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Alejandra Martínez de Miguel: "Las mujeres hemos estado relegadas a un sitio en el que nuestro deseo no podía nombrarse como propio"

La artista publica «Al cuerpo de una mujer», un segundo poemario con el que sublima el carácter combativo del suyo y el de todas
Alejandra Martínez, poeta.
Alejandra Martínez, poeta.Gonzalo Pérez Mata PHOTOGRAPHERS
  • Periodista. Amante de muchas cosas. Experta oficial de ninguna. Admiradora tardía de Kiarostami y Rohmer. Hablo alto, llego tarde y escribo en La Razón

Madrid Creada:

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El segundo poemario de Alejandra Martínez de Miguel empieza con un cuerpo enfermo y termina con un cuerpo sin culpa, como si durante el proceso mismo de escritura se hubiera ido gestando una transformación progresiva de belleza y nervio con la catarsis lírica como final involuntario y definitivo. Del estómago al grito y del dolor al deseo, transitan por las páginas de «Al cuerpo de una mujer» los versos destilados de esta multidisciplinar artista de 28 años que después del éxito cosechado con su primera incursión en el mundo de las palabras con «Báilatelo sola», decide observar y comprender su cuerpo para poder interpretar y soñar con el de las demás.
«Creo que las relaciones entre los cuerpos madres e hijas están repletas de cosas. De repente aparece la rabia, la culpa, el amor profundo, la admiración, el respeto, también incluso el agradecimiento por el hecho de que mi cuerpo exista, de poder escribir. Se entremezclan los amores y los dolores dentro de esta relación tan compleja que establecemos con el cuerpo de una madre, pero al final creo que aprendemos por imitación. Mi madre, a través de cómo me ha educado, de cómo me ha hecho amar mi cuerpo (algo que viene desde bebés incluso, la forma en la que nos masajean, nos miman, nos echan crema, nos cuentan cuentos), me ha trasladado una historia y en este sentido tengo mucho que agradecerle: por cómo me ha hecho aprender a ponerme por delante y a expresar mis necesidades y deseos. Y también por cómo me ha hecho amar mi cuerpo, muchas veces como consecuencia de las veces que ellas no pudieron amar los suyos. Eso lo siento mucho con mi linaje familiar femenino», comparte en entrevista con LA RAZÓN sobre la significativa dedicatoria al cuerpo de su madre que introduce el libro.
Alejandra Martínez, poeta.
Alejandra Martínez, poeta.Gonzalo Pérez Mata PHOTOGRAPHERS
A través de una concatenación de anhelos, rabias heredadas y búsquedas, esta ganadora del Poetry Slam en 2017, actriz, psicóloga y divulgadora sexual que «consume compulsivamente libros entre madres e hijas», que «quiere vivir en el campo pero a la que la ciudad atrapa» y que se sentía culpable de pequeña al masturbarse, extiende el diámetro de la reflexión íntima acerca del deseo para convertirla en algo compartido que inevitablemente está relacionado con su condición de mujer: “El deseo femenino ha estado cuestionado, castrado, perseguido e incluso invisibilizado a lo largo de la historia y no solo entendiendo el deseo desde la sexualidad, sino el deseo de poner voz o el deseo de ocupar espacios. Las mujeres hemos estado relegadas a un sitio en el que nuestro deseo no podía nombrarse como propio, porque estaba relegado al deseo masculino. Los hombres han tenido y han contado con ese privilegio y de hecho nuestro deseo muchas veces únicamente ha existido cuando ha sido mirado por un hombre. Llevamos bastantes años apoderándonos de nuestro deseo”, reivindica.
“En este libro hablo desde mi cuerpo, desde la sexualidad y también con la poesía, pero creo que es algo que está sucediendo en todas las esferas y ya era hora. Ya era hora de que nombrásemos nuestro deseo y que lo hiciésemos como mujeres deseantes y no desde el prisma masculino que determina cómo tiene que ser una mujer que desea”, añade mientras termina de liarse un cigarro y el cielo encapotado de Madrid ensombrece parpadeante la terraza del Café Central en la que nos encontramos.
"Infinidad de veces me he sentido culpable por masturbarme, por otorgarme placer, por desear, por mi manera de vestir..."Alejandra Martínez de Miguel
Cuando preguntamos a la poeta por la primera que experimentó deseo, el recuerdo viaja de inmediato al contacto primigenio con el del propio cuerpo: “Ha habido como muchas primeras veces que he renombrado de mayor, porque claro, cuando nos aparece el deseo de niñas, a veces no sabemos ni lo que es: aparece el miedo, la vergüenza, la culpa con respecto a la sexualidad o la masturbación. Pero creo que ya de adolescentes o de adultas aparecen como nuevos deseos hacia la persona que amamos o hacia nuestro propio cuerpo y en ese sentido siento que he vivido como primeras veces que se han ido formando. Me nombras deseo y en este caso concreto si pienso en mi primera vez, sí que pienso en el encuentro con el placer conmigo misma”. De igual forma que Vivian Gornick atravesaba la complejidad de los afectos maternofiliales en “Apegos feroces”, hay ecos de voces femeninas ancestrales que resuenan con fuerza en capítulos del poemario como el II, titulado “A la familia”, en donde se puede leer:
“En mi vientre, en el vientre de mi madre
en el vientre de mi abuela en el vientre de las yeguas de las gatas de las lobas
hay una enfermedad sin nombre ni tratamiento que ruge hospital (…)”
Y es que para De Miguel, cuya gestualidad expresiva y elocuente delata una faceta interpretativa a la que se agarra para subirse al escenario de los teatros, los bares, los colegios o los ayuntamientos en los que recita desde hace cuatro años, resultaba prácticamente inevitable “escribir desde la herencia, desde el linaje, desde dónde vengo”. No era tanto “una necesidad de estilo o de estética sino una necesidad de contar una historia que es la mía, que es la de mi cuerpo. Claro, en mis 28 años de vida, todas las herramientas con las que cuento vienen de los cuerpos que me han gestado, de los cuerpos que me han enseñado a amar, a plantar flores. Al final creo que para mí la familia es un eje de lo que me inspira y moviliza ahora mismo mi escritura”.
Alejandra Martínez, poeta.
Alejandra Martínez, poeta.Gonzalo Pérez Mata PHOTOGRAPHERS
Precisamente escribir, algo que como consignó Ana María Matute, es siempre protestar, “aunque sea de uno mismo”, es lo que pone en práctica la poeta sobre, entre otras cosas, la culpa. “Lamentablemente lo raro es que como mujeres no nos hayamos sentido alguna vez culpables en algún momento por aproximarnos a nuestro deseo. Infinidad de veces me he sentido culpable por masturbarme, por otorgarme placer, por desear, por mi manera de vestir… millones de veces. Creo que todas estamos trabajando poco a poco para intentar restar esa culpa, pero también es algo que tiene que ver con la ausencia de educación sexual, la religión, la forma en la que nos han educado etc. Es poderoso reconocer esa culpa, identificarla y querer modificarla”, remata segura, destruyendo con la palabra y con los dedos una herencia generacional que pesaba, pero que cada día parece volverse un poco más ligera.