada en oro y plata: «Deus judicium tuum regi da et justitiam tuam filio regis». La frase, escrita en latín medieval, correspondía a la primera estrofa del salmo 71 en la versión Vulgata de la Biblia, en la que el rey Salomón pedía sabiduría a Dios para gobernar a su pueblo. En castellano, se leía así: «Dios mío, concede tu juicio al rey y tu justicia al hijo del rey».
El gran banquete
La misma noche del bautizo de su primogénito, el rey Alfonso XIII ofreció un espléndido banquete de gala en honor de los príncipes extranjeros que habían asistido como testigos a la ceremonia celebrada por la mañana. El monarca, exultante, había ordenado a la servidumbre que se volcase para agasajar a todos y cada uno de sus insignes invitados. El banquete se sirvió en el gran comedor de gala, cuya mesa había sido adornada con centros, candelabros de plata y una gran cantidad de flores distribuidas en artísticos macizos y orlas. Una docena de imponentes arañas de cristal brillaban suspendidas del alto techo. Oro y mármol se combinaban a lo largo de la inmensa estancia, en la que también deslumbraban las enormes porcelanas de Sevrès y las lustrosas jarras de bronce junto a las bellísimas pinturas que representaban «La rendición de Granada» y «Cristóbal Colón frente a Fernando e Isabel».
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El ajuar era una obra de arte. Además del trajecito y del cojín de bautismo, constaba de un corpiño de lino hilado a mano y de una falda bordada con los escudos de las familias cubierta de rosas y guarnecida con cintas de raso. En el interior del cofre había también una mantillita con pelerina calada y ricos bordados estilo Luis XVI, con encaje de Venecia y volantes de velo de seda. La relación de prendas obsequiadas por el romano pontífice era casi interminable: un cubrefajas de raso duquesa, bordado en oro y sedas blanca y ceniza, con los escudos de España y de los Battenberg en colores, y el collar del Toisón de Oro admirablemente bordado; dos gorritos, uno de velo de seda y ricos encajes, y otro en encaje de punto de Bruselas; dos camisitas con entredoses, volantes y adornos de encaje de Venecia; cuatro pares de sábanas de finísima batista bordadas, estilo Luis XVI, con puntos calados y doble escudo de realce; una cubierta para la cama de raso blanco, cuyos bordados representaban guirnaldas de rosas sostenidas por cordoncillos de oro…
Por no hablar de una docena de camisas de batista y otra de jubones con delicados encajes, numerosos fajadores con tejido esponja, pañales y pañitos de tela ojo inglés y tejido de Tetra. Abrumado por semejante ajuar, Alfonso XIII quiso corresponder al papa encargando para él ricos tapices en la Real Fábrica. El recién nacido disponía de otro maravilloso ajuar para diario, digno también de un príncipe real. A diferencia del anterior, este otro había sido confeccionado por completo en España sin escatimar gastos. En el asilo de María Cristina se habían encargado por ello setenta y dos pañuelos, una docena de delantales, seis pañuelos de franela, veinticuatro jubones y otros veintisiete jubones de franela y cinta de adorno por un importe total de 464 pesetas de la época.
La reina madre ordenó que se encargasen también para su nieto, al Colegio María Santísima de los Desamparados, el diseño y bordado de setenta y dos toallas con la corona real por un precio de 108 pesetas. Y en la Casa de Misericordia de Santa Isabel se confeccionaron también veinticuatro cubre mantillas, setenta y dos camisas a la inglesa, con entredós y bordadas y encaje legítimo, por 2.928 más. Decidida a tirar la casa por la ventana, su abuela la reina María Cristina había realizado otro importante pedido a la Casa de Misericordia de San Alfonso, cuyo coste se elevaba a 12.966 pesetas. Esta vez el lote constaba, entre otras muchas cosas, de noventa y dos juegos de cuna de batista fina con encajes, plises y coronas, así como de veinticuatro mantillas de franela bordadas. Hasta tal punto celebraban en palacio la llegada de un heredero.