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Maestro del cómic

Art Spiegelman: «El humor contra Trump es mejor que un cóctel molotov»

El dibujante Art Spiegelman visita Barcelona para participar en el festival literario Kosmopolis

Art Spiegelman en el CCCB
Art Spiegelman en el CCCBMiquel González/shooting

Cuando hablamos del cómic estadounidense del siglo XX, más allá de un puñado de personajes con capa, hay que hacer referencia a Art Spiegelman, creador de una obra tan necesaria hoy como es «Maus» con la que logró el Premio Pulitzer en 1992, un cómic prohibido hoy en algún estado de los Estados Unidos de Donald Trump. Las palabras de Spiegelman han sufrido también la represión al ser cortadas una declaraciones suyas contra Trump realizadas en el documental «Disaster is My Muse», dedicado a él por la televisión pública estadounidense. El maestro se encuentra estos días en Barcelona para participar en Kosmopolis, el festival literario organizado por el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB).

Spiegelman, durante un encuentro con medios, dio sus impresiones sobre la situación que se vive en su país. «Cuando Trump fue escogido me sentí paralizado. Todavía no sé cómo afrontarlo», dijo reconociendo que no quería tratar el tema en forma de dibujo, pero que las circunstancias le están obligando a repensar aquella primera decisión. «Debo pensar y encontrar la manera con la que poder hacer frente a esta situación. El humor es la única arma que puede funcionar. Trump no soporta las portadas del “New Yorker”, así que la resistencia contra él debe ser a través del humor o de “South Park”. Es mucho mejor que usar un rifle o un cóctel molotov». Igualmente no quiso desaprovechar la ocasión para compara a Trump con una suerte de Ubú Rey, como el personaje del escritor francés Alfred Jarry.En este sentido, al ser preguntado por el hecho de ser víctima de la censura reconoció que eso quiere decir «que los nazis no han muerto. Esta es una plaga que va de casa en casa».

Cuando se habla con el dibujante, uno de los nombres imprescindibles del cómic «underground», es imposible no hacer referencia a «Maus», su obra más conocida, algo de lo que «estoy orgulloso y también me horroriza».Spiegelman añadió que «tengo otras cosas dentro de mi, pero “Maus” se construyó con el dolor que tenía dentro. No habría encontrado otro “Maus”, por ejemplo, dibujando sobre la Guerra Civil española». El dibujante pasó horas y horas hablando con su padre, cuya trágica experiencia como judío polaco superviviente en los campos de concentración nazis fue la base del cómic. «Cuando lo acabé me di cuenta que el mundo exterior había cambiado. Las cosas que yo sabía las había olvidado», reconoció respecto a «Maus», la obra que obtuvo el Pulitzer, «pero se calificó como especial. Me sentí si me premiaran como paralímpico. Sé cómo se gestó ese Pulizer e igual se equivocaron. Me resulta extraño que me lo dieran».

Al hacer balance de «Maus» en comparación con otros trabajos suyos, el artista hizo un símil de corte inmobiliario: «“Maus” es este ratón enorme que me persigue. He hecho otras cosas, otros libros que han funcionado bien y que han pasado a ser como bungalós. “Maus”, por su parte, es un gran rascacielos».

En la mesa de trabajo de Art Spiegelman actualmente se encuentran un proyecto de un libro de dibujos sobre Trump, aunque reconoce que aún no sabe cómo darle forma. «Solamente son apuntes», explicó. También está otra realidad, la del conflicto que se vive en Gaza y que recientemente dio pie a unas páginas que realizó junto a Joe Sacco. «No quiero que “Maus” se use como herramienta para reclutar a gente en el ejército israelí», reconoció el artista. ¿Como judío se siente interpelado con lo que está ocurriendo en Oriente Próximo? «Israel es un problema tan antiguo. Soy un asionista, un agnóstico del sionismo. Creo en la síntesis de culturas, en vivir no dentro de una ideología. Quiero que la tierra prometida sea donde estoy, donde hay cines y cafeterías. Así ha sido toda mi vida. Es una realidad que no me resuena. Así que no me siento interpelado por ella».

Para Spielgemn estar en Barcelona es todo un motivo de alegría, una ciudad que conoce bien porque la visitó a finales de los setenta. El recuerdo de aquel tiempo sigue siendo imborrable para él. «Vine cuando Barcelona era psicodélica, una ciudad con mucha libertad sexual. Franco había muerto y se notaba en Barcelona. Fue en ese momento cuando tuve la suerte de conocer a dibujantes maravillosos», rememoró sin ocultar su entusiasmo por el hecho de que el cómic se haya convertido incluso en motivo de estudio académico. «Cada vez tiene más aceptación. El cómic no puede ser domesticado porque habla de todo», concluyó.